Gone Away

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— ¿Llevas todo lo que necesitas?

— Si.

— ¿Te llevas la guitarra?

— No – me mira con los ojos entrecerrados – Y no intentes deshacerte de ella.

— Claro que no. Ahora me pertenece la mitad de ella.

— Es cierto, Señora Grey.

Paso los brazos por su cuello para besarlo, pero Ethan carraspea para recordarnos (otra vez) que todos siguen ahí parados.

Es lunes a las 6 de la mañana y el autobús que los llevará de vuelta a Detroit para iniciar la gira sale en 20 minutos.

Christian toma la mochila y mi mano para salir del departamento detrás de sus amigos hasta la parada más cercana del autobús. Kate, José y yo los acompañamos, pero esto parece más difícil de lo que pensé.

Presiono mis labios fuertemente para no pedirle que se quede. Tengo este intenso y absurdo miedo que no me deja hablar, por lo que solo me limito a abrazarlo mientras caminamos hasta la parada del autobús.

— ¡Qué exacto! – José señala al autobús que viene al inicio de la calle.

— Nosotros llegamos tarde – gruñe Ethan – pudimos hacerlo perdido.

Levanto el rostro de mi escondite, en el pecho de mi esposo para ver a Kate. Está aquí. Ella y Elliot terminaron por la gira y aún así ella vino a despedirse. En cambio yo, no quiero dejar ir a Christian.

— ¡Aquí! ¡Aquí! – Ethan agita las manos hacia el autobús que se detiene.

— Es hora de irnos – señala Luke.

Luego todo se vuelve abrazos cuando uno a uno los chicos se despiden. Tengo que apartarme de Christian para estrechar sus manos y desearles buen viaje, pero mi otra mano aún se aferra a la mochila de mi esposo.

— Te llamaré cuando hayamos salido de Seattle – se ríe él – y cada hora después de eso.

— No seas tonto, aprovecha el camino y duerme un poco. Llámame cuando puedas, tendré el teléfono en la mano.

— Te llamaré, lo haré, lo juro – dice y presiono más mis labios.

Vuelvo a besarlo con fuerza mientras sus amigos suben al autobús y solo falta él. José tiene que palmear su hombro para avisarnos que se acabó el tiempo.

— Te amo – le digo.

— Yo te amo – grita antes de subir.

Me obligo a mi misma a poner una sonrisa en mis labios mientras ellos se alejan en el autobús. No lo pierdo de vista incluso cuando gira un par de calles más adelante.

Y aunque espero ver a Christian caminando hacia mi y gritando que no quiso irse, no lo hace. Se fue.

— Es lo mejor – digo para mí misma – Regresará pronto y estaremos juntos.

— Por supuesto – dice Kate con voz dulce y me abraza.

Permanecemos ahí unos minutos antes de volver a mi departamento. Kate y José me dejan en la entrada del edificio y se van a sus actividades.

Pongo la cafetera y enciendo el estéreo de la sala para escuchar algo de música para relajarme. Mi banda favorita se escucha por todo el departamento y subo el volumen para no escuchar ni siquiera mis pensamientos.

(...) I think about you,
And all of the times that we shared,
And oh what a wonderful pair,
We made it so far, here we go again.

I think about love,
And oh what a beautiful song,
And oh how it needs to be sung here,
Sing it so loud all the world can hear... (...)

La canción aún no acaba y me doy cuenta que sigo en la cocina, con la taza de café en mi mano, llorando. Me repito una y otra vez que solo serán algunos meses, que cuando vuelva es probable que renuncie a la banda para quedarse conmigo.

Pero no puedo dejar de llorar y me molesta sentirme tan sensible. Por Dios, apenas han pasado un par de horas desde que se fueron.

Me sentí tentada a pedirle a José que abra el bar esta tarde, pero sé que necesito salir de aquí y distraerme. Tal como lo prometí, después de comer voy a llevar el acta de matrimonio para que sea registrada y validada.

— Está muy tranquilo hoy – dice una voz conocida.

— Travis, ¿qué haces aquí? Es tu día libre – lo regaño.

— Quise pasar por una cerveza y ver cómo estabas – se sienta en la silla frente a la barra – Recuerdo haber visto a Kate triste, pero no me imagino ni siquiera cómo debes sentirte tú.

Mierda. Vine a distraerme y este chico pone sal en la herida.

— Cierra el pico y vamos a ver el juego – señalo la pantalla hacia el juego de los Mariners.

Travis se ríe y niega con la cabeza divertido. Platicamos un rato mientras sirvo tarros desde la barra y más tarde aparece José. Mi teléfono vibra en mi bolsillo y me alejo un poco de la barra para contestar.

— ¿Christian?

— Hola Amor, ¿qué haces?

— Estoy en el bar, juegan los Mariners.

— Solo llamaba para saber cómo estabas – yo pongo los ojos en blanco.

— Estoy bien, Christian. Estoy en el bar con José y Travis.

— Bien. Te llamo después. Nos vemos amor.

Dice y sé que le cuesta decir Adiós, igual que a mí. Termino la llamada para regresar a la barra con mis amigos.

Cuando es hora de cerrar el bar, voy a paso lento hasta el departamento sabiendo que nadie me espera. Estoy de nuevo sola y me recuerdo a mi misma no hacer un drama por eso.

Intento recordar mi rutina de hace dos meses: dormir, comer y trabajar, pero algo se siente horriblemente mal. Apenas llego voy directo a tomar una ducha, beber una taza de café y comer cereal frente al televisor y el programa de abogados.

Uso una de las camisetas de Christian y unos boxers como mi nueva pijama para dormir. Las sábanas aún tienen impregnado su olor, así que cuando me llama para darme las buenas noches, su voz me arrulla hasta quedarme profundamente dormida.

 Las sábanas aún tienen impregnado su olor, así que cuando me llama para darme las buenas noches, su voz me arrulla hasta quedarme profundamente dormida

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Canción en multimedia:
Safetysuit - Gone Away

Someone Like You (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora