XIII

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Apenas la luz del exterior apareció Verdona salió de la cueva lista para un nuevo día divirtiendo a esos aburridos ravonnianos. Después de todo en verdad necesitaban de algo que los sacara de su rutina tan monótona, o al menos así era ante los ojos de la joven anodita. Encontrar la aldea de nuevo no fue algo difícil, estaba tan cerca que se sorprendía de no haberla visto al llegar, pero bueno, estaba tan emocionada por el nuevo planeta que ni siquiera se fijó completamente.

Durante 3 días Verdona visitó la aldea y sus alrededores, haciéndoles bromas a los ravonnianos cada que tenía la oportunidad. Lamentaba no saber hablar su idioma, cuantas buenas maldiciones se estaba perdiendo por su ignorancia.

En cambio los habitantes de ravonna estaban muy enojados por lo ocurrido. Algunos pensaban que todo era obra de un espíritu malicioso, otros menos supersticiosos creían que todo era causado por una tribu rival y muy pocos pensaban que alguien dentro de la aldea era el causante.

Así que, en secreto, se envió a un pequeño grupo de cazadores a vigilar la aldea y cualquier posible movimiento sospechoso; solo los ancianos de aquel entonces conocían esta operación.

Cuatro jóvenes fueron elegidos al ser los mejores en distintos rubros (velocidad, puntería, fuerza e inteligencia), un grupo de temer para cualquier ravonniano, pero Verdona, quien los ignoraba por completo, no veía que al subestimarlos podría acarrearle problemas.

Así fue como un día estos cuatro jóvenes encontraron la caverna donde Verdona se escondía.

Al ver todos los objetos robados y huellas frescas no dudaron en esconderse aprovechando la oscuridad de la cueva a su favor.

La joven no volvió a su refugio hasta muy entrada la noche, se había entretenido jugando con esas curiosas aves gigantes similares a los pavos reales. No le importaba deshacer su transformación, se sentía bien así, su otra forma le era casi insignificante (¿al menos la recordaba?).

Los cuatro cazadores se pusieron en posición al ver una luz acercarse a la cueva, silenciosos esperaron a que esta se acercara y gran sorpresa se llevaron al ver que aquella luz no provenía de una antorcha sino de un ser.

- ¿Quiénes son...? – Verdona no tuvo tiempo de preguntar pues los cuatro se abalanzaron sobre ella para atraparla, tres de ellos sujetaron sus extremidades mientras un cuarto sacaba una soga para amarrarla, pero la anodita no iba a quedarse ahí sin hacer nada.

Usando sus cabellos como látigos golpeo a los tres que la mantenían en el suelo, el cuarto joven uso la cuerda para sujetar a la anodita de la pierna, cosa que no sirvió de nada pues en tres segundos Verdona había abandonado la cueva sin percatarse que tenía un pasajero no deseado.

Ya segura de haberse alejado lo suficiente de la cueva la chica notó un peso extraño, así que por primera vez desde su carrera miró hacia abajo y se encontró con un joven ravonniano, el cual se sujetaba firmemente de la soga para no caer.

- ¿necesitas ayuda? – preguntó con burla, al parecer el joven entendió el motivo de esa pregunta y la fulminó con la mirada. Podía haber cortado la soga y dejarlo caer, pero ella no era una asesina, así que comenzó a descender, gran error.

Apenas el ravonniano tocó el suelo sujetó la cuerda una vez más y la jaló haciendo que la anodita callera al suelo. Molesta por ello Verdona se levantó y recibió una patada en el estómago por parte de su enemigo.

- ¡te bajo a un lugar seguro y así me agradeces! – le gritó aunque sabía que no la entendería.

Los ataque no se detuvieron y la chica apenas si lograba esquivar y bloquear los ataques, se notaba que ese joven tenía mucha más experiencia en combate, pues apenas intentaba alzar el vuelo se veía atrapada una vez más por aquella molesta soga. Pronto sintió como sus fuerzas se disminuían y al mirar hacia atrás vio una flecha incrustada en su pierna con un líquido verdoso engullendo la punta.

- veneno... - susurró antes de recibir otro golpe en el costado por parte del ravonniano que la hizo caer al suelo sujetándose la parte herida. Aquel veneno hacía efecto y pronto todo se oscureció para ella.

Se sentía mareada, sentía como si le hubieran quitado toda la energía; sobó su cabeza para intentar levantarse pero chocó de cabeza contra algo duro, más agitación para su ya revuelta cabeza, que bien...

- ¿Dónde estoy? – se preguntó a sí misma en voz baja, entonces sintió algo frio rozar su garganta. Una lanza. Con la mirada siguió el mango hasta llegar a dos manos violetas y consecutivamente dos ojos dorados que la miraban con enojo y repulsión con una clara y silenciosa advertencia "has un movimiento en falso y te mato".

Estuvo a punto de no hacer caso a la amenaza pero otros cinco filos se posaron en otros puntos vitales de su cuerpo, estaba atrapada.

Los seis cazadores se mantuvieron firmes y comenzaron a hacerle preguntas que ella no entendía, también intentaba hablarles pero ellos tampoco la comprendían, era una situación frustrante, en especial para Verdona.

En unos minutos había 20 de ellos rodeándola con sus armas listas para atacar, por el momento lo mejor era no poner resistencia. Colocaron una soga alrededor de su cuello, otra sujetando su cabello y una tercera sujetando sus manos con firmeza, pera ella habría sido fácil romperlas, pero ese cazador no había quitado su lanza de su garganta en ningún momento. Si quería escapar debía ganarse la confianza de la tribu.

Estuvo cerca de medio año intentando ganarse la confianza de la gente, dejando que la guiaran como prisionera a distintos sitios, allí ella les mostró que podía ayudarles a obtener más alimento al nutrir las plantas con su mana, protegerlos de ataques con sus escudos y enseñarles sobre las estrellas y como guiarse a través de estas. Esto último solo ocurrió cuando ella ya había aprendido parcialmente el idioma, pero para este punto la dejaban vagar por la aldea, aun atada de manos y con otra soga en la garganta, pero algo era algo.

- Verdona, necesito algo de ayuda – dijo una pequeña niña que aún no había perdido su cola mostrándole un dibujo que asemejaba a un mapa celeste – no recuerdo que estrellas había que ver para saber cuándo cultivar, el maestro Azmat dijo que si no lo recordaba no volvería a ayudar en las cosechas.

Ahora mismo se encontraba dentro de una de las chozas, la que servía como su hogar provisional.

- es esta – señaló un punto en el mapa con sus dos manos pero el cazador jaló de la cuerda para que bajara los brazos.

- ¡gracias Verdona! – sonrió la pequeña antes de salir.

- ¡No estaba haciendo nada malo! – Le gritó Verdona al ravonniano quien la observaba con desdén - ¡y ya deja de apretar tanto las sogas Kundo, no voy a escapar!

- contigo nunca se sabe Amenaza – y esa era la razón por la que aun con medio año de diferencia no había escapado, ese malhumorado ravonniano nunca la dejaba sola, siempre la vigilaba y cuando intentaba algo la noqueaba o la sometía con su lanza.

- Me llamo Verdona, no amenaza, Ver-do-na – repitió molesta a causa del sobrenombre.

- me da igual tu nombre – habló con el mismo tono de enojo.

- Tsk, para tener dieciocho eres un amargado, pareces un anciano

- y tú para ser un celestial eres demasiado infantil, eres una molestia – ya que nadie en la aldea sabía a ciencia cierta que era Verdona habían comenzado a llamarla así a causa del brillo que emitía, igual que las estrellas en el cielo.

- si tanto desagrado te causo entonces déjame ir

- ni creas, tienes mucho que hacer si quieres pagar todas las humillaciones que nos causaste sin mencionar los destrozos luego de esa estampida

- ¡Que eso no fue culpa mia! ¡Yo no mande a esos animales!

- si claro – rodó los ojos sin bajar su arma – eres el único ser tan destructivo que puede hacer eso.

Y así siguieron discutiendo y discutiendo. 

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Se que dije el martes pero he tenido ciertos problemas aqui, pero al menos ya lo subi...

Y siguiendo con las malas noticias, desde ahora solo puedo publicar un cap por semana... *huye para que no la maten*

Libres (Rookben)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora