Parte 13 FINAL

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Pobladores, amigos y familiares conocían la lamentable condición de Somalia Andrew. Por eso, muy pocos fueron los valientes que se animaron a presentarse. Entre ellos, el juez, el notario público y dos que tres personas mayores los cuales eran parientes de la mamá de Terry.

A éste —vistiendo un presentable frac de chaqueta azul marino, pantalones grises— John le pasaba un último trapazo en sus zapatos negros.

Mirándose el cabello en el espejo, el joven Grandchester preguntaba:

— ¿Y bien?

— Lástima que no soy mujer si no... te robaba, amo

— ¡Cállate, idiota!

Al calificado así también le hubieron dado un golpe en la cabeza; y decía en lo que se ponía de pie:

— ¿Entonces para qué preguntas cómo te ves? Aunque lo hiciste para saber si a Candy le gustarás. Eso es más que obvio. Lo malo que recuerda, amo, es a Somalia a quien le propondrás matrimonio.

— Lo sé. ¿Crees que ya esté lista?

— Iré a ver si tú gustas

— Sí, mientras yo bajo a recibir a los invitados. No te olvides de mi encargo.

— No, señor — el lacayo posó firme ante el camino que el patrón tomaba.

Hacia la puerta de su habitación Terry fue; pero previo a cruzarla un nerviosismo se apoderó de él. Era cierto. A Somalia le pediría matrimonio. Sin embargo, su corazón lo había puesto en las manos de Candy quien en su recámara...

A pesar de estar en una silla de ruedas, ella hubo sido partícipe del aseo que las empleadas le dieron. Un baño aromático acompañado de unos ricos masajes para hacerle desaparecer la tensión y la histeria que se apoderara de ella una vez arribado el gran día.

Consiguientemente de haber sostenido una plática con Lula, ésta le mostró las hermosas prendas que usaría.

Candy no lo podía creer. Ante ella estaba un vestido de color rubí de corte sirena de ombre ondas de océano como top y una preciosa falda completa hecha a mano de organza. La espalda baja en V le daba ese toque sexy, mientras que la cintura gruesa ayudaba a acentuarle su figura. Su cabello atado completamente la hacía lucir más edad. Y en sus mejillas un leve colorete que le ayudara con la palidez.

La señora Portman la encontró sonriendo. Pero en cuanto le informó que era hora de bajar, Candy dejó de hacerlo. Era la hora de la verdad; y para animarse suspiró profundamente y exhaló.

Ya animada, las dos comenzaron su verada. Recorrido el pasillo, Somalia se puso de pie justamente en el inicio del descenso; y desde abajo ya todos la miraban.

Para ayudarla a bajar y aguantándose las ganas de desmayarse al verla tan bella, Terry, con garbo, subió hasta pararse frente a ella. Por instantes, los dos se miraron y sonrieron. Consiguientemente empezaron a bajar, apoyándose ella también del barandal para demostrar su convalecencia.

Williams, impactado, se acercó a ellos. En sí, a recibir la mano de su hermana. Besado un dorso, la hizo pasar su brazo por debajo del de él quien no se limitaría y diría:

— ¡Estás sencillamente bella!

— Gracias, hermano — respondió Candy, escuchando justamente Andrew a su hermana; y por ende la volteó a mirar. A Terry también y éste, con la mirada al frente, sonreía y una ceja enarcaba altamente.

No obstante, y pese a ver al trío acercarse, la audiencia increíblemente retrocedía. Todo se debía al miedo de lo desconocido que tenía aquella, de la cual no se dudaba era sumamente hermosa la jovencita. Sin embargo, una vez que Somalia fuera puesta en un sillón de la espaciosa sala, frente a ella se plantó un hombre para decir:

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