X. Equinoccio de Otoño ㊙

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X – Equinoccio de Otoño

Por un tiempo las cosas se mantuvieron en plena calma. Los días deshojaron las flores de Julio, arreciaron las lluvias de agosto, marchitaron los árboles en septiembre, sin que nada perturbara la paz. Hinata sanó su tobillo con normalidad y volvió a incorporarse activamente a las misiones del equipo ocho. Había extrañado a Kiba y Shino tanto como ellos la habían extrañado a ella. Estuvo feliz de comprobar que los lazos de amistad permanecieron intactos pese a la embarazosa situación pasada, su compañero había sobrellevado el rechazo con muchísima más madurez de la esperada. No hubo cambio alguno en su forma de ser, de dirigirse a ella, ni de tratarla. Seguía siendo ese chico atento que se quedaba atrás para no dejarla sola entre las ramas de los árboles y le tendía la mano cada que se caía.

     Por su lado, Neji se había estancado con Tenten en un punto muerto de la investigación acerca del fenómeno "olor a rosas". Él aún olía como un millar de ellas, pero el desgarre en el pecho no había vuelto a repetirse y desde la consulta médica trabajó en reforzar la idea de que no le pasaba nada malo, tenía una excelente salud, aptitud física, autocontrol. Estaba bien, debía estarlo.

     Con tal de evitar preguntas incómodas con relación al aroma a flores, estuvo comprando ramos de rosas a diario en la tienda de Ino, para adornar su habitación y el döjo. Aunque eso a su vez atrajera preguntas del tipo «¿por qué y para qué está él comprando rosas a diario?», o «¿Cuál es la necesidad de atestar su recámara y el recinto Hyūga con flores?». Eran incógnitas más fáciles de responder. Quizá lo más pesado que le llegó a ocurrir fue que Ino y Sakura quisieran jugar a ser detectives privadas para averiguar qué hacía con tantas rosas. Pero lo más interesante que supieron de Neji, fue que cambiaba el agua de todas las jarras de su habitación, puntualmente, tres veces al día, a la misma hora. Y no era la clase de información que estaban buscando, así que al poco tiempo lo dejaron estar.

     Solo quedaba el riesgo de que Tenten popularizara un apodo realmente estúpido para burlarse de él. Ya había perdido la oportunidad usar un juego de palabras haciendo alusión a su don con las aves. Que dejase también pasar la ocasión de llamarlo públicamente "princesa de las flores" habría sido poco menos que un milagro.

     Pero los milagros existían.

     Y Tenten respetó a consciencia el tiempo, el espacio y la vida privada de Neji porque tenía la extraña certeza de que esta colapsaría y se derrumbaría por sí sola. En cuyo caso él se vería orillado a dos únicas opciones; terminar de abrirse con ella o buscar ayuda en Hinata y, en cualquiera de las dos, se daría por satisfecha. Atormentarlo era un plus, pero el objetivo real era que aprendiera a aceptar el apoyo de sus amigos.

     No pasaría demasiado tiempo antes de que sus predicciones se revelaran ciertas.

     Durante el equinoccio de otoño, Neji Hyūga se despertó agitado, a la luz de la luna llena, con fiebre, débil y sudando a mares. En su pecho sentía removerse el clamor de aquella tristeza a la que no dejaba pasar de la garganta y seguía sofocando, segundo a segundo, en un intento desesperado por recuperar la paz. Esta vez no hubo dolor, al menos no consciente. Algo más palpitaba allí dentro, susurrando con dulzura cosas ininteligibles.

     Cosas que él no quería escuchar.

     Era mitad de madrugada y el augurio del invierno volvía el frío insoportable. La fiebre consignó un completo tormento, dudaba de poder conciliar el sueño una vez más. Pensó en levantarse a buscar un par de sabanas gruesas al fondo de su viejo mueble, pero la debilidad lo mantuvo postrado en la cama.

     De pronto, alguien dio tres toques en madera, interrumpiendo su agonía.

—Neji-niisan, ¿puedo pasar un momento, por favor? —Se oyó la ansiosa voz de Hinata del otro lado de la puerta—. No te veías muy bien hace rato, vine a ver si te sentías mejor. Traje té y galletas.

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