Parte 2

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El espeso follaje de los altos árboles del bosque protegía a un semidesnudo cuerpo masculino de los fuertes rayos de sol. Para proteger las manos trabajadoras, unos gruesos guantes de trabajo se colocaron. Después se dispusieron a llevar una carretilla. Ésta iba cargada de piedras grandes y chicas, las cuales a veinte metros de distancia serían descargadas. La barda que se construía serviría para delimitar una propiedad de otra. También para detener el paso de algunos animales. Los que se divisaban a cierta distancia eran de labrado; y en ese momento pastoreaban en el valle de lo más tranquilo gracias al trabajo que se empezó esa mañana.

Llegada la tarde, la persona que vestía pantalones negros y estaban enrollados hasta la rodilla, los miró en el instante de detenerse. No obstante, sus ojos seguían el paso de un vehículo en la vereda vecina; y la sonrisa acompañada de un pujido eran señal de que sabía muy bien quiénes eran.

Sí sabiéndolo, el trabajador se dedicó a lo suyo: a la construcción de la barda de piedra y lodo. En eso, escuchó un chiflido. Y decir que presto lo atendió pues no. Lo hizo después de haber bajado su carga para regresar por más.

El que lo estuviera llamando, debido al poco caso hecho, tuvo que ir a su encuentro para decir:

— Después de una semana de ausencia, finalmente han llegado.

— Sí, así parece — se contestó con poco interés. Aunque interés mayor se notaba en el que inquiría:

— ¿Quieres que termine esto por ti?

— ¿Por qué lo harías?

— Bueno, es que como se trata de...

— John — interrumpieron a éste para asegurarle: — cuando pida tu ayuda, espero tenerla.

— Es decir...

— Si no tienes nada más importante qué hacer...

— Deja, yo lo hago.

— ¡Te he dicho que no! — gritó un energúmeno. Empero el ofrecido insistiría con otra cosa:

— Sabes muy bien que me castigarán por dejarte hacer esto, ¿verdad?

— Mientras nadie lo sepa, no habría por qué

— Terry, en serio que te odio y mayormente cuando te obstinas con las cosas

— ¡Pamplinas! — se expresó. — Y mejor pásame el pico —, se apuntó el que yacía cerca. — Esta roca —, donde pusieron un pie, — está bastante enterrada.

— ¿Qué hago si me preguntan por ti?

— Diles que... — conforme se recibía lo pedido se contaba la idea: — me caí en un pozo y que no has podido sacarme de ahí. Que tienes que pasarme pan y agua para que así pueda seguir viviendo.

— Gracioso

— Vamos, John, no aguantas ni una broma.

— Porque éstas salen caras contigo. Y como no voy a aguantar otro de los castigos que tu hermanastro me impone, creo que sí tendrás que volverte a casa. Además... vi que no llegó solo.

— ¿No? — con ese dato sí mostraron interés, y mayúsculo al oír:

— No. Es una jovencita...

— Será su novia

— Se ve demasiado niña para él.

— ¿Qué tanto?

— ¿Por qué no lo averiguas por ti mismo?

— No — el trabajador optó por negar otra vez; y en su actividad se concentró; quedándose su mente muy inquieta al estar pensando... — ¿qué maquinas ahora, Williams? Pero principalmente... ¿quién se ha prestado a tu juego?

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