Parte 8

558 85 17
                                    

Aprovechándose de la mano que la sujetaba, Candy, desde el momento que Terry extendió la suya y ella se la entregó, se propuso a no soltarlo ni por una milésima de segundo, mucho menos al sentir las miradas de Johnson y Williams en ella, la cual a un parecer...

— Luce como una verdadera princesa.

— Indiscutiblemente — respondió el oyente acompañante. Éste diría:

— Candy —; y Williams se dispuso ir al encuentro de la joven pareja; — casi ni te conozco estando vestida así.

— L-Lula — la chica temerosa hubo sonado; también su garganta al atorársele la saliva que pasó para terminar de decir: — la señora Lula me arregló.

— Quien sin duda alguna ha hecho un excelente trabajo.

Esto último hubo salido de Johnson el cual fue hacia John para ayudarle con las bebidas. Sin embargo, sólo tomó dos vasos con refresco de fresas y los entregaría, por supuesto, a Williams y a Candy. Ella antes de aceptar miró rápidamente a Terry; y porque conocía la lealtad de su escudero le indicó aceptara lo ofrecido.

Eso, obviamente, incremento más un interés. Y mirando a su hermanastro, Andrew le preguntaba:

— ¿Cuándo quieres que haga el anuncio de la llegada de... — se miró a Candy, — Somalia?

— ¿Qué te parece si después de que... —, Terry también hizo una pausa, — Somalia firme?

— Yo no sé — quedamente hubo dicho Candy.

— No te preocupes — el joven Grandchester la deshizo de su carga, — tu nombre o huella será suficiente. ¿No es así, Williams? — lo voltearon a ver; y de aquél se escucharía:

— ¡Claro! Además, este documento —, que era entregado por Johnson, — es meramente el trato que haremos entre nosotros —, y fue puesto en dirección de Terrence, quien libremente lo tomaría para entregárselo a Candy e indicarle:

— Léelo; y antes de firmar cerciórate que estás de acuerdo con las cláusulas.

Pero Candy querría saber:

— ¿Tú no lo hiciste?

— Lo hice, sí; y por eso ya lo firmé — un índice apuntó la rúbrica.

— Entonces... no será necesario.

— ¿Estás segura? — cuestionó Williams; y a él, aunque no se le miraba a los ojos, se le respondía:

— Sí, porque confío en él.

Lógico, la sentencia de ella ocasionó que dos miradas se confrontaran, notándose en una la sonrisa burlona mientras que en la otra la sorpresa pintada de enojo. No obstante, Terry no cometería el error de Williams, y a Candy le diría:

— Aprecio mucho tu voto de confianza; pero será mejor que te enteres por ti misma.

— Siendo así...

Candy colocó sus ojos en el papel; pero lo leería después de que se le invitara a tomar asiento en aquella sala que lucía pequeña ante la inmensidad del salón. Y en lo que lo hacía, el silencio imperaba en el lugar, viéndose al resto mirándose entre ellos o a ella que se mordía una uña al no haber entendido una línea.

Al notarlo, Terry se acercó para preguntarle:

— ¿Qué sucede?

— Esto... —, una yema había caído en el texto, — no lo comprendo. ¿Por qué debes ceder un porcentaje de tu dinero si alguien descubre lo que estamos haciendo? ¿qué acaso los que estamos aquí presentes no saben que deben guardar silencio?

Trato HechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora