XIII. Objeto de Cristal ㊙

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     XIII – Objeto de Cristal

Cuando llegaron a su destino la luna estaba luminosa en lo alto; un cénit nocturno los recibió en la ciudad. Pero solo Neji prestaba atención a cosas como el clima, el cielo o detalles del entorno. Estuvo recorriendo los campos de arroz con su mirada mientras el carruaje subía la colina a la mansión. Evaluaba el terreno para no perder tiempo el día siguiente y acabar con aquello lo antes posible. Por su parte, Kiba no estaba interesado en nada que no fuese un plato de comida y una cama donde dormir. Pensaba roncar tan fuerte que sería escuchado al otro lado del país del fuego. La falsa Hinata llevaba más de medio día dormitando en el hombro de Neji y batallando para no quedarse dormida. El viaje había sido infinitamente aburrido para ella, hubiera preferido mil veces ir a pie, con Rock Lee gritando "¡ANIMO!" cada dos kilómetros y Guy-sensei haciéndolos repetir de memoria las consignas de un buen ninja.

—Ya llegamos —le susurró Neji al oído. Faltaban pocos minutos para que el carruaje se detuviera.

     Hinata se incorporó y vio a los demás aún adormilada. Kurenai estaba sentada con la espalda recta, es probable que no parpadeara un solo momento del trayecto. Kiba comía unos dulces redondos y oscuros para mantenerse despierto, pero no lucía muy espabilado tampoco. Cuando vio que su amiga había abierto los ojos le tendió la bolsita de caramelos.

—¿Quieres? Pareces débil.

—Tú también —respondió ella negando con la cabeza—. Estaremos todos mejor mañana, no te preocupes por mí.

     Al bajarse en la entrada principal un sirviente los esperaba para guiarlos a sus habitaciones. Se los esperaba a primera hora del día siguiente en el pabellón, debían dormir lo antes posible. La mansión era mediana pero lujosa: los colores marrón, azul y gris predominaban en las paredes y demás decoraciones de buen gusto. Era una estructura clásica, con pisos de madera, puertas corredizas estampadas y lámparas sencillas, redondas, colgando como globos de luz en pasillos, salones y dormitorios por igual.

     Caminaron por corredores silenciosos hasta la parte trasera del tercer jardín interno y allí, delante de un pequeño estanque verde con flores de loto, estaban las cuatro habitaciones preparadas para hospedarlos. Kurenai dio las gracias al educado sirviente por mostrarles el camino y este mencionó que si querían algo de comer, pronto les traerían una buena cena. El amo de la casa se disculpaba por no estar presente, ni salir a darles la bienvenida, pero en aquel lugar se acostumbraba dormir temprano y hubiese sido desconsiderado de su parte cabecear ante tan ilustres invitados. Dejó instrucciones claras para que fuesen bien atendidos, pero no los vería hasta la mañana.

     Los cuatro, maestra y discípulos presentaron una reverencia leve para despedirse del joven guía.

—Imagino que ustedes querrán atender su apetito antes de ir a la cama —dijo Kurenai con suavidad—. Recuerden ser prudentes y no hacer ruido. Yo no tengo hambre, solo estoy cansada, pasaré esta vez. ¿Bien? Creo que eso es todo, que tengan buenas noches.

      Entró a la última habitación, al fondo, y cerró la puerta.

—Entre hambre y sueño tengo más hambre que sueño, pero creo que si me recuesto de algún lado, caeré muerto de todos modos —dijo Kiba estirándose con la satisfacción de saber que pronto estaría entre unas bonitas y limpias sábanas.

—Neji-niisan —pidió Hinata tirando de la camisa del chico castaño—. ¿Podemos ir a dormir? ¿Podemos? Yo tengo más sueño que hambre... ¡por favor!

—Ve a dormir entonces, ¿por qué le pides permiso? Ni que durmieras con los ojos de él.

     Neji hizo oídos sordos al comentario de Kiba.
     Se lo pensó antes de responderle a la princesa.

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