Parte 3

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A los pocos minutos de haberse aceptado el nuevo trato, se arribó a una mansión. Y en lo que una portezuela era abierta, los ojos de Candy, desde la ventanilla, miraban asombrados la impresión de su tamaño. También la construcción, la cual fue comparada con...

— ¿Acaso hemos llegado al Castillo Windsor?

— Algo parecido, pero no

— ¡Por supuesto! — ella misma reconoció que no lo estaba. — Porque de haber dicho sí, en lugar de fingirme muerta, te haría la propuesta de que me presentaras mejor con tu hermanastro y casarme con él.

— ¿No crees que eres muy pequeña para tanta responsabilidad?

— Ya lo creo; pero con tal de vivir siempre aquí... puedo fingir que tengo... ¿qué edad tiene tu pariente?

Desconociéndose ese dato, Candy, conforme se bajaba del auto, escuchaba:

— Apenas 17

— ¡Un bebé! — respondió la ocurrente chica; y debido a eso, logró carcajadas de su acompañante. También que se le cuestionara:

— ¿Te lo parece?

— Sí.

— Y eso, ¿te dificultaría algo en tu plan de ayudarlo?

— ¡Para nada! Porque casi somos de la misma edad.

— Sí, algo así me imaginé. Bueno, ahora entremos a casa — al estar afuera del auto y frente a la entrada principal de aquel lugar, — pero recuerda, nadie debe verte.

— No te preocupes, Williams, seré tan invisible que ni tú te darás cuenta de mi presencia.

— Eso espero.

Como siguiente paso, se dio una señal y con ella el llamado a Candy, la cual seguiría a Johnson, yendo los dos muy pegados a la pared de piedra; empero llegado al final, una circular torre los recibiría habiéndose ingresado por una pequeña puerta.

Por lo que era obviamente un pasillo secreto, hombre y jovencita ascendían por una extensa escalera encaracolada, divisando Candy primero hacia abajo y luego hacia arriba donde, a través de una gigantesca cúpula, la luz del sol los iluminaba.

Pudiendo ver la redonda forma del lejano astro rey, la chica seguía su camino. No obstante, sus ojos se volvieron raudos a la persona de Johnson quien había producido un ruido que hizo eco por todo el lugar en el momento de haber abierto otro acceso.

La pesada puerta de hierro que se deslizara era también observada por Candy, inclusive cuando fue cerrada y colocado un gran candado.

— Sigamos — indicó Johnson; y su compañera acató la orden.

Sin embargo, la mente de la chica y la mano que se llevara a la altura del pecho derecho, consiguió una risita. Segura estaba que su llave de la suerte le ayudaría a salir de aquel lugar para conocerlo todo; ya que por supuesto no iba a quedarse encerrada habiendo tanto por visitar; sobretodo escuchar. ¿Qué? ¡Lo que fuera! Además, tenía que cerciorarse de una verdad: la existencia de la hermana de Williams y también la del hermanastro, quien supuestamente estaba en Estambul cuando realmente estaba a medio kilómetro de la mansión.

A esa y un tanto exhausto, llegó John, viendo el camino que Williams tomaba. El de Johnson y compañía no. Por lo mismo, atrajo la atención del hermanastro de Terry.

— ¡Señor Andrew!

Con un poco de arrogancia el hombre lo atendería.

— ¿Sí?

— ¿Cómo le ha ido en su viaje?

— Bastante bien, John. ¿Qué me dices tú? ¿cómo se ha portado Terry?

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