Lágrimas

130 55 33
                                        

El hada salió de la madriguera cuando se sintió completamente recuperada con una bolsa llena de pelo de zorro " llévate un poco joven hada, te será mucho más cómodo que las hojas que tienes por cama, y recuerda, siempre que necesites estamos aquí".

Al salir el hada vio al guardián del bosque dormitando al pie de un árbol, se veía muy tierno para ella, así que decidió jugarle una pequeña broma haciéndole cosquillas con uno de los pelos de zorro.

El guardián iba descalzo a todos lados ya que no podía tener algún tipo de impedimento que le evitara tocar la tierra, de esa forma el podía analizar y sentir todo lo que pasaba alrededor, y el hada se aprovechó de ello.

Acarició suavemente con un pelo la planta del pie del protector, otro estruendoso grito resonó en todo el bosque.

"¿Pero qué haces? ¿No ves que estoy tomando una pequeña siesta?"

El hada se retorcía en el piso de las carcajadas, y el protector estaba completamente rojo de la vergüenza y el enojo, hacía mucho tiempo que alguien había tomado el atrevimiento de jugarle una broma así, quizás por eso a veces incluso, se sentía un poco aburrido.

En eso el protector se dio cuenta de un detalle insignificante a primera vista pero que era muy importante, no sabía dentro de el lo que iba a desatar:" joven hada, tus alas...se caen, se están rompiendo" dijo con un tono de voz suavemente teñido por la tristeza.

El hada dejó de reír, su cara se puso sombría e inexpresiva, se levantó del suelo rápidamente "no se están cayendo, es algo que te parece nada más" dijo entre dientes mirando hacia el suelo.

"Si quieres puedo ayudarte a arreglarlas, será muy sencillo...", dijo el protector mientras se acercaba hacia el hada...

"¡NO TE ACERQUES!", dijo furiosa el hada levantando la mirada del suelo, por sus mejillas fluían lagrimas llenas de tristeza y decepción, " ¡mis alas no se caen, no están rotas! ¡Soy el hada que tiene las alas más hermosas de todo el mundo! ¡Ni siquiera tú eres digno de tocarlas!

El protector se quedó perplejo, nunca había visto al hada de esa forma, ni siquiera había podido llegar a imaginar que un hada estallaría de esa manera, por primera vez desde su nacimiento, no sabía cómo poder ayudar al ser que tenía frente a sus ojos.

El hada recogió los vestigios de sus alas del suelo junto con la bolsa de pelo, dio media vuelta y se fue sin decir ni una sola palabra, el protector solo pudo mirar como ella se alejaba lentamente y se perdía en las inmensidades del bosque, completamente inútil, era la primera vez que fallaba en su única tarea...ayudar a un habitante del bosque.

El hada caminaba aún con los ojos llenos de lágrimas, su dolor era más grande de lo que ella imaginaba, pensaba que reemplazando su hogar iba a ser capaz de poder empezar de nuevo, poder ser incluso mejor que las otras hadas, pero se dió cuenta de una triste realidad que no quería afrontar, no podía ser igual que las demás, ya no era igual y nunca más lo sería, se dió cuenta de que nunca aceptó el hecho de perder sus alas.

Nunca supo cómo ni cuándo, pero se encontraba en la puerta de su reino. Entró la bolsa con el pelo de zorro, colocó el pelo sobre su cama y se acostó sobre ella, desde hacía rato unas palabras retumbaban en su mente, palabras que ella no quería aceptar pero que empezaban a cobrar sentido, palabras que serían vitales para poder afrontar su pérdida: "sin alas, no eres un hada".


El Hada HeridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora