Epílogo

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Cuatro años después

Narra ___

Los ojos me pesaban y el ambiente húmedo no ayudaba. Había sido difícil viajar sin él esta vez, estaba más cansada de lo normal, después de casi no habernos despegado el uno del otro por casi cinco años.

No sabía cuánto tiempo me había pasado contemplando la pintura que Steve me regaló por Navidad, pero notaba el pie donde estaba apoyada medio dormido, mi figura pintada casi distorsionada y los brazos cruzados pegados a la piel por el calor de junio, típico de Florida por estas épocas.

El cuadro que no acabó mi madre lo hizo él en una tarde, en el trastero de mi casa. Nunca conseguiré entenderlo, pero hizo la pintura como si me hubiera conocido desde que era una niña.

Decidimos dejarla aquí, colgada encima de la chimenea en vez de llevarla a Nueva York, donde nos mudamos finalmente. Steve volvió parcialmente a S.H.I.E.L.D., y consiguió que me pagaran todas las facturas médicas, tanto físicas como psicológicas, y aunque yo le dije que no quería volver a trabajar allí, aun así me aseguró un puesto por si algún día las cosas se torcían.

Giré las llaves del coche sobre mi dedo y comencé a dar vueltas por el salón, mirándome de vez en cuando en el reflejo de las ventanas. No había cambiado mucho. Biológicamente superaba a Steve por tres años, y sé que el suero del supersoldado lo hará vivir más tiempo del que yo dispongo, pero... Estaba allí, de vacaciones en Florida, sin pensar demasiado. Gracias a él y al paso de los años, había aprendido a no preocuparme por esas cosas.

Llamaron a la puerta y volteé mi cara hacia ella, yendo a abrir. Mi prima Sarah apareció con Jordan en brazos que casi se tira encima mío. Yo sonreí y Sarah rió por la efusividad de mi hijo.

Sí, tengo un hijo de casi cuatro años. Un bebé de Steve y mío al que llamamos Jordan. Nunca pensé que eso fuera posible, a pesar de que mi útero está casi destrozado.

—Aquí te lo dejo, se ha bañado un montón de veces en la piscina.

—¿No me digas? —le sonreí y tomé su cachete en un pellizco cariñoso, y Jordan escondió su cara en el hueco de mi hombro. Es muy vergonzoso— Gracias por cuidarlo, Sarah. ¿Quieres pasar?

—No, me tengo que ir, he quedado —miró su reloj de muñeca— voy a dar una vuelta por la feria.

—Yo también voy allí a ayudar en el puesto de mi padre. Si te pasas luego te invito a un helado de frutas.

—Yo también quiero helado de frutas... —reclamó Jordan jugando con mi pelo entre sus manos.

—Te daré todo el helado que quieras —sonreí de nuevo. Cuando estaba con él no paraba de sonreír.

—Trato hecho —Sarah se despidió de nosotros y se fue en su coche hasta la bahía. No estaba demasiado lejos, un poco más allá del pueblo.

—¿Vamos a ver a baba? —me preguntó, refiriéndose a su abuelo.

—Ahora mismo, mi amor.

...

Cuando conducía por la carretera no podía quitar la vista de Jordan y pensar en lo difícil que fue traerlo al mundo. Era una copia de Steve, salvo porque tenía mis pecas por la cara y su piel era un poco más morena, igual que la mía. Pero era perfecto, el niño más amoroso y revoltoso que había visto nunca.

Creía que nunca me quedaría embarazada de forma natural, y Steve aceptó el que quizás no pudiera tener hijos, pero sucedió, y tuve que estar casi los nueve meses en reposo por riesgo de aborto, mereciendo la pena totalmente.

Desde los rincones del pasado (Steve Rogers y tú) [MARVEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora