XXXI

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— ¡Despejado!

— ¡Despejado!

— ¡Despejado! — Gritaron uno tras el otro los chicos examinando la casa.

— Podemos quedarnos aquí hasta que ella aparezca.

— ¿Hay comida? —Preguntó Vanessa a Fred.

— Para nosotros si. Para el bebé...

— Al bebé lo alimento yo Fred. No seas tonto. No le daré formula.

— Ookey...

Son las tres con quince de la madrugada. Apenas una semana después del nacimiento de ese angelito. Ayer, alrededor de las una de la madrugada, algo anormal sucedió...

— Hola pequeño Lucas... ¿Cómo estás? —Movió dulcemente el piececito del bebe con una sonrisa de amor y este río enseñando sus encías— Es un amor de niño. Es tan dulce...

— Se parece a Nessa de bebé.

— Aww. Pero que ricura. ¿Puedo? —Nessa Asintió y Luna tomo en brazos al pequeño bebé. Este apoyó la cabeza en su hombro y cerró los ojos con una dulce sonrisa en su rostro, le abrazó.

— ¿Sienten eso? —Preguntó Nessa algo asustada.

— Esta temblando... —Susurró Matteo tomando a Tara en brazos.

La expresión de Luna había cambiado completamente. Esta alerta. Cambió la posición del bebé a una más protectora. Parecía que escuchase algo, mas los chicos, por más que lo intentaran, no lograban oír nada fuera de lo común.

— De acuerdo. Abajo. Todos. —Rápidamente todos se acuclillaron, inclusive Luna. Un segundo después una gran onda sonora hizo estallar las ventanas y temblar la casa entera. El pequeño Lucas echó a llorar por el fuerte estruendo— shh... Shh... Toda esta bien pequeño. Tranquilo... Mira. Brilla. ¿Lo ves? — Luna miró la barrera un instante apenas y devolvió la vista al pequeño— Ya, ya... Estarás bien. —Con cuidado, entregó el niño a Vanessa y deshizo la barrera.

— ¿Qué sucedió? —Preguntó Alex abrazando a su esposa por los hombros.

— No lo sé. Debo irme. Volveré. Manténganse a salvo. Vanessa. —Esta le miro a los ojos rápidamente conectando miradas— Ten presente lo que te dije en la carta. No confíes en nadie fuera de esta habitación. Cuidado con sus ojos.

Un instante después Luna se había esfumado. Todos estaban confundidos y con un mal presentimiento en el pecho mientras el pequeño Lucas no dejaba de llorar.

— Iré... A ver que sucedió. Cuiden a las chicas.

Fred se encaminó a la puerta con serenidad y la abrió lentamente. Al salir todo estaba desolado... No había nadie. Al mirar desde lejos dentro de las casas no se podía vislumbrar silueta alguna. La manada no se hacía presente. Los guardias no estaban. A lo lejos, logro vislumbrar por entre los arboles unos peculiares seres cuadrúpedos. No tenían ojos y lucían como un gran Lobo de dos metros, lampiño y sin orejas. Fred abrió grandes los ojos. Son Boralobs; Se suponían extintos...

En cosa de segundos Fred ya estaba dentro de la casa.

— Debemos irnos, ahora. Vamos. —Tomo con cuidado a Vanessa y la guio hacia la salida.

— Pero, debemos abrigar a Lucas. Él podría... — Con un simple chasquido de dedos el pequeño ya estaba vestido de pies a cabeza como si fuera a ir a la nieve. Al menos ya no lloraba— Voy por su paña... — Fred meneó ante sus ojos la pañalera— Debes enseñarme eso.

— Es demasiado avanzado para ti peque. Vamos. Alex, no te despegues de Nessa. Y tú no sueltes a Tara por nada del mundo.

Con cuidado salieron de la casa y caminaron tras de Fred. Parecía no tener un rumbo fijo. Buscaba una casa totalmente soñada, Recordaba haber visto una así por allí. Tenía ventanas que por la noche eran cubiertas por una cortina metálica resistente. Dentro de esta estarían a salvo. O eso esperaba. Después de unos diez minutos sin encontrarla se resignó a elegir una casa cualquiera. Debian salir del exterior.

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