IX. Aroma a Rosas ㊙

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IX – Aroma a Rosas

Tras una extenuante sesión de entrenamiento con el equipo nueve, Tenten caía muerta junto a Neji resollando de cansancio. Ambos sudaban lugares que no creían capaces de hacerlo y carecían de fuerzas suficientes para quejarse de dolor o reclamar misericordia. Ella era la kunoichi con más resistencia de su generación, del mismo modo que Neji poseía un excelente aguante en comparación de otros ninjas (y lo agradecían). Pero ambos consideraban que Might Guy a veces exageraba con los estándares de lo que se podría entender como "trabajo duro y disciplina"

—¿Es trabajo duro cargar cinco veces nuestro peso y dar quinientas vueltas alrededor de la aldea bajo un sol abrasador? —protestó la castaña, casi sin oxígeno.

—No lo sé —respondió Neji jadeante—. ¿Consideras disciplina subir cien veces la montaña usando solo las manos?

—Solo si antes hacemos setecientas flexiones como calentamiento.

     A diferencia de Tenten y Neji, quienes tardarían unos minutos más en recobrar ánimos y levantarse del césped, Rock Lee y Might Guy debatían a voz en cuello nuevos desafíos para practicar el resto de la tarde. El equipo disponía de tres horas libres antes de proseguir con el ejercicio. La mañana era dedicada al entrenamiento físico y taijutsu, mientras que durante la tarde se enfocaban en perfeccionar sus puntos fuertes, técnicas y métodos de combate. Aquello era una «Reunión de emergencia del equipo nueve para no estar fuera de forma y mantener el espíritu en alto, en nombre de la flor de la juventud» según palabras exactas de su Sensei. «Como si no nos viéramos la cara suficientemente seguido» había dicho Tenten.

—¡Guy-sensei! —exclamó Rock Lee adoptando posición de respeto—. Solicito permiso para regresar a mi casa en busca de mi almuerzo. Lo dejé sobre una mesa. Prometo que volveré tan rápido como me sea posible.

—Ese tipo de olvidos no son buenos, Lee, un ninja debe ser responsable en todo momento y en todo lugar. Ve a buscar tu comida y retorna a este punto sin demora —respondió Guy colocándole una mano en el hombro—. La alimentación es tan importante como el ejercicio para una buena condición física.

—¡Sí, Guy-sensei, tiene toda la razón! ¡No volverá a ocurrir! —prometió—. ¡Ahora vuelvo!

     Dicho y hecho, Rock Lee se esfumó a paso veloz en dirección de la aldea.

     Sus desgastados compañeros de equipo se preguntaron desde el suelo, de dónde diablos sacaba tanta energía, era ridículo que alguien pudiera mover una sola fibra de su cuerpo después de tal esfuerzo, mucho menos correr. Por lo mismo, ambos ya se preparaban para recibir un discurso motivacional de parte del adulto, orientado a que siguieran el buen ejemplo de Lee y se llevaran al límite cada vez un poco más, cuando la buena fortuna les sonrió y cierto ninja de cabello blanco se dejó ver a dos kilómetros de distancia por accidente.

—¡Mi buen amigo Kakashi! ¡Veo que el destino quiso hoy que nos encontráramos! ¿Tienes un minuto para hablar?

     Y antes de que Kakashi tuviera oportunidad de darse cuenta quién lo abordaba y por dónde, Guy ya había avanzado hacia él, olvidando a sus dos alumnos solos en el claro del bosque. Ellos no vieron cuándo su maestro se alejó, pero el silencio les dejó saber que, como pocas veces, aquel día podrían almorzar en paz.

—Hey, ¡Neji, espabila!, si nos damos prisa, igual terminamos de comer antes de que esos dos vuelvan, hay que tragar sin masticar —propuso su amiga, apoyándose sobre los codos para levantar la mitad superior de su cuerpo—. Es ahora o nunca.

     Pero Neji no la estaba escuchando. Es cierto que llevaba minutos con cierta pesadez, pero de pronto se sentía terriblemente mal y su cabeza no abarcaba información más allá de la aflicción. El desgaste físico era ahora un pormenor; los oídos le zumbaban, le costaba enfocar la vista y no conseguía inhalar adecuadamente porque un dolor agudo le hacía crujir el pecho en cada mínimo intento. Era como si lo apuñalaran desde dentro resquebrajándole los pulmones. Si los castigos con el sello maldito del clan Hyūga no hubiesen sido más brutales que esta nueva agonía ante la que se doblegaba, entonces habría dado muestras obvias de sufrimiento aparte de los pocos espasmos que llegaron a reflejarse en sus manos. Permaneció segundos con los ojos cerrados, sin decir palabra, hasta que el dolor se fue apaciguando y pudo volver a respirar.

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