— Despierta, es hora de ir al bar.
— ¿Qué hora es?
— Casi las 6, date prisa.
Me levanto adormilada a buscar los tenis y la chaqueta que dejé en el sofá. Christian parece tener mejor humor después de haber hablado con sus amigos.
— Creo que deberías darme alguna clase de incentivo para motivarme a regresar pronto – dice mientras caminamos.
— ¿Incentivo? – arqueo la ceja – tienes un contrato qué cumplir o te demando. ¿Motivado?
— No amor, me refiero a algo más... Personal.
Ahora sí me detengo para mirarlo. Lo que sea que esté cruzando por su jodida cabeza, es un no.
— ¿Cómo qué? – digo molesta.
— Algo – sonríe – ya sabes, que haga que yo quiera regresar muy muy pronto a verte.
— No me voy a acostar contigo – le bufo – además, si te motivo a ti, ¿tendría que darle algo a los demás? Los necesito aquí a todos.
— ¡Mierda, no! – frunce el ceño – Solo a mí y yo me encargo de traerlos a ellos.
— Si claro – me río de su expresión – te ves adorable así todo celoso.
Un leve sonrojo le colorea el rostro, así que sigo caminando hasta el bar con la sombra detrás de mí.
Me detengo en la barra para hablar con José, mientras Christian va a mi oficina con sus amigos. Supongo que a terminar de ponerse de acuerdo.
— ¿Está bien que vaya con ellos? – pregunta mi amigo.
— Por supuesto, de verdad necesitan ayuda y creo que les viene bien que vayas. Además descanso de ti, todos ganamos.
— Me vas a extrañar, fiera.
Golpeo su hombro juguetona y comenzamos a servir bebidas y cervezas. Todo transcurre en total tranquilidad hasta que veo a la chica que hace que mi estómago arda. Leila.
— Me estoy cansando de ella – la señalo con la cabeza.
— Sabes lo que tienes que hacer, me sorprende que le tengas tanta consideración.
Sigo sirviendo tragos sin perderla de vista el resto de la noche. Cada vez que Christian pasa junto a ella salen jodidos corazones y hace lo que sea para llamar su atención. Cada descanso, cada oportunidad, la aprovecha.
— ¡Maldita chica! ¡La odio! – gruño para mí misma – ¡La quiero lejos de Christian, es mío!
— Perdón, ¿que dijiste? – balbucea José.
— Que es mío, ¡Christian es mío! Listo, lo dije.
— Eso es tan... ¡vaya!
José me observa fijamente pero su expresión es de total confusión. Me acerco a él pero sigue sin hablar y paso mis manos por encima de los bolsillos de su pantalón como si fuera una inspección policiaca hasta que encuentro lo que busco.
Tomo el paquetito metálico y lo deslizo rápidamente en mi bolsillo. Luego voy a la oficina por mi chaqueta y las llaves del departamento.
— Me voy, cierra ya.
— ¿Ya? Si, claro jefa.
Mi amigo le hace una seña a Ethan para que terminen de tocar, yo camino hacia la puerta del bar y las abro.
Observo a los chicos acomodar rápidamente los instrumentos para llevarlos a mi oficina a resguardar. Christian corre con la guitarra y José lo detiene para señalarme.
Cuchichean alguna cosa, luego Christian viene corriendo hacia mi con una gran sonrisa. José chismoso.
— Vamos a casa – le digo y tomo su mano.
Él no se aparta y me sigue hasta afuera del local. Prácticamente lo llevo a estirones hasta mi edificio y luego por el pasillo del departamento.
— ¿Qué ocurre? – pregunta finalmente cuando cierro la puerta – ¿Por qué la prisa?
— Ven aquí – le hago una seña para que se acerque – Te voy a dar un incentivo.
— ¿En serio? – se ríe – Rayos, debí pedirlo antes.
Tomo su rostro con ambas manos para besarlo, pero su impulso me hace retroceder hasta la puerta. Besos cortos que adquieren intensidad y fuerza a medida que nos quedamos sin aire. Ahora yo lo empujo para que retroceda hasta que topa contra la barra de la cocina.
Le saco la camiseta por encima de la cabeza y él hace lo mismo con mi chaqueta y camiseta, dejándome solo con el sostén de algodón verde extra suave que me puse esta mañana.
Me sentiría avergonzada, pero la última vez que nos emborrachamos llegamos más allá de este punto. Y recordar eso hace que mi excitación aumente.
Vuelve a besarme mientras afloja el botón de mi pantalón y me empuja hacia la habitación. Me aparto para bajarme los jeans y quedar solo en mi boxer de algodón. Luego tomo su pantalón para quitárselo pero me empuja hacia la cama.
De pronto sus manos se deslizan por mi cuerpo, las mías van a su cabello para revolverlo y dejar pequeños besos en su rostro y hombro. Toma mis senos en sus manos como si los midiera por encima del sostén.
Lo demás es una mezcla de sensaciones, emociones y placer. Beso cada parte de su piel a mi alcance, permitiéndome sentir por primera vez desde que lo conozco, todo lo que él provoca en mi.
Su respiración agitada y la mía es todo lo que se escucha en el departamento. Con mis manos empujo el borde de su pantalón para que se lo quite y se incorpora para hacerlo. Aprovecho para levantarme rápido a buscar en mi pantalón tirado en la sala el condón que tomé de José.
Corro de regreso a la habitación y salto a sus brazos haciéndonos caer de nuevo a la cama. Me siento a horcajadas sobre él pero se gira para dejarme debajo. Desabrocha el sostén para lanzarlo lejos y toma el paquetito metálico que yo llevaba.
En algún momento después quedamos completamente desnudos. Su cuerpo irradiaba calor suficiente para calentar mis manos frías y el departamento entero. Lanzó la cobija sobre nosotros mientras yo aferraba mis piernas en su cintura.
Me sorprendí de darme cuenta que no podía dejar de tocarlo, acariciar sus brazos y su espalda, de besarlo. Cada vez quería más y más de este chico que me encanta y me vuelve loca. Mi conciencia y mi corazón fluyeron tranquilos mientras él y yo nos unimos como nunca antes.
Muy lento para ser sólo sexo y demasiado apasionado para hacer el amor. Solo él y yo a nuestro propio ritmo, totalmente concientes de nuestros actos y sobre todo, sin arrepentimientos.
Sus jadeos y mis gemidos se mezclan, en la que es por mucho la mejor noche de mi vida. Sus ojos grises no dejan de mirarme mientras cierro los míos y nos dejamos llevar por el mar de sensaciones.
Nos besamos hasta que nuestras respiraciones se tranquilizaron, luego ninguno de los dos habló, tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. Definitivamente ésto lo cambia todo.
Un suspiro sale de mis labios cuando me acerco más a su pecho y él pasa su brazo por mi cintura. La calidez de su cuerpo me reconforta y me arrulla, así que me dejó llevar por el profundo sueño.
Canción en Multimedia:
Arctic Monkeys – I Wanna Be Yours
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Someone Like You (Versión Fanfic)
Fiksi PenggemarAna es una chica resentida con la vida, con falta de esperanza y suerte. Aprendió que todo se logra a base de esfuerzo y que aquello que "fácil llega, fácil se va". Hasta que conoce a un chico demasiado irritante, según ella... ~ • ~ Me encantan las...