Ryan lo dejo en su casa una hora más tarde, al entrar su madre ya se encontraba haciendo la cena.
—Joaquín —dijo dándole una dulce sonrisa —, ¿Cómo te fue en la escuela?
—Genial —respondió besando su mejilla —. ¿Cómo estuvo tu trabajo?
—Muy bien, hoy nacieron tres bebés —la emoción nunca dejo su voz. Ella es matrona. Joaquín no entiende cómo es que puede soportar ese trabajo, sin embargo, le hace feliz y él está feliz por ella —. La cena estará lista en veinte minutos.
—Bien, iré a hablar con Emilio y vuelvo.
—Me alegra saber que volvieron a ser amigos.
Le devolvió la sonrisa y se dirigió a la casa de al lado. Una vez más, la mamá de Emilio abrió.
—¿Quieres ver a Emilio?
—Sólo quería saber si estaba bien.
—Mucho mejor —respondió abriendo más la puerta haciendo un gesto para que pasará —. Estoy segura de que se alegrará de verte, puedes ir a su habitación.
—Gracias.
—¿Joaquín? —él detuvo sus pasos y se dio la vuelta, mirándola con una ceja alzada —, es bueno tenerte de vuelta, te echamos de menos.
—También los extrañe.
Entonces se dio la vuelta y subió las escaleras. Una vez frente a la puerta de Emilio, tocó suavemente pensando bien las palabras que diría, hasta que escuchó una respuesta. Abrió la puerta y vio a Emilio sentado en su cama con sus audífonos puestos. Joaquín se aclaró la garganta y se quedó junto a la puerta sin saber qué hacer.
—Me preguntaba cuánto tiempo tardarías en aparecer, siento lo de la mañana —se sacó sus audífonos y finalmente sus ojos se encontraron.
—Sé que no estás enfermo.
—Sí lo estoy.
—Tú y Fede en la mañana.
—No tengo idea de lo que hablas.
—Los escuché pelear —resopló cansado.
—Esas son cosas entre él y yo. No te involucres en esto, Joaquín.
—¿No involucrarme en esto? Yo soy la razón de esto.
—¿Estás enojado conmigo?
—Yo solo quiero la verdad.
—Ya pasamos por esto, Joaquín —gruñó pasando una mano por su rostro frustrado.
—Lo sé y vamos a pasar por esto otra vez hasta que me digas qué sucede, quiero la verdad.
—¿Y si la verdad que estás buscando te lastima?
Joaquín negó, él ya estaba consciente de que no le iba a gustar lo que tendría que oír, pero él llegó a la conclusión de que era algo que necesitaba saber. Es preferible saber y llorar, que vivir entre mentiras.
—Ese es mi problema, pero ahora sólo quiero saber.
—Necesito que no te alteres cuando escuches la historia completa, ¿Bien? Yo sé que piensas que Fede es incapaz de hacerle daño a alguien, pero él no es quien crees.
—Entonces, ¿Quién es él?
—Él es un mentiroso. Todas las cosas que te dijo no eran ciertas.
—Emilio ya suéltalo de una vez.
—Joaquín, juro que trate de decirte —susurró, volvió a respirar lenta y profundamente —, pero se supone que éramos enemigos y todos juramos guardar el secreto.
Lo miró por un segundo rogándole con la mirada que Joaquín parará todo. La indecisión estaba en sus ojos, sus manos en puño; cuando finalmente obtuvo el valor suficiente para levantar la cabeza y decir:
—Joaquín, él te engaño.
Por un momento su mundo parecía detenerse mientras luchaba para comprender las palabras que acababa de pronunciar.
—¡De ninguna manera! Fede no es así.
—Fede no es quien tú piensas, todos lo vimos, todo el mundo sabía.
Todo el mundo sabía. ¿Cómo era posible? ¿Cómo todos podían saber menos él? No tiene sentido.
—¿Quién es?
Emilio se negó a hacer contacto visual, quiso alejarse, pero Joaquín dio un paso hacia adelante y tomó su muñeca.
—¿Quién es?
—No solo fue con una persona... Fueron chicos y chicas.
Lo soltó y se dio cuenta de lo doloroso que debió ser su agarre.
—Él estuvo siempre conmigo.
—Tú odias el baloncesto, en cada partido había todo tipo de chicas y chicos lanzándose a él, ¿Nunca te preguntaste por qué él nunca te llamó un viernes por la noche?
Lo pensó muchas veces y sí era cierto, Fede nunca le llamó cuando finalizaban los partidos, tampoco nunca salió con él. Siempre le dijo que estaba ocupado o tenía una fiesta de solo jugadores. Cada viernes Joaquín se quedó encerrado en su habitación esperando una llamada.
—Estás mintiendo, te pedí respuestas no mentiras.
—No estoy mintiendo —su voz era cada vez más fuerte —. ¿Tienes idea de cómo me dolía verte así? Ver como Fede se iba con alguien diferente, alguien que no era su novio. ¿Sabes lo mucho que me dolía verte por mi ventana esperando una llamada? —él cerró el poco espacio entre ellos —. Me dolía tanto saber que Fede era la única persona en tu mente cuando él ni siquiera pensaba en ti.
En los ojos de Joaquín brotaron lágrimas y Emilio se inclinó más cerca.
—¿Por qué te importa? —susurró —, tú me odias.
—¿Es lo que piensas? Joaquín yo nunca podría odiarte, nunca deje de preocuparme por ti.
En algún lugar, muy dentro de él, sintió el dolor, el dolor de la verdad. Fede lo engaño de todas las maneras. De un momento a otro estaba envuelto entre los brazos de Emilio y sin pensarlo mucho Joaquín levantó su rostro y lo beso.
No fue un beso de demostración, no podía echarle la culpa a la presión de que alguien los esté viendo. Todo salió de él, no hay excusas, no hay mentiras y no están fingiendo.
Emilio está inmóvil y sorprendido, sin embargo, le devolvió el beso. Todo lo que podía sentir eran sus brazos y sus suaves labios, se acercó más a él enredando sus brazos alrededor de su cuello tirándolo más cerca.
Todo era tan dulce hasta que Joaquín se dio cuenta de lo que pasaba y se alejó bruscamente.
—Lo siento, no fue mi intención.
—¿No querías?
—No es lo que quise decir.
—Sé que yo acepté esto, Joaquín. Pero no puedes hacerle esto a la gente, no puedes romper en llanto y luego besar a alguien. Así no funciona...
—No quiero usarte.
—Tal vez tú y Fede son tal para cual.
Se quedó en silencio en su lugar y Emilio pudo notar el dolor.
—Lo siento, no quería...
—Tal vez te hice daño, si lo hice lo siento —lágrimas nuevas caían por sus mejillas —, pero yo nunca podría decir o hacer algo para herirte tanto como tus palabras me hirieron a mí.
Se dio la vuelta y salió de la habitación, sin siquiera darle la oportunidad de responder.