Capítulo 2

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Pasó una eternidad desde que Joaquín cruzó la valla que daba desde la casa de Emilio a la suya. No es que tenga problemas con su familia, son unas personas agradables, sólo le da vergüenza que lo vean después de mucho tiempo.

Recordó cuando tenía seis años, recién llegado a la ciudad. Se volvieron mejores amigos inseparables, todo marchaba a la perfección los primeros años, pero todo cambio después de la pelea. Las cosas se pusieron incomodas y casi no hablaban. Incluso cuando sus familias tenían sus reuniones semanales, Joaquín decía que tenía una cita con Fede o planes de estudio con sus amigos.

Nunca se sintió bien perder la comunicación con la familia de Emilio, ellos siempre preguntaban por él —o eso decía su mamá— pero, Emilio fue un completo idiota y Joaquín ya no quería pasar más tiempo con él, verlo en la escuela era suficiente.

Sin embargo, ahora están de vuelta, haciendo las mismas cosas que solía hacer a los seis años: Escalar la valla, subir las escaleras de la casa del árbol para encontrarse con Emilio e idear un plan.

Emilio ya lo esperaba de brazos cruzados.

—¿Ya estás gimiendo? Pero si solo llegaste hace tres segundos.

—¡Ya basta, Emilio! Sabes que esa valla me mata.

—Eso es tonto.

—Tú mejor que nadie sabe que no soy bueno en deportes —se defendió llevando sus manos a sus rodillas. Siempre manteniendo la distancia con Emilio.

—Subiste diez peldaños, no una montaña.

—¿Podemos ir al punto?

—Vas a tener que ser mucho más amable conmigo si quieres que haga esto.

Jo-de-te.

—Bueno —él comenzó a caminar hacia la puerta dejando caer los hombros —, si no necesitas mi ayuda...

—Espera, Emilio. Lo siento.

—Está bien, Joaquín —llegó nuevamente a su lado —. Tenemos que encontrar la manera de que esto se vea creíble.

—¿Crees que debamos empezar mañana en la escuela?

—En primer lugar, necesitas algunos consejos.

—¿Qué?

—Sí, es que tú... No eres tan bueno fingiendo...

La peor parte era que tenía toda la razón. Joaquín siempre arruina las sorpresas o bromas con su risa y sonrojo inmediato. No tenía idea de cómo iba a ser capaz de jugar esto, especialmente porque detesta a Emilio y tiene que actuar como si estuviera enamorado de él.

—¿Qué tengo que hacer?

Emilio se acercó a él, Joaquín rápidamente se alejó.

—A esto me refiero —dijo Emilio señalando la posición en la que estaban ahora mismo —. No puedes alejarte de mí cada vez que me acerco a ti, Joaquín. Las parejas no tratan de alejarse el uno al otro, siempre quieren estar cerca.

Una vez más se acercó. Joaquín apretó los dientes y se quedó inmóvil, Emilio agachó la cabeza hasta que su aliento chocó contra la mejilla ajena.

—¿Te gusta esto? —susurró.

—... Está bien, ¿Sabes qué? —aclaró su garganta y suavemente lo empujó creando cierta distancia —. Olvídalo, no va a funcionar. Gracias de todas formas.

Trato de abrir la puerta, pero el sonido de su voz profunda y calmada lo detuvo.

Supongo que nunca tendrás la oportunidad de volver con Fede.

—¿Comenzamos de nuevo?

Volvió a acercarse y Emilio nuevamente lo tomó por los hombros y lo atrajo hacia él.

—¿Cómo te sientes?

Forzó una sonrisa. Tendría que acostumbrarse a mentir, no solo a una persona, sino a su círculo social.

—Bien, esto es... Perfecto en realidad.

—Eso no suena tan creíble —rio —. No tengo idea de cómo vas a sacar esto adelante. 

—Me gustaría que estuvieras en mi lugar.

Emilio se aclaró la garganta y miró la pared como si fuera una persona.

—¿Sabes? Tú y yo éramos amigos y supongo que en todo este tiempo me di cuenta que eres el chico más hermoso del mundo, ahora seré tu novio y estoy seguro que yo ya gané en la vida por tenerte a mi lado.

Joaquín lo observó en silencio. Lo extraño fue que casi le creyó... Hasta que Emilio rio.

—No te hagas ilusiones, cielito. ¡Soy un actor increíble! —aún aturdido Joaquín le pegó en el brazo. Ambos estaban conscientes de que mentía, sus habilidades en la actuación son de primera —. Creo que manejaré bien nuestra relación falsa... Pero si tú y yo vamos a ser novios tendremos que llamarnos con nombres cursis, tú serás mi cielito.

—¡No me llamaras cielito!

—¿Por qué?

—Porque no me gusta.

—Una razón más para llamarte cielito —dijo burlonamente.

—Bien, si tú me llamaras cielito, tú serás mi pastelito.

—¡No me dirás así! ¡Arruinaras mi masculinidad!

—¡Entonces no me llames cielito y yo nunca te diré pastelito!

—A veces te odio, Joaquín.

—Créeme el sentimiento es mutuo... Pastelito.

—¡Deja!

—¿Dejar qué, pastelito?

—¡Joaquín!

—¿Sí, pastelito? 



entonces, ¿jugamos? || emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora