Desde los rincones del pasado (Steve Rogers y tú) [MARVEL]

Capítulo 5

Un estorbo, eso es lo que era con esa pierna vendada. Algo inservible que solo podía andar con muletas, entorpeciendo el paso a los demás. Nunca le gustó ser una inútil ni preocupar a nadie pero no le quedó más remedio que cerrar los ojos y aceptar ayuda.

—Estoy bien papá, no te preocupes —se colocó en el sillón de su soleado salón con la pierna en alto, encima de una almohada.

Su padre recorrió con su camioneta muchos kilómetros para poder ir a verla. Era un granjero de la costa sur que comerciaba con sus cosechas en ferias locales. Era un buen hombre pero nunca se ocupó demasiado de ___.

—¿Cómo no voy a preocuparme? Me quedaré un par de días para ayudarte. Ahora que no está tu madre alguien debe hacerlo...

—Papá... —le reprochó.

—Lo sé, lo sé. Te dejaré un rato a solas mientras duermo un poco, estoy agotado...

—Puedes tomar una ducha.

—Será lo mejor.

Se acercó y le dio a ___ un beso en la frente, reconfortándola a la vez que sonreía. Luego se marchó al aseo, cerrando la puerta.

El hospital por fin le dio el alta, solamente debía tomar las medicinas y no hacer esfuerzos por el músculo. No debía entrenar y si tenía que ir a algún sitio no podía apoyar la pierna. Se frotó la cara con las palmas de las manos y luego presionó sus ojos en un placer agradable, era lo único que la relajaba un poco.

Estaba realmente tensa. Era una persona muy activa y nerviosa, y estar postrada no era lo más ideal para sus nervios, y lo peor es que le daba tiempo para pensar.

Para dedicarle todas sus horas a Steve.

Para que sus ojos se derramen por él.

Para morir mientras sueña que la abraza una vez más.

...

—Steve... ¡Steve! Estás aquí. Me alegro tanto.

—No podía faltar, tenía que ver los fuegos artificiales contigo.

—Por cierto, feliz cumpleaños. Sé que te lo habrán dicho muchas personas, pero...

—Muchas gracias —la interrumpió— eres mi mejor amiga, no importa quién más me haya felicitado, tú eres especial.

___ sonrió y lo invitó al balcón mientras apagaba las luces y disfrutaban de los mágicos fuegos del 4 de julio. Los lanzaron de todas las formas y colores, adornando el cielo junto a la luna y las estrellas.

—Cuando acaben los fuegos te voy a invitar a tomar cerveza para celebrar tus 200 años, anciano.

—¿Anciano? —rió mientras negaba con la cabeza— te enseñaré de todo lo que soy capaz.

___ abrió los ojos de golpe con el corazón al borde de una taquicardia. Se incorporó con los pelos alborotados y pasó la mano por su frente, estaba sudando bastante. Soñó con uno de los cumpleaños de Steve, en el que sus compañeros le habían organizado una fiesta sorpresa a la que ella no fue invitada. Luego le dio la sorpresa de visitarla y... y no recordaba nada más, salvo de ver los fuegos artificiales juntos.

—¿Papá? —lo llamó pero parecía no haber nadie en su piso. No podía quedarse ahí encerrada, o se iba a volver loca. Necesitaba relacionarse.

...

___ vivía cerca del edificio de S.H.I.E.L.D. y justo una calle más abajo había una cafetería que solía ser frecuentada por muchos soldados y funcionarios, y también por ella. Se duchó con cuidado de no mojar su pierna vendada y tuvo el valor de ir con las muletas hasta la cafetería. Se dio un poco de prisa porque varias nubes amenazaban con romper a llover.

Le abrieron la puerta al llegar y soltando un 'gracias' se sentó en una de las mesas, pidiendo un café con leche y azúcar. Suspiró y por fin logró acomodarse, escuchar la conversación de las demás personas, mirar por la ventana el ambiente y el gentío del día a día. Por lo menos así se sentía más aliviada y lograba despejarse de su piso.

Se acomoda el cabello detrás de las orejas antes de que escuche varios truenos y estalle a llover. Los gritos y los pasos de las personas apresuradas para refugiarse en el café son abrumadores, pero, ¿y qué? Solo es agua.

—Perdona, ¿me puedo sentar contigo? No hay más asientos libres.

___ giró la cara y vio una chica pelirroja de pelo largo empapada de lluvia y abrigada con una chaqueta, que se quitó. Sabía quién era, Wanda Maximoff.

—Adelante, no pasa nada.

—Gracias —sonrió, dejando sus pertenencias y sentándose frente a ella.

Tomó un sorbo de su café con timidez, intentando no mirarla. Pero Wanda no parecía quitarle ojo de encima.

—Disculpa que te moleste, ¿por casualidad te llamas ___ Blume? —eso la pilló de sorpresa.

–¿Có... Cómo lo sabes?

—En S.H.I.E.L.D. hemos investigado el caso del portaaviones que se hundió, y te dormí para quitarte esa cosa de la pierna. Eres la única que está de baja.

—Sí... eso me han dicho —asintió— es una pena que saliera tan mal.

—Creo que en el futuro deberíamos de tener más precauciones —Wanda la miró por encima y vio las muletas— ¿Ya estás mejor?

—Un poco... —___ agachó la mirada a su taza. No era buena haciendo amistades.

La pelirroja pidió otro café al camarero y al final se quedó conversando con ___ mientras la lluvia golpeaba el cristal de la ventana. Ambas quedaron en silencio por un rato, disfrutando de sus bebidas en la tarde de lluvia.

Wanda tomaba su café con sus dedos adornados de anillos mientras veía a ___ sacar un libro que trajo para leer. Le gustaba la forma que tenía de pasar las páginas.

—¿Podrías darme tu número? —preguntó de repente con tono melodioso— me has caído bien, y no me tratas como una rara.

___ abrió los ojos de la impresión. Creía que al ser Wanda una vengadora tendría miles de admiradores.

—¿De verdad? ¡Claro! Claro —tomó su teléfono e intercambiaron números— lo siento si no he hablado demasiado, es que... tengo varios problemas. Pero te prometo que soy muy divertida —le aseguró, no quería que pensara que es así todo el tiempo, callada y aburrida. La bruja soltó una carcajada, empezando a recoger sus cosas.

—Todos sufrimos alguna vez, un tiempo. Ahora me tengo que ir, pero cuando te pongas mejor te mando un mensaje y vamos a dar un paseo, o de compras. ¡Hasta luego!

—Adiós, Wanda.

Y ___, quedándose otra vez sola, se fijó que por la ventana volvía a salir el sol.