VIII. Semilla de Tristeza ㊙

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     VIII – Semilla de Tristeza

Los fuegos artificiales adornaron con sus luces de colores el cielo hasta los últimos minutos del festival. Entonces, tras el gran espectáculo final, la mayoría de la gente comenzó a recoger con calma sus puestos de comidas, juegos y demás atracciones, mientras el resto se retiraba alegremente a sus casas. Poco a poco las calles se vaciaban, quedando quizá en las plazas parejas sentadas por los rincones o personas que vivían cerca. Los murmullos disminuyeron, el sonido de las cigarras se volvió más notorio segundo a segundo y, cuando Hinata menos lo esperó, se vio parada sola junto a Neji bajo el resplandor naranja de una farola. Sus amigas se habían despedido con palabras amables y sonrisas prometiendo encontrarse una próxima vez.

—Neji-niisan, Kiba debe estar esperándome, debo hablar con él antes de volver al complejo. Lo que quiero decir es que... en serio debe ser a solas.

—De acuerdo —respondió el joven Hyūga con un deje imperceptible de amargura en la voz. Kiba Inuzuka era compañero de equipo de Hinata, no había nada más que decir. Reclamar, oponerse, preguntar; habría supuesto una indiscreción tremenda de su parte. Gracias a Ino y a Sakura ahora sabía que Kiba estaba enamorado de su prima. Única información que le concernía para entender el contexto entero de la situación.

—Solo serán unos minutos y el puente está cerca de aquí, ahora vuelvo. Si llego a tardar más de media hora puedes ir a buscarme, sé que debemos regresar pronto pero podría perder la noción del tiempo.

     La mente de Neji no se lo tomó bien «¿Cómo podría perder la noción del tiempo? ¿Qué tanto puede demorarse un rechazo?» y enseguida la realidad lo golpeó con tal contundencia que se sorprendió a sí mismo al no caer bajo el peso de sus propios sentimientos.

     «¿Por qué... pienso que lo va a rechazar? No..., no es eso ¿Por qué quiero que lo rechace?». Bajó la mirada, molesto al haberse encontrado de cara con emociones de las que no tenía un conocimiento consciente. No es que fuese importante. No es que estuviese enamorado de Hinata. No es como si estos sentimientos, de pertenencia y posesión, recién descubiertos fueran a cambiar en algo las cosas. Pero darse cuenta de que los tenía, de que estaban allí dentro de él, era cuando menos desconcertante.

—La esperaré aquí, no se preocupe —dijo con aquella calma blindada de siempre.

     Hinata asintió y se marchó a buen paso. Demasiada pena le iba a dar si es que Kiba ya llevaba rato aguardando por ella en el puente, todavía no sabía exactamente qué es lo que le iba a decir, pero cuanto antes solucionara eso pues mejor.

     Cruzó una calle y dos callejones mal alumbrados antes de que pudiera salir relativamente del campo visual de Neji. Quien, por cierto, empezaba a enlistar en su cabeza las razones por las que no debía seguir a Hinata ni espiarla. En nombre de su dignidad buscaba autoconvencerse que no le importaba en lo más mínimo lo que ella hiciera o dejara de hacer. Sin embargo, paralelamente a esa lista de razones para no seguirla, se formaba una enumeración de justificaciones para hacerlo. Esas contradicciones lo mataban por dentro y tenía poco tiempo para decidir qué hacer. Mantenerse allí por orgullo o entrar en movimiento por curiosidad.

     Si Hinata se hacía novia de Kiba se enteraría a su debido tiempo, de igual modo si lo rechazaba. La verdadera intriga de Neji residía en el porqué de ambas cosas. Si Hinata decía que sí: él quería escuchar en vivo y directo qué le había encontrado ella de atractivo a un chico torpe, ruidoso como los perros que cuidaba, desorganizado como cualquier animal y psicológicamente simple. Para así poder decepcionarse con gusto y quitarse cualquier clase de idea idiota que tuviera respecto a su prima. Pero, por otro lado, si Hinata decía que no: quería escuchar por qué, ¿no le gustaba Kiba?, ¿no era su tipo?, ¿solo lo veía como un amigo?, ¿le gustaba alguien más?, ¿entonces quién le gustaba?

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