V. Invierno y Verano ㊙

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No había razón alguna para que en una noche estrellada; de esas en las que las sombras no murmuran, ni el frío invade el alma, o la luna se dispone indolente sobre cielo. Hinata tuviese miedo. Pero lo tenia. No bien acababa de cerrar los ojos y contra sus párpados desfilaban imágenes horribles de una sangrienta guerra en proceso. Le era imposible conciliar el sueño con semejantes pesadillas acechando en la oscuridad. Por más que la niña se esmeraba en mirar por la ventana y reafirmar una y otra vez que esa noche era tranquila, clara, amable e incluso confortable. No dejaba de temblar de miedo. Llegó a la conclusión de que el problema no era la noche, pues esta hubiese abrigado acogedoramente incluso al más paranoico de los pequeños. El problema era ella misma. Algo dentro de su corazón la tenía intranquila.

    Pretendió volver a dormir, pero fue en vano, todo se repitió. Un árbol que se levantaba en magnificencia hacia la luna llena. Las raíces cubiertas de cadáveres bañados en sangre. Personas de diversas aldeas luchando en contra de resurrecciones. Las imágenes iban a prisa, una más grotesca que la otra, una más sórdida que la anterior. No paraban, no se detenían. La última que vio era la del cuerpo de Neji inerte en el suelo, con el corazón y los pulmones destrozados, antes de despertarse sobresaltada y abatida por la cruda visión, todavía demasiado fresca, como para poder controlar el asco.

    Salió corriendo —o más bien arrastrándose, pues aún su tobillo se resentía— al baño y tuvo que vomitar cerca de cinco minutos, con el agua corriendo en el lavabo. No sabia qué la asqueaba más, si la sangre acumulada en el torso de su primo o el pánico sin mesura que le recorrió la columna vertebral ante la idea de perderlo, de verlo morir. Hasta ese momento de enfático pavor no sabía qué tan dependiente emocionalmente era de él, incluso con los roces y la idea de que era odiada, ¡no se imaginaba!, ¡la verdad sea dicha!, ¡cuanto lo queria! ¡cuanto amor y cariño le guardaba a Neji!

    Se limpió lo mejor que pudo y se dijo a sí misma que regresaría a la cama, a dormir de una vez. Nadie tenía por qué enterarse de que una pesadilla consiguió con penosa facilidad trastornarla gravemente. Ya su padre y el clan tenían una imagen bastante mala de ella como ninja. No necesitaba empeorarla, con un vergonzoso lloriqueo a mitad de la madrugada solo porque tuvo un mal sueño. No, claro que no.

    Debía aprender a controlar sus sentimientos como las buenas kunoichi.

    Sin embargo, cuando salió del baño y cruzó el pasillo para llegar a su habitación, todavía le temblaban las piernas. Hace falta además decir, que cualquier pasado esfuerzo por contener sus emociones, o su antigua pretensión de jugar a ser una niña ruda, quedaron instantáneamente suprimidas al ver caminar a Neji por el corredor, en calidad de centinela. Olvidó que se elegía a uno de la rama secundaria por semana para velar del recinto.
    Dejando de lado el decoro, el pudor, los buenos modos y hasta la sensatez se abalanzó hacia él, con muy torpe andar, que la hizo dar un traspiés y casi caer dos veces. Al reparar en la presencia de la heredera, el joven no estaba seguro de por qué se hallaba ella tan agitada, pero se apresuró a su encuentro para auxiliarla. Analizó todo: era poco probable que ocurriese algo grave en verano, la época más tranquila del año. Por lo que conociéndola, capaz la había asustado un conejo salvaje, un grillo, o su sombra, no es que fuese Hinata muy difícil de impresionar.

   No obstante, ni si quiera le dio tiempo de iniciar su muy elaborado y ceremonioso sermón acerca de por qué ella debía guardar reposo si tenia un tobillo torcido. O más aún, uno acerca de por qué es malo perder horas de sueño. Cuando su prima se le lanzó encima estrechándolo fuertemente en un caluroso y franco abrazo. Demasiado para su gusto. La invasión repentina del espacio personal era bastante censurada por él. La incomodidad que proporcionaba la cercanía de otra persona le ponía los nervios de punta.

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