Parte 5

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Por el pasaje secreto, Terry hubo entrado a la mansión. Pero en lugar de ir inmediatamente a buscar a Candy, primero buscó sus aposentos para asearse y vestirse. Con posterioridad se dedicó a la tarea de dar con ella. Sin embargo, en cada habitación y rincón que visitaba era un rotundo fracaso. Lo hubo sido así por casi dos horas; y estaba a punto de abandonar su búsqueda cuando recordó un último lugar.

— Sí, la recámara de Somalia.

Esa que Williams hubo conservado sellada e intacta por haber pertenecido a su desaparecida hermana. Entonces y sin hesitación Terry se dirigió allá, encontrando la pieza abierta y sola, pero con todos los indicios de que ahí la chica hubo estado.

Hacia la cama en desorden él marchó. Y en el instante de coger el blanco y elegante cobertor, la llamó.

El silencio que imperaba en la pieza era prueba obvia de que allí Candy no estaba. No obstante...

— ¿Estás aquí? — Terry hubo preguntado, callando su voz para escuchar los gritos de la soledad.

Resoplando debido al fracaso, el muchacho Grandchester soltó lo que sujetaba para encaminarse al baño y revisarlo.

— Nada — se dijo, cuestionándose así mismo: — ¿acaso te habrán sacado de aquí?

Al preguntarse, Terry se hubo referido a la mansión en general, no a la habitación que dejaría rápidamente para ir adonde Williams.

Éste por su parte, en la oficina, encima de un escritorio de caoba tiraba un folder. Las hojas que ello contenían salieron un poco; y porque la primera hoja estaba más visible...

— Qué no hubiera hecho con 23 millones de libras. Ahora tendré que conformarme con ser el albacea y recibir una mierda como sueldo. ¡No, no! — hubo desesperanza en las palabras dichas, — con eso no podré vivir. ¡Con eso no quiero vivir! Ya tenía un plan muy bien trazado y estaba seguro de mi éxito; pero no, tuviste que echarlo a perder, Candy; y como todo trato hecho que se hace y no se cumple, alguien debe de pagar y esta vez vas a ser tú, por no haber respetado nuestro pacto. Además, sabes mucho; y presiento que ya hablaste demasiado.

— ¡No, no! — hubo gritado Candy cuando era llevada a un nuevo escondite. — ¡Williams, te prometo que no dije una sola palabra!

— Quizá estés diciendo la verdad — él respondió habiendo tenido que ayudarle a Johnson debido a que la chica peleaba conforme era llevada casi a rastras, — pero resulta que ya no te creo.

— ¡Por favor! ¡No me maten!

— Lo sentimos; pero sólo así se mantiene todo en secreto.

Llegado a un punto, Williams se separó de ellos dos para encaminarse a la oficina. Ya estando en el interior de ello, fue a un librero de donde sacó el folder, conteniendo éste toda una sucesión a su favor y que únicamente requería de unas firmas.

Ahora que su plan se hubo venido abajo, Andrew comenzó a caminar de un lado a otro tratando de hallar otra solución. Empero ésta, saltaría con el arribo de Terry, quien, sin perder el tiempo, iría directo al grano:

— ¿Dónde la tienes?

— ¿A quién?

— Vamos, Williams, no finjas que no sabes de lo que hablo.

— Honestamente no.

Bueno, pues para dejárselo más claro, Terry caminó hacia el escritorio; y antes de tomar una hoja, una grande mano se lo impidió al posarse sobre de ello.

Lógicamente aquello vendría con cuestión:

— ¿Qué escondes? O, mejor dicho, ¿qué pretendías con ella aquí?

Trato HechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora