I. Palabras amables ㊙

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Hinata sabía que no se podía esconder por siempre, pero si osaba poner un solo pie en el salón de entrenamientos y su padre descubría que se había herido el tobillo izquierdo, eso le iba a generar problemas innecesarios, empezarían las preguntas incomodas; ¿cómo te lo torciste? ¿qué estabas haciendo? ¿caíste de algún lugar? ¿alguien te lastimó? No es que tuviese algo malo que ocultar, pero queria postergar tanto como le fuera posible la reprimenda que le darían por torpe. Tropezó con una gruesa raíz por las montañas al perseguir una mariposa.

     Se hallaba camuflada por los imponentes arbustos del patio trasero, con los ojos cerrados, rezando al cielo que no la encontrasen, que por favor, por favor, ¡por lo que más quisieran! ¡no lo lograran!, pero es que aquello era mucho pedir, hubiese sido milagroso que tal cosa se cumpliera, siendo su propio clan quien la buscaba.

     Una mano rápida y firme apartó toda la maleza que la hacia sentir tan protegida; de nuevo estaba expuesta a la luz del sol y a esos ojos opalinos que la observaban con impaciencia, aunque para ser sincera, se dijo, nunca había sido realmente invisible ante esa mirada.

—Hinata-sama, hace media hora que debió llegar al döjo —comenzó Neji Hyūga, dejando lo más clara posible su irritación mediante el tono de voz—. Podría usted explicarme, ¿qué cree que está haciendo? Le suplico que no me diga que se esconde.

    Él no lo quiso creer, ni ella era tan tonta para pretender huir del Byakugan.

    El cerebro de la chica empezó a trabajar a toda velocidad, ¿qué diablos podía decir que no la hiciese sonar patética? O peor aún, ¿qué podía decir que no hiciese molestar de sobremanera a su primo? Juntó las manos con nerviosismo iniciando el roce entre sus dedos índices, bajó la cara y lo supo; se empezaba a poner cada vez más roja.

—N-No me escondo —musitó en voz tan baja que Neji tuvo que forzar los oídos para poder entenderle—. Yo estaba... es-estaba... es de-decir, no es como si... uhm...

   El joven pudo leer fácilmente la actitud dócil y las expresiones del culpa en el rostro, casi escarlata, de tanta vergüenza. En efecto, ella había tratado de esconderse, ¡menuda imbecilidad!

—Encima me hacen perder tiempo al venir a buscarla —Le tendió una mano para ayudarla a ponerse en pie. No obstante, su prima se coloró todavía más, dudaba de aceptar el gesto como si tuviera que decidir entre ser ciega o morir, todo su cuerpo temblaba. Y es que Neji era conciente de lo tímida o asustadiza que podía llegar a ser Hinata, pero estaba actuando de manera cobarde a un nivel fuera de lo normal, incluso para ella.

   Enojado por su lentitud al decidir él decidió por ella y la cogió de la muñeca para levantarla bruscamente del césped. Mas, con dicha acción solo logró que la joven princesa se saliera de balance inmediatamente. Tuvo que darse prisa para lograr atraparla entre sus brazos, le colocó el brazo izquierdo en la espalda con tal de hacer de soporte y con la mano derecha la tomó por el torso.

    Hallarse tan cerca del cuerpo de un chico solo consiguió hacer que Hinata se sintiese tres veces más acalorada que antes. Con el rostro ardiendo cada vez más se removió incómoda ante el tacto de su protector y comenzó a balbucear de nuevo.

—Perdón, Neji-niisan —trató de apoyarse algo más en el pie que tenia sano—. De verdad lamento mucho todas las molestias.

    Él la miró con los ojos entrecerrados, la paciencia tenia un límite, y se podía decir que su límite era mucho más bajo que el de los simples mortales, al menos unas tres veces más pequeño, y por un demonio que Hinata lo llevaba a cero en cosa de segundos.

—Hinata-sama, ¿se encuentra usted bien? —le habló como si investigase algo terriblemente grave—. ¿Puede avanzar por su cuenta?

—Claro que sí.

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