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Diego

Ir en un auto, junto con mi hijo y la mujer que amo, es algo que no puedo explicar, pero se siente muy bien.

Nunca quise que ella se fuera, ni mucho menos si estaba esperando un hijo mío.

El es muy parecido a mi, pero su mirada.. su mirada es igual de dulce e inocente que la de la Antonia, esa mirada pura, que solo trae buenas cosas, esa mirada que caracteriza totalmente a la Antonia, la tiene mi hijo, y estoy feliz de que así sea.

Vamos a ir a un parque que me indicó la Antonia, me dijo el Mateo que para el sería fantástico, y que le gusta mucho, los juegos que habían le llaman mucho la atención, y disfruta bastante el parque. Lo que más me llama la atención de lo que me dijo, es que me comenzó a detallar muy bien el ambiente del parque, me lo detalló con palabras que solo una persona que lee demasiado podría ocupar, y me sorprendió mucho.

Llegamos y el fue a jugar, mientras yo y la Antonia nos sentábamos en una banca a mirarlo.

—¿El Mateo lee?—inicié un tema de conversación.

—No, pero algo sabe, es muy pequeño aun—respondió volteándose a verme.—¿Por qué?—preguntó.

—Por la forma en la que se expresa—respondí devolviendole la mirada.

—Bueno, es que yo le leo novelas de las que yo leo, una que se conoce muy bien es Alicia en el país de las maravillas—puso un mechón de pelo detrás de su oreja.

La quedé mirando un rato, es tan hermosa.

—¿Haz sabido algo de los chiquillos? Del Koke, el Gato, el Carlos, el Felipe.. —preguntó.

—Mmh... sí, del Koke y el Carlos no mucho, no hablo con ellos después de que te fuiste, pero sé que el Koke estudió o sigue estudiando, no lo se, algo de empresas y finanzas, y el Carlos arquitectura—pause.—Y del Gato y del Felipe se mucho, más del Felipe, después de que te fuiste, el se quedó conmigo, al igual que el Gato, el Felipe me ayuda en la empresa y el Gato igual, los dos trabajan ahí—respondí.

—Ahhh.. —miro al frente.

Antonia

No se si el Diego sabe que el Felipe es su hermano, realmente no se preguntarle ya que puede que aun no lo sepa y la terminé cagando.

Tampoco le he mencionado las notas anónimas que me han llegado, y no son precisamente de amor, son espantosas.

Me gustaría decírselo, pero se que se pondrá como loco.

—¿En qué piensas tanto?—pregunta analizando mi cara que seguramente estuve fruncido el ceño dado a que me estaba cuestionando en si decírselo o no.

Mierda.. ¿Y si le digo? De todos modos necesito a alguien a quien decírselo, estoy algo asustada, más bien, muy asustada.

Lo medito un poco más, y llego a la conclusión de que sí se lo diré, pero cuando lleguemos a mi casa.

—En cosas.. ¿Te quedarás a alojar en mi casa?—pregunto curiosa.

—Ehh si quieres, aun que dudo que así sea.. —lo interrumpo.

—Quédate, por favor—lo miro a los ojos.

El me mira y hace una sonrisa sin mostrar sus dientes y asiente.

—Bien, me quedo—le sonrió.

Juro que pido que se quede porque realmente tengo miedo, las notas empezaron desde hace 3 días atrás, 3 días antes de que apareciera el Diego.

Sin embargo, siento que debería de tratarlo horrible, porqué vamos, se lo merece, pero no puedo ser mala con el, no después no haberlo visto durante años, lo he extrañado demasiado, más de lo que me gustaría admitir, y aun que suene irónico, con su presencia me siento protegida.

El mira al Mateo con una mirada de orgullo, y con ternura.

Me gustaría concentrarme solo en esa mirada, pero las palabras que leí en esa nota me siguen dando vueltas.

"Te observo, cuídate, porque desde ahora nada se te será fácil"

Hasta donde yo se, no le he hecho nada malo ha nadie, y menos en estos 4 años ya que no hablo con mucha gente.

He pensado y pensado quien podría tenerme ese rencor, pero no se me ocurre, he estado así desde antes que llegará el Diego.

Debo contárselo cuando lleguemos a la casa...

¡aweoná, yo aun te amo!. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora