Capítulo 12

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La bolsa de basura se llenaba poco a poco de fotografías con Steve: desde viajes y paseos en coche hasta bebiendo en un bar o mandándose fotos con caras raras a través de videollamadas. Todas ellas le provocaban una sonrisa, y luego las tiraba.

La tarde no estaba siendo muy divertida para ___ en ese momento pero sí la ayudaba a sanar y a enseñarle que recordar no era malo, y menos si esos momentos fueron buenos.

—Cómo romper sin romper... —habló en voz alta casi inconsciente, pasando y descartando las fotos en donde estaba sola.

Se vio ridícula. En las fotos parecía una relación de hermano y hermana. Tiró todas las fotos a la basura inspirando profundamente. Desde luego vivieron realidades totalmente paralelas.

Su teléfono comenzó a sonar y se quitó las manos de la cara con lentitud, estirando la espalda con los ojos cerrados. Dejó que sonara un poco para poder relajarse y descolgó.

—Hola ___, ¿Cómo estás? —era la voz de Wanda. La rubia suspiró un poco más y sonrió, desde luego sabía como sacarla de sus vórtices depresivos. Había estado preocupada esos días, pero tampoco quiso molestarla en su misión, así que decidió esperar a que ella contactara la primera.

—Wanda, Dios mío, hola. Estoy bien, ¿y tú? ¿Qué tal por Rusia?

—Muy bien —el tono de la bruja era cansado— acabo de llegar al hotel. Solo quería decirte que estoy bien, mañana tal vez te pueda llamar otro rato más extenso.

—Me alegro... —___ cerró la bolsa con las fotos y algunos recuerdos más para desecharlos— creo que será mejor que descanses, yo también estaba ocupada.

—Vale, era para avisarte. Ahora me daré una ducha.

—Gracias por llamar, Wanda. Hasta mañana.

—Que descanses.

Y colgaron.

A ___ ya no le inspiraba confianza la bruja. Pero qué más podía hacer. Quién era ella para meterse en ciertos asuntos.

Negó con la cabeza y agarró la bolsa de la basura. Era hora de tirarla.

...

El día siguiente era muy temprano por la mañana pero ___ ya estaba en la oficina, tecleando y haciendo cálculos en el ordenador, tomando notas en papel y demás. No sabía cómo irían los demás con el trabajo, pero ella iba casi por la mitad. Ya le picaban los ojos por estar tanto tiempo frente a una pantalla y forzando la vista. A veces las lentillas no servían de nada.

Decidió parar un momento y ver algo en Youtube que la distrajera de tantos números. La cabeza le iba a estallar y le dio al primer vídeo que estaba en el inicio: un tango.

Sonrió agradable. Le traía tantos recuerdos de cuando ella bailaba y la música era tan pegajosa y sensual. A veces pensaba si, tal vez, se debería de ir por un tiempo y hacer las cosas que le gustaban de verdad, respirar aire fresco, pensar en otras cosas. Su trabajo le encantaba, pero le quitaba mucho tiempo y solo se limitaba a ello.

Unos toques en la puerta hicieron que quitara el vídeo. La verdad no esperaba a nadie, así que se quedó extrañada.

—Adelante.

La puerta se abrió y apareció una mujer con un gigantesco ramo de rosas blancas y hojas verdes, rodeadas de un lazo rosa. ___ abrió los ojos en sorpresa.

—Vengo a hacer una entrega.

—Lo siento, pero estoy segura de que se ha confundido de destinatario —la echó sutilmente de su despacho y volvió al trabajo, tecleando en su ordenador como si no hubiera nadie más que ella. La repartidora no se dio por vencida y miró un comprobante que sacó del bolsillo.

Desde los rincones del pasado (Steve Rogers y tú) [MARVEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora