Capítulo 2: Techo diferente.

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Cuando abrí los ojos me encontré con un techo de tablas de madera, muy alejado del techo de mi casa o de mi escuela. Me lleve mi buen tiempo mirando el techo en silencio, sin pensar, sin llorar.

Esto era real, mi mano se deslizo hacia mi cara y pude notar los arañazos que me había provocado al huir de aquella cosa. Ya no había dudas, estaba lejos de mi hogar, de mi vida...

Al intentar reincorporarme un fuerte pinchazo en mis piernas me hizo salir de mi trance, la carrera de ayer me dejo las piernas adoloridas. Recordé lo sucedido en la noche, el ataque de una bestia nocturna. ¿Que era aquello?

Recuerdo que le lance la barrita energética y no me siguió, quizás solo quería eso.

Mire mi ropa, seguía siendo la misma aunque algo más sucia y maltratada. Lleve la mano a mi bolsillo en busca de mi teléfono móvil, fui bastante estúpido al no buscarlo nada más despertar en aquel bosque.

Por más que buscaba en mis bolsillos no estaba, se me habría caído durante la carrera o quizás seguía en mi escuela.

Cuando mi mente se fue despertando más y más empecé a examinar la habitación en la que estaba. Era un cuarto completamente de madera, con una decoración mínima, un armario, una puerta y una ventana.

Mire por la ventana y vi grandes campos de trigo. En estos campos se podían ver a agricultores tratando el campo, por otra parte alcanzaba a ver otras casas, eran casas simples de madera sin nada destacable.

Tras unos segundos me volví a tumbar, perdí las ganas de buscar una respuesta, las ganas de todo. Tras un rato perdí la percepción del tiempo, puede que estuviera así por minutos, horas...

La puerta se abrió y alguien entro. Dejo algo en el borde de la cama y se acercó a mí.

-¿Estas despierto?

Dijo una voz femenina a mi lado en un tono algo brusco. No le respondí, aunque me sorprendió el entenderla lo cual hizo que la mirara.

Era una chica de 20 años quizás, puede más vieja, sus manos y piel estaban descuidadas, tenía su pelo negro recogido en una coleta, su ropa era muy rustica.

-Veo que si... ¿Puedes hablar?

Su forma de hablar era muy bruta y el acento era uno que había escuchado de personas que vivían en el campo cuando veía la televisión. Sin ganas pero con la obligación de responder por educación decidí hablar.

-Si...

Dije sin emoción alguna, pero fue suficiente para que la mujer lanzará un suspiro.

-Bien... ¿Te duele algo o estás herido en alguna parte?

Dijo la mujer tratando de ayudarme.

-¿Dónde estoy?

Dije sin darle importancia a lo que ella me había dicho.

-Hem... Estas en la frontera del reino de León, junto al bosque de la brisa.

Dijo la mujer mientras tomaba un plato que había en la borde de la cama, el plato tenía una especie de guiso.

El reino de León... Ese nombre me recordó a la reconquista española antes del descubrimiento de América.

-España... Sigo en España... Pero en la guerra contra los árabes... imposible.

Me dije a mi mismo mientras me llevaba una mano a la cara y empecé a reírme por lo subrealista de la situación. La mujer se quedó paralizada y dijo con algo de duda.

-¿Que es esa España? ¿Y quiénes son esos árabes?

Mi risa se paró de golpe, no había pensado en la posibilidad de que podría haber diversos reinos con el mismo nombre en la historia, pero no recordaba nada de reinos con el mismo nombre.

El guardian de las kitsunesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora