— ¿Que tal si vamos a las habitaciones? — Preguntó el castaño que no dejaba de besar mi cuello.
— Está bien — El tomó mi mano y comenzó a hacerse paso entre todas las personas que estaban en la fiesta.
Subimos las escaleras y buscamos una habitación sola. Estábamos apuntó de entrar cuándo sentí que alguien me tomó del brazo, volteé a ver de quien se trataba.
— Tú no vas a entrar ahí, menos con un chico — Jace me miraba serio.
— ¿Celoso? — Levanté una de mis cejas.
— No — Respondió frío.
— Entonces no veo el porqué impides que me divierta está noche — Me solté de su agarre.
Me di la vuelta para entrar a la habitación, pero de nuevo el me lo impidió. Sus brazos enrollaron mi cintura impidiendo que entrara a disfrutar de mi noche.
— Vete — Jace le dijo al chico.
— ¡No! — Defendí al castaño.
— Se tiene que ir Charlie.
— El que se tiene que ir eres tú, lo que pase en mi vida ya no es de tú importacia... Ya no somos nada Jace — Le susurré lo último.
— El hecho de que tú y yo terminaramos no quiere decir que ya no me importas.
Me quedé perpleja antes las palabras que habían salido de su boca, nadie dijo nada.
— Sólo vete — Jace señalo al castaño que se encontraba a mis espaldas.
— ¿Porqué haces esto, Jace?
— No me gusta verte con otros chicos, yo soy el único en tú vida — Se acercó a mi.
— Ya no lo eres — Me alejé de el — Al igual que yo ya no soy la única chica en tú vida.
— Si eres la única.
— Claro — Dije irónica.
— Tú eres mía — Me tomó la mano.
— ¡Ya basta de ser tan posesivo! — Grité.
— Sabes tú y yo somos como los imanes. Cuándo estamos lejos no hay ninguna atracción, pero eso es todo lo contrario cuándo estamos juntos. No soy el único que siente como su corazón se acelera al estar juntos. Que todos esos pensamientos que hay en mi mente desaparecen, y el único que queda es sobre besarte, de acariciar tú cuerpo, de todas las formas en las que te podría hacer mía — Jace me tenía contra la pared y sus brazos estaban a cada lado.
— Lo único en lo que yo pienso es en lo idiota que eres — Traté de salir pero fue tarde.
Jace fue mucho más rápido y pronto sentí sus labios sobre los mios.
Mi mente se quedó en blanco, mi corazón palpitaba tan fuerte como si hubiera corrido por mucho tiempo. Mis labios comenzaron a responder el beso. Había olvidado lo suaves y carnosos que eran sus labios, la forma en la que me besaba que hacía que olvidara todo. Había olvidado todas esas sensaciones que Jace provocaba en mi con tan soló besarme, sentía que éramos los únicos. Este era nuestro momento, nuestro reencuentro en el que nuestros corazones habían decidido que estar juntos es lo mejor, que no importaba lo que nuestra mente dijera, al final nuestro corazón decidió por ambos.
— No soy el único que pensaba en besarte.
— Idiota.
Jace sonrió para luego volver a besarme, esta vez fue un beso mucho más caliente. Ahora era una guerra de lenguas. Jace me levantó del suelo para que enrollará mis piernas en su cintura. Mi vestido se subió y sentí como la erección de Jace hizo contacto con mi feminidad.
— Oye dijiste que no querías que entrara a la habitación con un chico — Le dije cuando el comenzó a entrar.
— Lo sé. Pero yo soy TÚ chico — Cerró la puerta.
Bueno, creó que al final si tendre diversión está noche.