Capítulo 16

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30 de Mayo de 1389

La empalizada era brutal y terrible. Todos trabajaban con ahínco en ello, dedicados a la tarea como si la vida les fuera en ello. Soldados, capitanes, generales e incluso Seong-gye estaban cortando madera. La astillaron y la clavaron en la tierra, creando un cerco de madera tallada frente a las murallas del palacio, imposibilitando la huída de los habitantes por las paredes, sumándose a que tampoco podían salir por ninguna de las puertas, que estaban rodeadas por un fuego que era avivado por los soldados.
Habían pasado nueve días construyendo el muro de madera que iba a lograr mantener a los habitantes dentro, pero también alterar sus estados de ánimo cuando mirase hacia afuera y vieran las rejas de madera en punta rodeandolos. Se sentía orgulloso de su labor. Las maderas medían unos dos metros e iban a empalar a cualquiera que quisiera abandonar la ciudadela real.
Sudaba, tenía las manos cortadas y con astillas en las palmas. Estaba cansado de cortar madera y hacer agujeros en la tierra. Pero eso no menguaba su sentido de alerta, ni su preocupación por Jin. Namjoon había vuelto varias horas después de haberlo ido a buscar, hacía nueve días y le había informado de que tanto Nia como su hermano, estaban a salvo en la villa de los Min. Y aunque confiaba con su vida al hombre, cada parte de su ser deseaba subir a un caballo e ir a corroborar que Jin estaba bien, todos los días.
Pero le era imposible, la presión para que el rey U se diera por vencido, no podía dejar de ser ejercida. Era necesario que sus soldados espías lo vieran allí, él con su sola presencia invoca un poder en las emociones del rey, lo necesitaban tan paranoico y desesperado como fuera posible.
Cuando cayó la máxima oscuridad, ingresó a la tienda de su padre. Dentro, el hombre tenía una mesa amplia y repleta de planos y planes de ataque. En realidad, su tienda era parecida a la propia cuando iba a alguna misión.
Espartana, con lo necesario para que sea práctica y nada ostentosa.
—Tu hermano me ha enviado una misiva.
— ¿Se encuentra bien?
Seong-gye niega y ve el fantasma de una sonrisa en su rostro que es tan imperceptible que cree lo imaginó.
—Tienes tantos hermanos, pero siempre crees que es Seokjin de quién hablo.
—Es el único que me importa.
El hombre gruñe despacio, irritado por la honestidad brutal del más joven.
—Baekhyun. Él quería reunirse conmigo a media tarde.
Jungkook piensa que por esas horas, su padre se excusó del trabajo manual y frunce el ceño ante la obvia implicación.
—Fuiste a verlo.
—Es mi hijo.
—Te traicionó. A todos.
—Pide ser mi heredero. Y por nacimiento, es el lugar que le corresponde. Él está dentro del palacio, podría ayudarnos Jungkook.

Colérico, Jungkook habla lentamente.
—Mi ayuda sólo las has tenido por lo que te he pedido. Lo que ya me has prometido.
Siente la furia, como veneno ácido, subiendo por su garganta. Golpea con furia la mesa y tira a su paso una silla, haciéndola sonar con fuerza contra la tierra.
— ¡Me has prometido la corona!
— ¡No a ti! ¡Ese es el problema, Jungkook! —exclama iracundo, su padre. —Eres menor que él, pero te daría el trono sin dudar. La gente, los soldados, todos van a seguirte. Pero no la quieres, por lo que Baekhyun sigue siendo una opción. Una opción que podría darnos acceso al palacio.
—Ese hijo de puta casi me mata. Casi mata a Jin. Voy a romperle el cuello cuando tenga mis manos sobre él.
—Si te lo ordeno, ¿me desobedecerías?
—Si no vas a poner a Jin en un trono, prefiero que este maldito país se prenda fuego con él incluído.
Seong-gye asiente, ensimismado, con un claro dolor pero algo más brillaba en sus facciones. Incredulidad y algo de espanto, cómo si hubiera tenido una revelación y estuviera demasiado impactado para procesar la noticia.
— ¿Estás enamorado de él, verdad? —el hombre no espera una respuesta, sino que sigue hablando. —Lo estás. De tu maldito hermano. Eres un enfermo, Jungkook. Ambos. Baekhyun tiene razón.

A pesar de que estaba sorprendido de las palabras de su padre, la ira lo inunda todo dentro de él, las palabras del hombre, no hacen más que aflorar sus oscuros sentimientos.
—Lo amo más de lo que tu puedes saber de amor. Tú eres un enfermo, que haces que tus mujeres perezcan por un poco de tu atención. Tu amor es enfermo, tu amor que hizo a mi madre suspirar hasta los últimos minutos de su vida por ti.
Dice Jungkook, con tono bajo y pesado, recordando a su madre en su lecho de muerte, pálida como el mármol, con lágrimas secas por la inminente muerte y el abandono por parte de su esposo. Recuerda a Jin dormido en su regazo, sollozando por el llanto silencioso de Sooyoung. El dolor de sus últimos días, la desesperación de verse sóla a las puertas de la muerte, abandonando sin quererlo, a sus hijos, a la crueldad basta del mundo. Sin protección, sin una mano guía y un beso amoroso.
Su madre, llorando por su padre. Jin, llorando por ella. Y con ese rencor, ese odio que fue acarreando desde joven, que se fue moldeando por su crueldad y sus altas expectativas, por su dura competencia entre sus hijos e incluso sus esposas, Jungkook sacó un cuchillo que tenía en la cintura y su padre asustado, se puso en defensa, pero no pudo evitar el filo del arma que le traspase la mano, clavándosela en la madera.
—Voy a entrar ahora al palacio. —dice, serio y se rectifica cuando vuelve a hablar. —Vamos a entrar ahora y voy a cortar la cabeza del rey y de tu hijo. Y si no nombras a Seokjin como tu sucesor, voy a matarte a ti, a todos tus hijos y a tus esposas. Los soldados te siguen a ti, pero no todos. Muchas tropas me seguirán hasta el fin del mundo y ahí pienso llevarte si no cumples tu puta promesa.
—Te haré colgar cuando sea rey, Jungkook.
—Estaremos todos muertos hasta que eso pase. Ahora sal y da la orden. O tu revolución muere aquí conmigo y contigo.
Saca el cuchillo de la mano de su padre de un tirón y sin siquiera limpiarlo, lo mete dentro de su cinturilla.
El hombre se agarra la mano, y la envuelve en un pedazo de tela que estaba arriba de la mesa, caminando hasta la salida de la tienda.

• The King •《Kookjin》[FINALIZADA]Where stories live. Discover now