CAPÍTULO 1

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Empezó a sentir un leve cosquilleo por los pies mezclado con una sensación extraña de despertar. Notaba su cuerpo entumecido, rígido; como si no se hubiese movido en mucho tiempo, como si hubiera estado muerta. Abrió los ojos con sumo cuidado, en ese momento todo a lo que intentaba dislumbrar le era borroso. Poco a poco sus ojos se fueron adaptando a la luz del ambiente, hasta que tuvo que cerrarlos por el dolor que le producía. También vinieron ligeros síntomas de un dolor agudo de cabeza, pero uno diferente, concentrado en la parte trasera y el cuello. Intentó moverse, pero no tenía las fuerzas necesarias para ello. Estaba débil, muy débil y parecía una auténtica y escalofriante manera de venir al mundo. Estaba naciendo. Notaba su interior frío, apagado, como si todos sus organos hubiesen estado durmiendo, por el intenso cansancio generado. El pecho le pegaba punzadas, podía sentir la sangre corriendo por sus venas, como si las vías de circulación estuvieran deterioradas, como si hubiese algo metido dentro de ellas que bloqueaban el paso de la sangre. Le era incapaz casi levantarse, y apenas mover las manos, era como si estuviesen pegadas, un entumecimiento extremo hasta el punto de pensar que tenía anestesia por todos lados. No escuchaba nada, hasta que alguien se acercó. Una mujer rubia, con el pelo largo, de extremas cualidades en belleza y con unos labios recién pintados de un color rojizo. Pudo ver que le sonreía. Varias personas se acercaron para mirarla, la mayoría con trajes blancos como si fuesen médicos o científicos. Estaban alucinando, con las bocas abiertas. Uno de ellos era incapaz de respirar por el impacto. Se relajó y volvió a cerrar los ojos por unos segundos. Un ligero pitido en sus oidos la aturdió, con un dolor de cabeza espontáneo que duró apenas tres segundos. Inhaló todo el aire que pudo y lo soltó. Notaba como sus dedos iban recibiendo una temperatura normal. Como sus pies y sus piernas iban cobrando vida, como su corazón aceleraba los latidos. Iba recibiendo energía. Miéntras tanto su cabeza era caós; una guerra inquietante en su cabeza de montones de pensamientos. Su yo más perturbante y caótico estaba volviendo. Volvió a coger aire. Abrió los ojos y miró fijamente a la rubia de labios rojizos. Su mirada penetró en todo su interior, asustando a la pobre mujer. Notó su cara, sus pómulos recibían calor. Más oxígeno necesitaba. Volvió a inhalar una bocanada más y pudo sentir su lengua moviéndose. Abrió la boca y pronunció unas palabras lentamente, haciéndose sonar por toda la sala: TINA. Y todos los que se encontraron allí miraron con mayor énfasis, pero también con un nuevo miedo.

Tiempo de miedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora