E P Í L O G O

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El día solado en Nueva York subía el ánimo de casi la mayoría de las personas. Transitaban de un lado para otro por las calles repletas, pero una particular castaña se encontraba detenida frente al gran complejo de los Vengadores o, también conocida anteriormente, como la Torre Stark.

Limpió sus manos en su pantalón de puro nerviosismo. Un suspiro entrecortado se liberó por sus labios antes de caminar con toda la seguridad que podía emanar su cuerpo, directo a la ostentosa entrada al rascacielos.

La recepcionista no dijo nada. Sabía muy bien quién era. Así que cuando la castaña pasó frente a recepción con la mirada en alto y directo al ascensor, se quedó muda. Tampoco fue capaz de avisarle a la Señorita Potts que tenían visita. Por lo que cuando se abrieron las puertas del ascensor en el último piso, Pepper Potts no pudo evitar soltar las carpetas de sus manos y soltar un pequeño grito.

–¡Oh, dios mío!

Tony Stark, frenó en seco al ver a su hija frente a ellos. Traía su traje, pues pensó que el grito de Pepper se debía a alguna amenaza. Se deshizo de el en un segundo. Aún sin poder articular palabras, se acercó lentamente a la castaña frente a él.

–¿A.. Amber?

Amber Stark sentía que el peso que tenía en su pecho se iba. Solo con escuchar la voz de su padre, los más preciados recuerdos que tenía con él llegaron a su mente. Sus ojos se humedecieron. Lo había extraño más de lo que le gustaría admitir.

–Hola, papá.

–Dios mío, ¿qué estás haciendo aquí?

Para poder hablar mejor, se trasladaron a una de las salas de reuniones que tenían en la torre. Amber se preparo psicológicamente para el derrame verbal que su boca estaba por expulsar. Se sentía enferma, no quería hacerlo, pero sabía que era lo correcto.

–¿Cómo has estado?

–Bien, ¿y tú? ¿Cómo te ha tratado Londres?

Y ahí Tony Stark sintió cómo su mundo se venía abajo. Sus oídos no podían creer lo que estaba escuchando. Todos esos años en que creyó que su única hija estaba a salvo, fuera de peligro, sobre todo después de anunciar que él era Iron Man, mandar a Amber lejos era la mejor decisión que había tomado. Aunque ahora sí, seriamente se lo cuestionaba. Podía sentir sus ojos llenarse de lágrimas, miraba a su pequeña hablar como toda una mujer adulta, sin trabarse como lo hacía cuando era apenas una niña de cuatro años, tenía un semblante serio, como su madre, pero esa pizca de picardía en su mirada y sonrisa, como él. Seguía sin poder creer lo que escuchaba, hasta que un archivo llegó a su buzón de entrada y alumbró la sala.

Miles de archivos de misiones, en diferentes partes del mundo. Noticias sobre lo ocurrido en SHIELD. El propio expediente de su hija, descodificado, pero aún con algunas partes clasificadas, como el nombre de su madre. Tony Stark pasaba de archivo con un solo movimiento de mano mientras que su hija miraba al suelo, avergonzada.

–Todo este tiempo, pensé que estabas en una de las mejores universidades del planeta. —El billonario se dejó caer en su asiento— Y estuviste sacrificando tu vida por esa estúpida agencia.

–Lo siento, se que estás decepcionado de mi. Pero pensé que sería mejor si te lo contaba yo misma.

Al escuchar la temblorosa voz de su niña, Tony sintió alivio. Alivio de que ella aún estaba con vida, después de todas esas misiones, ella podría haber muerto en cualquiera. Pero no. Ella había sobrevivido cada una de ellas. Volvió a mirar algunos de los archivos. Tenía un montón de acotaciones y felicitaciones, grandes éxitos en las misiones. Ella era buena, no tenía falla alguna.

Así que lo comprendió. No podía enfadarse con Amber. No, claro que no. Después de todo, su madre había sido una gran Agente de SHIELD, y demonios, él mismo se declaraba un héroe en su traje de Iron Man. Comprendió que quizás viajaba el "heroísmo" en la sangre de ella, que al fin y al cabo, había sido decisión suya unirse a la agencia de inteligencia.

Él no podía hacer nada para cambiar el pasado.

Y aunque pudiera, no cambiaria nada con respecto a su hija. Estaba orgulloso. Claramente se arrepentía de no haber estado junto a ella, tantos años en los que pensó que estar separados era lo mejor para ella, pero estaba malditamente orgulloso en lo que Amber Stark se había convertido.

Y sonrió.

Una sonrisa nostálgica confundió a la castaña. No sabía lo que pasaba en la mente de su padre y la ponía nerviosa.

–¿Estás enojado?

–No, claro que no.

–¿Entonces?

–Estoy demasiado orgulloso de ti. De todo lo que has logrado, sin la ayuda de nadie. Sin mi ayuda. —Especificó.

Amber sonrió y se lanzó a los brazos de su padre. Un abrazo que ambos necesitaban.

–¿Qué piensas hacer ahora? ¿Volverás a la universidad?

–No lo sé. Desaparecer.

–De eso nada. Ya estás aquí. No te voy a perder de mi vista.

–Papá, sabes que no puedes retenerme aquí, ¿verdad?

–Lo sé, lo sé. Solo te voy a pedir una cosa.

–Sí, lo que sea.

–No te pierdas por tanto tiempo.

Amber sonrió. Contarle toda la verdad a su padre había salido extremadamente bien. Le dio un último abrazo al hombre que le había dado la vida y caminó hacia la puerta.

–¿Te estás mudando? —Amber se volteó hacia su padre antes de salir completamente.

–No. Estoy remodelando gran parte de la torre para mejor utilidad para los Vengadores.

–Oh, suerte con eso.

Amber sonrió cuando una imagen de Steve Rogers pasó por su mente.

–Adiós, papá.

–Adiós, pequeña.

STARK; avengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora