Mientras transcurrió aquella semana todo parecía ir de picada. Para Sasuke su vida sin las dos mujeres más importantes que tenía, era dolorosa. Extrañaba simples palabras como un "te quiero papi" de Sarada o ver el rostro sonriente de Sakura, aquellos días en la casa Uzumaki. Todos aquellos recuerdos venían como flashes a su mente dejándolo nostálgico y triste.
El vaso de licor que reposaba frente a él estaba vacío. Las noticias que había recibido en la mañana lo tenían realmente mal. Kakashi le había dado una noticia un tanto desesperanzadora. En aquellos últimos días había encontrado los cuerpos sin vida de algunas cortesanas y aquella tarde él tendría que ir a verificar si alguna de ellas no era su pelirosa amor. Recordarlo solo le traía desesperación por no poder hacer nada.
Tiró fastidiado el vaso a la pared, el cual emitió un tintineo y fue a dar al piso donde se rompió en mil pedazos. Su vida, era un asco. Maldijo a la nada o quizá a alguien. A si mismo por ser el causante de tanto dolor, pues en su mente se maldecía por no haber podido cuidarlas. Por la injusta vida que tenía que vivir.
Antes de seguir maltratando su cuerpo por tanto alcohol en la sangre, su padre, quien recién llegaba de los cultivos, entró en su habitación de un sonoro portazo. Estaba preocupado por su situación. En los últimos días el Uchiha menor solo atinaba a ir a la oficina de la guardia real y regresar con la mirada caída para luego ponerse a beber.
─ ¿Qué te pasa Sasuke? ─ cuestionó el Fugaku. Mas Sasuke se quedó mudo, no quería en esos momentos hablar con nadie. Miró fijamente la botella que tenía en su mano. Nadie entendía en esos instantes como se sentía, odiaba la mirada de lástima que tenía su progenitor en esos momentos, la de Naruto en los últimos días.
─ ¡Vete de mi habitación!─ soltó enfurecido y con voz rasposa. Pese a la amabilidad con la que su padre se había dirigido a él.
─ Solo me preocupo por ti, hijo─ Fugaku fue hacia la esquina de la habitación donde Sasuke yacía sentado de bruces con ambas manos sobre la cabeza y cuyas vistas se ocultaban bajo sus brazos por estar empañadas de dolor. Era su padre y a ningún padre le gustaba ver a su hijo en esa situación. Luego de la muerte de Itachi, Sasuke era el único hijo que le quedaba y por ende se preocupaba demasiado por él. La pérdida de su hijo mayor había calado dentro en su corazón.
─ No me interesa tu preocupación, puedes irte─ señaló la puerta─ déjame llevar esta carga solo─ gruñó.
─ No pierdas las esperanzas─ Fugaku lo miró con pena. Sabía que a veces era mejor dejar solo a Sasuke, después de todo desde pequeño había sabido enfrentar las adversidades sin ayuda de nadie. Estaba enterado de lo que había pasado en la casa de los Uzumakis y pese a que sabía las prohibiciones de aquella relación al ser ellos de una familia de linaje y aquella mujer una simple cortesana cuyo oficio era indecoroso, había aceptado la realidad de que su hijo la amaba , tanto como él amaba a Mikoto. Y estaba dispuesto a ayudarlo a encontrarla.
─ No entiendes lo que se siente─ cuestionó Sasuke. Su padre se quedó fijo en su posición. Alzó la vista para por fin verlo a los ojos. Unas vistas que como dos pozos vacíos no mostraban nada, sin luz, sin nada. Estaban los ojos de Sasuke.
─ Sé lo que se siente perder a un hijo, Sasuke. La tuya aun esta con vida. ─ animó un poco, pese a que nunca antes lo había hecho.
─ Ellos tienen la misma enfermedad ─ referencio al padecimiento de Itachi. La vida de Sarada corría peligro en cualquier momento. Fugaku lo sabía, Naruto se lo había dicho unos días antes.
─ Todo saldrá bien─ le dio un golpecito en el pecho para tratar de darle ánimos.
Sasuke lo miró con un poco de esperanza, las palabras de su padre estaban haciendo efecto y se sintió un poco más optimista aunque un tanto confundido por ver esa faceta de su progenitor, nunca antes imagino verlo así. En esos instantes se estaba portando gentil con él. No había miradas duras ni nada por el estilo, aquella situación había liberado algo que nunca imagino que existiera en su padre, reciprocidad.
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Cortesana
FanfictionDesde muy pequeña, Sakura, sabe cual es el destino de las cortesanas y aunque la aterra, es algo de lo que no puede escapar. Aquella noche, sería la primera vez que entraría en ese submundo. Lo que no esperó, es que aquel pelinegro de aires misterio...