Capítulo 8

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Despertó justo a las siete y treinta de la mañana, desafortunadamente la noche anterior Marco y Ryan no se pudieron quedar, así que cuando llegó su madre ellos se fueron. Ni hablar sobre el interrogatorio, Ryan le dijo que debía pedirle a Emilio que le contara.

Entonces, ¿Sus planes para hoy? Ir a casa de Emilio, disculparse y pedirle que le cuente todo el chisme sobre Fede.

Se levantó a ducharse y se vistió rápidamente con unos jeans y un suéter, no está muy preocupado por su apariencia; recordó aquellas veces en las que Emilio lo acompañaba a ver películas de terror en su patio, siempre usaba ropa como esa. A Emilio nunca le importo como iba vestido.

Al bajar no encontró a nadie, era muy temprano para que su mamá estuviera despierta. Se armo de valor y salió de su casa.

Cuando llegó apretó los puños y tocó. La madre de Emilio le atendió, ella sonrió antes de abrazarlo.

—Joaquín, ¿Qué haces aquí? No te he visto en mucho tiempo.

Culpa, eso era lo que sentía. 

—Lo sé, lo siento mucho por eso, pero me preguntaba si podría ver a Emilio. 

—¿A Emilio? Creí que se odiaban.

—Estamos arreglando las cosas, ¿Te importa si lo veo? Puedo venir más tarde si deseas.

—No —negó dejándole pasar —, él está dormido, pero no dudes en despertarlo.

Una sonrisa malvada atravesó su rostro y le dio las gracias. Subió las escaleras a la habitación de Emilio, incluso con los ojos cerrados, después de tantos años, seguía conociendo cada parte de esa casa. En silencio abrió la puerta y dio un paso adentro mirando el desorden. 

Emilio yacía en su cama vestido con una camiseta de algodón y tapas color gris cubriendo su pecho. Se veía tan inocente y pacifico que casi Joaquín se sentía culpable por lo que iba a hacer.

Agarró una botella de agua y se inclinó hasta la altura de su oído.

—Emilio —dijo suavemente, él tembló y dijo algo indescifrable —, Emilio... Despierta.

Una vez más murmuró algo y volvió al sueño. Joaquín se quedó quieto hasta que estuvo seguro de que volvió a dormirse.

—Igual lo mereces —murmuró antes de gritar a todo pulmón —. ¡Emilio hay una araña en tu cuello!

El cayó de la cama tocándose el cuello y Joaquín tomó esa oportunidad para tirarle encima toda el agua de la botella. Tal vez es un poco cruel usar las fobias de alguien en su contra.

—Déjame ver si entiendo —dijo Emilio aún en el suelo —, vienes a mi casa a interrumpir mi sueño usando mi fobia.

—Suena feo si lo dices de esa manera. Necesito preguntarte algo.

—Te juro que, si esto no es bueno, te lanzó por la ventana.

—Mira Emilio —dijo con seriedad mientras buscaba algo para que se secará —, quiero respuestas.

—¿Qué tipo de respuestas?

—La respuesta de por qué todos dicen que Fede no es buena persona, ¿Qué hizo él?

—¿Por qué no se lo vas a preguntar a tu ex novio dulce, hermoso y precioso?

—Porque te las estoy pidiendo a ti.

—¿Qué pasa si yo no te doy las respuestas que tú quieres?

—Emilio, por favor. Necesito saber, ¿Por qué no quieres decirme?

—Quizá porque, no quiero ser yo quien te lastime.

—Yo... Lo amo —miró sus ojos después de un momento de silencio. Emilio se quedó en silencio mirando el suelo, al parecer no iba a responder nada —. Bien, ¿Sabes? No debí haber venido, me voy.

Joaquín suspiró y paso por su lado, oyó la voz de Emilio detrás y se dio la vuelta para enfrentarlo.

—Joaquín —susurró acariciando su mejilla. Nunca había tenido un momento tan tierno con Emilio y eso le rompió el corazón, debió adivinar que no duraría siempre.

La puerta se abrió de repente y su madre entró.

—Emilio a desayunar.

Emilio escondió su mano y se volvió a la puerta.

—Sí , ya voy —ella asintió y volvió a cerrar la puerta.

Y Joaquín no consiguió las respuestas que fue a buscar, de hecho, no consiguió nada, solo lágrimas silenciosas.

—Ya me voy.

—Joaquín —tomó su mano —, confía en mí cuando te digo que mereces a alguien mejor.

—¿Por qué debería confiar en ti?

—Sé que no te he dado ninguna razón para creer en mí, pero me importa mucho lo que te pasa y no quiero verte sufrir.

Y luego abrió la puerta para dejar que saliera antes de que tuviera la oportunidad de responder. A pesar de todo lo dicho, Joaquín seguía perdido en sus palabras. 



entonces, ¿jugamos? || emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora