Miedo

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Después de una larga caminata el hada llegó a la morada del temible dragón. Se encontró de pie frente a la entrada a una cueva que se suponía era la guarida del mítico ser, la cual, era más pequeña de lo que ella esperaba " vaya definitivamente el señor dragón no es tan temible como parece", el hada se sentía un poco aliviada ya que sentía un poco de miedo sobre este ser que no conocía, más aun por las advertencia del protector, su imaginación había volado mientras caminaba haciéndola imaginar todo tipo de terribles bestias que le arrancarían la vida de su pequeño y frágil cuerpo.

El hada se giró y en la orilla de un pequeño rio que daba justo al frente de la cueva, puedo ver las hierbas que le había mencionado el protector, tomo un poco y las guardo en su mochila para luego retirarse caminando con paso ligero.

Estando próxima a salir del territorio del dragón, una estruendosa voz se oyó: "Oye, pequeña malcriada, ¿por qué te llevas mis cosas sin permiso?, ven aquí en este mismo instante", la voz se oía grave y poderosa e influía un terror que llegaba hasta los huesos mismos, un terror que helaba hasta el alma misma.

El hada se devolvió caminando lentamente, hasta que llegó nuevamente a la entrada de la cueva. 

"Entra pequeña mocosa sé quién te manda, le pedí específicamente que nadie aparte de él estaba autorizado a entrar ¡nunca me escucha!", la voz tenía un tono de ira y reproche que infundían aún más miedo que antes, pero el hada aun así, entró a la cueva sin pensarlo.

Una vez se adentró en la cueva pudo percatarse de que esta se expandía a medida que la exploraba, abriendo así nuevamente su mente a las ilusiones y fantasmas de enormes bestias y monstruos que la habitaban. El miedo la aturdia, no hacia otra cosa más que caminar y adentrarse a lo que podría ser su fin, temía que pasara lo peor.

Al seguir caminando divisó a lo lejos un pequeño resplandor, como si fuera una pequeña flama que iluminaba suavemente la cueva, el hada imaginó que eran las fauces ardientes del dragón que la esperaba para calcinarla con su aliento de fuego, no podía detenerse, sería por su propia terquedad o quizás algo o alguien que la había hechizado, no podía dejar de caminar hacia esa llama, el hada empezó a pensar que tal vez era su fin, al acercarse a ella sus dudas serian respondidas.

El hada alcanzó el final de la cueva y lo que estaba frente a ella no era absolutamente nada de lo que imaginaba, no era ninguna bestia ni animal misterioso, ni mucho menos un dragón de verdad, lo que estaba frente a ella era solamente una camaleón, cubierta de heridas y colores como los abría en un arcoíris.

Al poder observar la escena con detalle el hada comprendió todo. La grave y estridente voz no era más que un eco que provocaba la misma cueva, y el fuego era una pequeña fogata que ayudaba a la camaleón a poder calentarse dentro de la cueva, ya que la temperatura era mucho más fría dentro de la misma.

Lo único que no terminaba de entender era el por qué le decían dragón, ya que no poseía ninguna similitud con ellos, pero eso fue respondido de manera rápida y sencilla.

La camaleón se levantó en dos patas dentro de la cueva, su sombra se alzó con ella y formó un par de alas negras como la noche, sus escamas se volvieron de un color rojo carmesí que se fundió con el color de sus heridas, así su transformación estaba completa, tenían razón, era un dragón encerrado en el cuerpo de un camaleón, de eso no cabía ni la más mínima duda.

El hada la contemplaba asustada y aterrorizada, no podía creer lo que presenciaba, emanaba un aura que la hacía sentir presionada y obligada a arrodillarse e implorar por su vida, era verdaderamente magnifico y aterrador al mismo tiempo.

"Te pido disculpas poderosa dragón, solo deseo llevarle estas hierbas a un animal que las requiere para poder sanar, así como tú también lo necesitas", dijo el hada sin elevar la mirada.

"No te puedo dejar llevártelas, son solo mías, es imposible" la dragón ponía en claro sus intenciones, no estaba dispuesta a ayudar a nadie más que ella misma, todo lo que poseía era de su propiedad y de nadie más.

El hada no sabía cómo poder convencer a la criatura, así que optó por la única alternativa que se le ocurría en ese momento, tomó valor, alzó la mirada y dijo: " Muy bien lleguemos a un acuerdo gran dragón, yo sanare tus heridas y tú, a cambio de mis servicios, me entregaras las hierbas que necesito ¿Qué te parece?", el hada tenía miedo de que el plan no funcionara, pero era su última carta por jugar.

La dragon contempló la mirada del hada, en ella se reflejaban los sentimientos de miedo y valor fundidos de una manera única, verdaderamente era mas valiente de lo que ella pensaba. La dragona en ese momento solo dijo: "No me parece un gran trato pero está bien, acepto. Luego de que me cures te dejaré llevarte un poco de las hierbas", con voz firme y seca.

La dragón luego cambió su color a un blanco prácticamente puro para facilitar reconocer las heridas, mientras bajaba sus patas y se preparaba para ser sanada.

El hada estaba extrañada sobre la relativa facilidad con la que la había podido convencer, pero no pensó en ello y se dispuso a sanar sus heridas.

Salió una vez más de la cueva para buscar más hierbas y luego realizó lo mismo que hizo el protector con ella, las molió con un cuenco que había dentro de la cueva y esparció el brebaje por las heridas del dragón.

El hada no comprendía como un animal como ella, que vivía en la soledad más absoluta, podía tener heridas tan profundas y graves, sumado eso a una extraña enfermedad que padecía y que, según la camaleón, era incurable.

La dragón le contó al hada sobre todas sus enfermedades mientras ella esparcía el brebaje, le contó sobre las que tenía y las que posiblemente luego contraería, como si fuera algo totalmente natural para ella. 

Parecía como si la dragón hiciera una cita con cada enfermedad para ver si era digna de ser portada por ella, el hada solo escuchaba, era lo único que podía y quería hacer.

Luego de terminar de curarla, el hada guardó los restos de hierba medicinal, le agradeció a la dragón y se marchó de la cueva. Cuando la dragona sintió que el hada ya se había ido, procedió a mirar todo su cuerpo en busca de algún lugar que no tuviera herida alguna, y con terrible ira y tristeza, se arañó la zona buscando crear una herida. Ella lo sabía, más bien lo creía, nadie quería estar con ella, y haciendo esto sabía que por lo menos alguien la iba a ver, tenía miedo, mucho miedo, miedo a quedarse sola, miedo a saber que no era capaz de vivir por su cuenta, miedo a saber que no podía lidiar con ella misma.

Quizás por esa razón aceptó que el hada la curara, por que el miedo de sus ojos era muy similar, por que veía en el hada un ser parecido a ella, un ser herido por la vida, pero que a diferencia de ella, se levantaba a seguir luchando y peleando sin importar nada, la dragón la admiraba un poco también por ser así.

(...)

Luego de un rato de andar, el hada llegó otra vez a la madriguera de los zorros y le dio las hierbas medicinales a la mama zorro, mientras las crías estaban jugando y peleando entre ellas, la mama zorro las detuvo y dijo: "Agradecida estoy contigo joven hada, veo que al deshacerte de tus alas has adquirido una nueva forma de ver el mundo, me alegra saber que ya estas sanando".

"Pues sí, fue todo gracias al protector, sin él no podría haber hecho nada de esto, le estoy muy agradecida", dijo el hada, a lo que la mama zorro respondió "Espero puedas seguir así, alguien tan valiente como tu debe de seguir avanzando por este mundo y ayudarlo a ser algo más".

El hada luego se despidió de la mama zorro y el papa zorro y prosiguió con su aventura, pero antes de seguir contactó con el protector.

"¿Me escuchas protector? ¿Puedes hablar?", dijo el hada.

"Si por supuesto, estoy libre ahora, ¿pudiste conseguir las hierbas? ¿Pudiste también curar al dragón?", dijo un poco asustado el protector.

"Si, por suerte todo salió bien, aunque sinceramente, no quiero volver a ver a ese dragón nunca más".


El Hada HeridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora