Capítulo 20

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Llegados al aeropuerto, Marissa sacó un paquete de dinero de su mochila y sin molestarse en contarlo se lo tiró al taxista casi a la cara con mucha rapidez. Cogió la jaula del gato, la mochila y por último la maleta y entró zumbando al aeropuerto, mientras el taxista se quedó mirándola con la boca abierta y a la vez la cantidad de dinero que le había dejado.

Marissa estaba asustada y caminaba por aquel gigantesco edificio casi sin rumbo, pensando a donde en realidad dirigirse esta vez, sin pistas, sin nada a lo que poder aferrarse. La cantidad de gente que había en el aeropuerto superaba con creces la media de otros días; todos los caretos con actitud seria, algunos se quedaban mirándola de arriba a abajo y hacían temblar cada poro de su piel. Se quedó mirando algunos destinos en las pantallas: Rusia, Chile, Suecia, Florida, Dublín, y como un milagro del cielo, dos pantallas más atrás se encontraba París. Se quedó pensativa, Dublín también le llamaba mucho la atención, pero tenía que decidirse a cual en realidad ir sin que volvieran a amargarle la vida por un tiempo, y llevar a cabo su propia investigación, descubrir quien estaba detrás de todo aquello y hacerle el mismo daño o más aún del que le habían causado a ella. Dublín, una ciudad magnífica, no tan grande como París, pero esta última tenía un area metropolitana muy grande y en cambio era una ciudad preciosa en la que se podía estar tranquila. Se quedó pensativa, pero no por mucho tiempo. Algo raro estaba pasando. La gente que esperaba en las colas empezaron a correr de algo, asustadas. La cosa fue rápida. Las colas de gente que tenía delante de ella se desintegraron en segundos, tornando un aire de confusión en los demás pasajeros que se dirigían a las colas. Marissa no se movió del sitio, vio como la chica que facturaba las maletas estaba nerviosa, y gritaba llamando a la polícia. Entonces vio la escena, una maleta en la que se podía deslumbrar un cuerpo metido dentro. Se acercó un poco más para conseguir verlo; si, un hombre de entre unos treinta años, dentro de la maleta, muerto, empaquetado como una bola. A su vez, la chica de la maleta lloraba y pegaba gritos de dolor diciendo: ¡Yo no conozco a este hombre, os lo juro! ¡nose quien es! ¡yo no lo he matado! ¡os juro que mi maleta estaba llena de ropa, creedme por favor!.

      La chica seguía asustada, parecía que le iba a dar un ataque de los berridos que pegaba e intentaba decir a todo el mundo que eso ella no lo había hecho, pero no la creían y algunos corrían de ella pensando que estaba loca. La policía vino con pistolas apuntando, la gente se alborotó y la chica miraba con cara de asustada tapándose la cara, gritando que bajaran las armas, que ella era inocente y que no había hecho nada malo; mientras un agente  la detenió. Marissa miró de nuevo al cuerpo del hombre metido en la maleta, parecía increible que una persona cabiera ahí dentro. Los agentes la empujaban obligándole a caminar, mientras la gente hacía comentarios malsonantes hacia la chica, llamándola asesina, hija de satán e incluso ramera. La chica clavó los ojos en los de Marissa y con un movimiento rápido fue a donde ella, se agarró de su brazo y empezó a gritar a voz pelada:

    - ¡Yo no he hecho nada de verdad! ¡tú sabes quién ha sido!. ¡soy inocente!.

    Marissa pegó un suspiro asustada y añadió: -Losé, te creo, se que eres inocente se te ve en la cara. Se te ve en el brillo de tus ojos.

     Los agentes la agarraron de nuevo y se la llevaron poco a poco mientras ella, giró la cabeza y miró a Marissa de nuevo para añadir algo más:

     - ¡Acaba con esto!.

   Todo el mundo miraba a Marissa, y algunos incluso lo hacían con cara de asco, otros creían que eran compinches; pero no le importó. Volvió a lo suyo, se puso en la cola a esperar, una de las primeras ya que la gente aún andaba desorientada. Pensó en aquello, por supuesto el cuerpo y la maleta lo llevaron para analizar. ¿Quién haría una cosa así, y luego cargar la culpa a una pobre chica?. Lo primero que le vino a la cabeza fue, que probablemente hubieran metido el cuerpo en la maleta cuando ella no estuviera atenta, pero en algún lugar sin gente; tal vez en su propia casa. Lo segundo que pensó fue que podría haber varias maletas iguales a las suyas, y en un momento de despiste se la hubieran cambiado; fuera cual fuera la razón a esa chica la estaban controlando. Y lo tercero, no sabía si abandonar la cola para ir en busca de ella, o quedarse allí y coger un avión hacia París. Y lo último, estaba tan despistada con lo que había pasado, que sin quererlo se había puesto en la cola hacia Dubai.

Tiempo de miedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora