I

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¿Qué había ocurrido? Su mente estaba confusa, como una tela de araña. Las memorias poco a poco estaban regresando a él. Recordaba haber estado batallando una vez más con Vilgax, pero el alíen tenía como rehenes a sus padres. El calamar humanoide los tenía atados en una versión retorcida de una rueda rusa en las profundidades de las alcantarillas. Como siempre quería el omnitrix.

- ¿Cómo puedo confiar en que los soltarás? – Vilgax muchas veces había intentado chantajearlo y nunca había cumplido sus promesas. Siempre tenía una trampa. No podía confiar en él, si quería rescatar a sus padres debía buscar otra solución.

Una salida.

Una respuesta.

- Tendrás que confiar en mí ¿o es la vida de sus padres menos valiosa que el omnitrix? Ya no tienes a tu abuelo ni a tus secuaces para salvarte – mordió su labio mientras los músculos de su cuerpo se tensaban. El Abuelo estaba en la base de los plomeros y aunque quisiera no podría llegar a tiempo y Gwen se había ido a otra ciudad hacia un mes para ir a la universidad, Kevin la había seguido, después de todo era su novia y la idea de abrir su propio taller mecánico no le disgustaba ni un poco. No contaba con nadie para ayudarlo – se te acaba el tiempo niño – apuntó su arma directo al rostro de su madre, pasando el cañón con por su rostro – he matado a tantos enemigos, una hembra humana no será más que una hormiga que pisé.

Tic Tac

Tic Tac

El ruido de un reloj invisible lo estaba alterando.

Nervios.

Dudas.

Miedos.

- Tres segundos – Vilgax ejercía presión, quería doblar la voluntad del castaño. Vio la desesperación en sus ojos. Eso le agradaba, después de tantas molestias que le había hecho pasar. Por fin lo iba a derrotar – dos segundos – el arma cargada emitió un peligroso brillo rojo – uno...

- ¡Alto! – no podía pensar, no podía decidir. ¿Estaba dispuesto a entregar el arma más peligrosa del universo a un psicópata intergaláctico? Si, lo estaba, estaba dispuesto a hacerlo si eso salvaba la vida de sus padres – me rindo... - Vilgax no cambió su semblante serio, tampoco confiaba en Tennyson. Pero sonrió levemente al ver como el muchacho se quitaba el reloj de la muñeca extendiéndolo hacia él.

El alienígena lo miró unos segundos, esperando alguna reacción suicida como la última vez, pero la angustia en la cara de Ben era clara. Estaba desesperado. Y aquello le fascinaba. Él tenía el control, él tenía el poder y no iba a ceder a sus juegos y trucos, no, él, el gran Vilgax había aprendido de sus errores pasados.

- Ya hemos hecho esto antes, arrójalo hacia mí, sin trucos Tennyson – ordenó. Ben, de mala gana acató la orden y arrojó el reloj hacia Vilgax, quien lo atrapó en el aire - ¡por fin! Después de tantos años...

- ¡Ahora libéralos! – una risa estridente resonó en la alcantarilla.

- sabías desde un principio que no lo iba a hacer, me has hecho pasar por demasiados problemas, destruiste mi nave, aniquilaste mi ejército, me enviaste al Proyector. Esto dejó de ser solo por el Omnitrix hace mucho tiempo, ahora es personal y tu muerte marcara el inicio del fin de tu raza – apuntó el arma hacia el castaño, sin su omnitrix no era nada más que un humano ordinario sin ningún talento.

Ben dio un paso hacia atrás mientras miraba a sus padres. Todo había acabado. Al final todos morirían. Él debió saber que eso sucedería, él sabía, y aun así se rindió tan fácilmente,

Libres (Rookben)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora