Capítulo 20

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23 de Febrero de 1390

Con el silencio y la oscuridad reinando, Seokjin debería ser capaz de dormir, pero se le hacía imposible. Tenía los ojos abiertos como dos monedas, y veía la penumbra de su habitación sin ver realmente.

Sus cavilaciones iban de Nia al nuevo gobierno, Jungkook, Taehyung, Yoongi, Sooyoung, pero siempre volvían a Nia. Se sentía tan culpable, tan rastrero y egoísta, la chica estaba pasando por un momento difícil, no sólo había perdido a toda su familia de un plumazo, sino que iba a perder a sus hijos también.

No quiso conocer a Taehyung, pero desde que tuvo a Sooyoung en brazos, no dejó que nadie se acerque a ella. Incluso había echado a la nodriza, alimentando a la niña por si misma, algo bastante impropio en una noble.

Pero Nia se anclaba a su hija, como un barco al muelle en medio de una tormenta. Y se culpaba por el estado de ella, incluso había dejado de llamarla amiga en su mente. Él no se merecía ser llamado amigo. No después de todo lo que le había hecho a la muchacha.

Había lucrado con su cuerpo, con su destino, con su vida. A costas de su sufrimiento él había logrado su felicidad, la había usado cómo a un objeto hasta conseguir todo lo que quería en la vida alguna vez. A Jungkook, hijos sin casarse, la corona y la paz que traía el que su hermano estuviera en el poder. Nia había sido importante, una pieza clave para obtener todo aquello deseado.

Una pieza clave. Una cosa.

Algo que usas y luego tiras cuando ya no necesitabas más.

Jin siempre se consideró mejor que sus pares, al nunca menospreciar las capacidades de sus hermanas y madrastras, al jamás creer que la fortuna de su sexo hacía que fuera mejor que las mujeres, porque él mismo despreciaba que su propio sexo había influenciado en los pesares más grandes de su vida al separarlo irrevocablemente de Jungkook.

Pero él era peor que aquellos hombres que abusaban de sus esposas o casaban a sus hermanas por dinero. Él había tratado a Nia como un animal, la había obligado a desposar a su hermano, algo que fue su idea, a tener sus hijos, a abandonar su tierra y dejar todo lo que la hacía ser quién era.

No iba a llorar, porque no lo merecía. No se merecía sentir pena por sí mismo por ser tan mala persona.

Estaba tan inmerso en sus pensamientos, que no escuchó cuando las puertas se abrieron y Jungkook ingresó a sus aposentos.

Él encendió una lámpara. Fue así como el mayor reparó en él.

—Te ves agotado.

Fue lo primero que le dijo al verlo y no mentía. Jungkook se veía un poco más delgado, ojeroso y su pelo estaba enredado en un moño desprolijo sobre la cabeza. Sus ropas consistían en un traje militar sobrio, en rojo y negro, el mismo que usaba incluso antes de ser rey.

—Tu también. Deberías estar descansando y disfrutando de los lujos del palacio. Incluso tu piel se ve algo pálida.

Jin no contestó, pero si pasó sus dedos por su mejilla, sintiéndola fría y húmeda al tacto. Y con Jungkook allí, un poco desmejorado pero atractivo y masculino como siempre, lo hizo sentirse poca cosa al lado de su hermano.

—Estuve cuidando de los niños y trabajando en los anales de los pasados días. Alguien tiene que documentar la historia, ¿no te parece?

Jungkook asintió, quitándose el peto, la espada y quedando solamente con una ropa sobria de seda negra holgada. Se acercó hasta su hermano y se sentó frente a él.

— ¿Te causan problemas los niños? Puedes llamar más doncellas o eunucos para que te asistan.

—Son niños, Yoongi es revoltoso y Taehyung es demandante, es un bebé. Pero me las apaño.

• The King •《Kookjin》[FINALIZADA]Where stories live. Discover now