Capítulo 4 - Solito

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Tras quedarse a comer en casa de Ricky para evitar la posible incomodidad que reinaría en la propia, decide volver sobre sus pasos y regresar a casa. Pero parece que la vida se la tiene jugada y al entrar en casa, se encuentra con la pareja en el sofá del salón.

- Hola, Ago -Amaia se deshace del agarre de Raoul para abrazar a su amigo- dónde estabas? Te hemos guardado comida

- De verdad? Oh, no hacía falta -le corresponde el abrazo- fui donde Ricky que ayer le dejé tirado y quería compensárselo

- Y no sabes avisar, besugo? -le da una colleja Amaia

- Jo, es que no quería molestar -se disculpa el canario

- Pero si ya sabes que no molestas, moreno -le guiña un ojo Raoul

- Es verdad -corrobora Amaia sin captar las verdaderas intenciones detrás de la frase de su novio

Y a Agoney casi le da lástima su amiga por ser tan inocente.

- Íbamos a ver una peli, te apuntas? -le ofrece Amaia con la mejor de las intenciones

- Y no querréis estar solos? -intenta escaquearse Agoney

- No, hemos tenido toda la mañana para nosotros -le recuerda Amaia- además también es tu casa

- Y qué van a ver?

- No sé una peli rara de Netflix -responde Raoul sin darle mucha importancia

- La he elegido yo -afirma orgullosa la chica- va, quédate, porfa

Y el canario no puede negarse a nada de lo que le pida su amiga, así que toma asiento junto a ella en el sofá.

- Buah, Raoul, te importa si me pongo yo ahí? Es que así puedo estirarme en el sofá, que sino soy el relleno del sándwich -ríe Amaia de su propio chiste

- Ah, claro, mi amor, no importa

El rubio le cambia el sitio a Amaia y Agoney, solo con el roce de la rodilla de Raoul contra la suya, ya empieza a intuir que no va a ser fácil mantener la calma durante la proyección de la película.

La película, a decir verdad, es bastante aburrida. No han pasado ni veinte minutos y Amaia ya está prácticamente dormida con la cabeza sobre el regazo de Raoul mientras éste le acaricia el pelo.

Agoney, que lleva bastante evitando siquiera mirar al rubio, percibe un movimiento a su izquierda que pretende ignorar. Pero de repente, nota el sutil roce del meñique de Raoul en su propio meñique, pidiéndole permiso para continuar. A Agoney le da un vuelco el corazón y, aún sin creérselo del todo, gira la cabeza para fijar su mirada en Raoul. Grave error, pues se encuentra una de sus sonrisas asesinas y ahora es él quien da el siguiente paso y coloca su palma hacia arriba sobre el sofá. La sonrisa de Raoul se ensancha aún más y coloca su mano sobre la del canario, que ahora sonríe también, sin vacilar. Unos segundos después, sus dedos se entrelazan mecánicamente y encajan a la perfección.

"Qué coño haces?" se riñe a sí mismo Agoney. Pero entonces nota el pulgar de Raoul acariciándole el dorso de la mano al mismo ritmo al que acaricia la cabeza de Amaia que, ahora sí, está completamente dormida. Y ahora lo entiende, no necesita saber qué hace con Raoul. Con Raoul solo necesita sentir. Y sabe que está mal sentir tanto por alguien que ni siquiera conoces y que encima es el novio de tu amiga, pero uno no decide estas cosas. Quizás por eso siempre le ha ido tan mal en el amor al canario...

- Aaaaah... -bosteza Amaia de repente haciendo que el tacto de sus manos les arda a ambos- buah, perdonad, he roncado mucho?

- Qué va -ríe Agoney

- Es que estoy súper agotada -vuelve a bostezar la chica- mejor me voy a echarme una siesta y no os molesto si queréis ver la peli

- Pero...

Amaia no deja que Agoney acabe la frase, pues se despide de ambos y desaparece por la puerta de su habitación dejando a los dos chicos con el fuego y dispuestos a quemarse.

- Bueno, pues ya no hace falta que estemos tan pegados -ríe de forma nerviosa Agoney

- Yo estoy bien aquí -sentencia sin rodeos el rubio haciendo que a Agoney le esté a punto de reventar el pecho de lo acelerado que tiene el corazón

- Pero hace calor... -defiende el canario

- Pues sí, tienes toda la razón -admite Raoul con una expresión burlesca en su rostro

Agoney desconoce las intenciones de Raoul hasta que ve como el chico lleva las manos a la parte más baja de su camiseta y se la quita sin vacilar. "QUÉ HACE?". El torso marcado del novio de su amiga le trae recuerdos de la noche anterior, de como lo recorría con sus labios, como lo besaba, como lo mordía... "Agoney, la película" se riñe.

- Oye, pues esta chica actúa muy bie... -dice tartamudeando el moreno

Pero Raoul, insaciable e incansable, lleva su mano al muslo del canario y, poco a poco, va subiendo lentamente a medida que se acerca también a la parte interior de su pierna. Y los vaqueros de Agoney empiezan a estorbar, tanto a uno como a otro. Con un cosquilleo en el bajo vientre y sin poder casi ni coger aire para respirar, Agoney prosigue su plan.

- Hala, mira si al final este tío estaba viv...

Pero Raoul se le siente encima en cuclillas y el roce de sus entrepiernas hace que Agoney suelte un leve gemido involuntariamente.

- La película es un mojón, moreno -ríe Raoul antes de recorrer el cuello de Agoney con la lengua

"Respira, respira, respira" se grita a sí mismo el canario.

- Ya bueno, podemos poner otra o irnos a la cama también

Raoul levanta las cejas y se muerde la sonrisa de forma pícara.

- A dormir, Raoul, a la cama a dormir -sentencia algo sonrojado pese a su tez oscura

- Vale, vamos

El catalán apaga la tele y, cogiendo de la mano a Agoney, empieza a guiarlo hasta su propia habitación.

- Ale, gracias por acompañarme pero tú a la tuya -le da una palmadita en la espalda Agoney a Raoul

- Vas a dormir solito? -hace un puchero Raoul

- Sí -sentencia Agoney cogiéndole por los hombros y echándole de la habitación- venga tú con tu novia

- Nos vas a dejar con el calentón? -sigue con su puchero el catalán

- Sí -repite el tinerfeño- tú te lo buscaste, tú lo solucionas

- Pero...

- Adiooos

Agoney cierra la puerta dejando a Raoul en el pasillo. Una vez oye los pasos del catalán alejándose, puede volver a respirar con regularidad. Eso sí, otra zona de su cuerpo, con un exceso de sangre importante, está demandando su atención.

Tras unos minutos de indecisión decide no alargar el sufrimiento y, con la espalda apoyada en la puerta por si al rubio se le ocurre volver, se deshace de sus pantalones y su ropa interior y decide aliviar lo que ya es más que dolor por la presión.

Al poco tiempo, los gemidos en la habitación de al lado le confirman que Raoul tampoco ha podido simplemente esperar a que se le pasara el calentón.

TRES SON MULTITUD (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora