Escrito por @Virginia2604
Ese turno empezaba como cualquier otro, llegando temprano a la clínica y siendo recibida por los vigilantes —Buenas tardes, mi doctora hermosa —dice Sergio, el vigilante de la noche con una sonrisa mientras extiende su mano
—Buenas, buenas ¿Cómo me le va? ¿Me guardó algo bueno? —pregunto estrechando su mano, lo veo sonreír e inclinarse hacia mí
—María trajo café, en un rato hacemos y le llevo —dice en voz baja como en una especie de secreto que me hace sonreír. Cuando trabajas como médico en horario rotativo, debes aprender a llevarte bien con todo el personal, nunca sabes cuándo puedes necesitar una mano.
—¿Qué película veremos hoy? Nos vamos a desocupar temprano—. Sonrío por el recibimiento de Nieves, la admisionista
—Déjame llegar a recibir el turno y hablamos—. Sigo el paso hasta el consultorio para recibir a mi compañero quien me informa que solo deja dos pacientes que están terminando de cumplir tratamiento y me entrega una niña con fiebre y diarrea en espera de resultados de laboratorio. Nada grave, muy bien.
Hay noches como esas, que las cosas están en relativa calma, como hay noches donde todo es un caos y enloqueces con los pacientes. Las guardias son muy impredecibles, siempre hay que prepararse para lo peor.
—Hola, Julia ¿Cómo te sientes? —Me acerco a la niña de la fiebre una vez que tengo sus resultados, es una amibiasis, algo muy frecuente en estos tiempos y en zonas tropicales, miro a la niña de 7 años, tez morena y ojos marrones coronados con envidiables pestañas esbozar una débil sonrisa
—Mejor ¿Ya me voy a casa? —Toco su frente y le sonrío —Ya no me duele, doctora —dice señalando su abdomen
—¿Ya no duele? ¿En serio? —Poso mi mano con cuidado en su abdomen y lo palpo, ella solo se remueve un poco —Te dejo ir solo si me prometes que vas a tomarte las medicinas ¿Bien? Para que te sientas mejor... —Achica sus ojos y suspira dramáticamente
—No hay visita a la abuela sino te tomas las medicinas, Julia —dice su mamá a modo de advertencia
—¿Sabe muy feo, doctora?
—No sabe feo, además, cuando te sientas mejor, tu mami va a hacerte una rica comida—. Miro a la mamá que asiente con una media sonrisa —¿Tenemos un trato, Julia? —Extiendo mi mano hacia la niña que la toma y asiente en una promesa silenciosa. Ojalá todos los niños fueran así de sencillos de tratar.
Una vez dados de alta todos los pacientes y quedar en calma, voy a cenar con la camarera María y Nieves, es una especie de costumbre sentarnos a comer juntas y compartir lo que traemos. Yo los sándwiches, María el arroz con pollo y Nieves las croquetas de lentejas. Nada pesadito ¿Cierto? Sin contar que lo pasamos con café mientras bromeamos un poco y nos contamos de las familias.
En medicina solemos decir que "Demasiada calma nunca es buena" eso siempre antecede alguna cosa. No es superstición, es un hecho. Y esa noche en particular la calma y el silencio eran demasiado.
Nieves puso su música para aligerar el ambiente mientras María pasaba la mopa moviendo sus caderas al ritmo de fondo y yo reía de sus ocurrencias.
A esos de las 11pm, se escucha la algarabía de las voces desesperadas porque llegó una emergencia, esta vez no era un desconocido, esta vez era uno de mis profesores de la universidad con dolor abdominal severo. El Dr. Ignacio Tomedes. De los mejores traumatólogos de la ciudad y quien fue profesor de generaciones de médicos en formación en la universidad, yo incluida.
Trato de ocultar el temblor en mis manos al examinarlo y esperaba no pudiera oír lo fuerte de mis latidos, ser el médico de alguien que conoces nunca es fácil. Con solo verlo ya supe estaba mal, su presión por el piso, pálido, sudando. Hice lo que mejor nos enseñaron: atender la emergencia y estabilizar al paciente.
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Relatos de mujeres
РазноеPersonajes atípicos con sus ilusiones y despechos; con sus anhelos y fantasías: con sus amores y desamores; protagonistas a través de la historia. Relatos de mujeres, un compendio de ellos con la visión de ocho féminas.