La aldea perdida Capítulo Tres

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"Ya podría tener el don de la profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, de nada me sirve."

Francisco cerró la Biblia que tenía entre sus brazos y suspiró consternado, pues en vez de toparse con el consuelo que siempre había hallado en ella, ahora solo había encontrado un mayor desasosiego.

Estaba en el confesionario, aguardando a la siguiente feligresa que acudiría a él esa tarde mientras repasaba la lectura del día siguiente.

El texto que debía leer y sobre el que debía hablar... el día de la boda de Clara.

Su Clara.

Su dulce y bella Clara.

Toda su vida había tenido un punto fijo al que llegar, el sacerdocio, y el resto habían sido banalidades transitorias a las que nunca le había prestado atención.

Siempre había sabido lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo que debía hacer y lo que no.

Y sin embargo ahora...

Ahora sentía que vivía en un mundo confuso y descolorido, que estaba jugando en un tablero de ajedrez desconocido con unas normas que no sabía.

Sus movimientos, cada uno de ellos, siempre habían sido previamente pensados y dilucidados con un fin concreto.

Nunca movía una pieza de su tablero sin recordar la que ya había movido previamente y haber planeado el movimiento que vendría después de aquel.

Y sin embargo ahora, sentía que estaba siendo arrastrado de una posición a otra sin poder evitarlo.

"Señor" le rogó, " Señor, ayúdame porque yo no puedo solo con esto"

Pero como respuesta solo encontró primero silencio y después el sonido de la siguiente joven que acudía a él arrodillándose.

Francisco suspiró.

-Ave María Purísima.- aquella voz...

-Sin pecado concebido.- se apresuró a contestar él. ¿Sería acaso posible que...?

Pero cualquier pensamiento coherente desapareció de su mente tan pronto como ella empezó a hablar.

-Padre, perdóneme porque he pecado.- le dijo Clara susurrante.- perdóneme porque he deshonrado a mi padre y a mi madre, le he sido infiel a mi prometido y a mi promesa para con él, he sido ingrata con lo que Dios me ha dado y aún sabiéndolo sigo sin poder remediarlo.- los sollozos, suaves, la interrumpían al hablar y se le clavaban en el alma a Francisco como llagas.- Me he enamorado de un hombre noble, un hombre amable de sonrisa afable y ojos sinceros. Un hombre que siempre ayuda a todo el que puede ayudar y salva a todo el que necesita ser salvado incluyéndome a mí, que vagaba perdida y sin esperanza hasta que él llegó.- los sollozos crecían y con ellos la desazón de él.- Perdóname padre porque me he enamorado de un hombre que no es mi futuro marido. Y lo amo, lo amo con toda mi alma. Aunque a penas lo conozco, aunque no se si me corresponde, lo amo, de corazón, profundamente, y probablemente continuaré haciéndolo toda mi vida.- Clara se detuvo unos instantes que rellenó con los sonidos de su llanto y que Francisco aprovechó para, sintiendo como algo se le desgarraba por dentro, apoyar su cabeza contra el respaldo del asiento y morder su labio en un intento de evitar que ella oyera su lamento y levantara sus ojos del suelo, lo mirara , y viera cómo caían desenfrenadamente lágrimas por sus mejillas.- Lo amo, y que Dios me perdone, pero no lamento hacerlo, porque enamorarme de él ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida.

Clara se levantó y salió apresuradamente del lugar intentando limpiarse las lágrimas.

Le dolía todo el cuerpo, incluyendo el lugar donde antes estaba su corazón y ahora solo un vacío agónico.

Pero no se arrepentía, tenía que decírselo, aunque solo fuera una vez.

Nada podía hacerse, pero su egoísmo le exigía hablarle de sus sentimientos pues sabía que, de lo contrario, si se hubiera guardado aquello, se arrepentiría para siempre.

Así que no, no esperaba nada con aquello.

Definitivamente no lo hacía.

Y sin embargo...

Sin embargo, cuando unas mano se posaron sobre sus hombros y la giraron su corazón se llenó de alivio.

Al menos, pensó, él había ido a decirle que no pasaba nada, que ya se le pasaría ese sentimiento, aunque ambos supieran que no sería así.

Al menos podría hablar con él una última vez.

Pero lo que Clara jamás se imaginó fue lo que él le dijo tras cogerle la cara con las manos temblando para obligarla a mírale a los ojos, que derramaban lágrimas sin control.

-No tengo nada que ofrecerte.- le susurró con desesperación.- No tengo casa propia ni dinero, no tengo familia que nos acoja y si estamos juntos no tendré ni siquiera el respeto de la gente ni su cariño y consideración como hasta ahora. No puedo darte nada porque no tengo nada para darte.

-No necesito nada de eso, absolutamente nada, solo te quiero a ti.- le dijo ella apoyando su frente contra la de él.

-No será fácil.- continuó él-tu familia te repudiará, si renuncio al sacerdocio nos tratarán como a la peste y tendremos que irnos muy lejos de aquí y, aún así, es posible que las murmuraciones nos persigan para siempre.- le explicó él con un nudo en la garganta.

-¿Me amas?- le preguntó ella apartándose un poco para mirarlo a los ojos.

-Clara yo...- dijo él moviendo la cabeza hacia los lados, mirando a cualquier parte menos a ella.

Clara le cogió el rostro entre sus manos y como había hecho él instantes antes, le abligó a mirarla.

-¿Me amas? - le volvió a preguntar.

-Si.- le confesó él en un susurro.- Te amo.

-Y si lo hacemos... si nos vamos... ¿Estarás siempre junto a mí? ¿Querrías permanecer siempre a mi lado?

-Si, quiero.- le dijo él sin ninguna clase de duda.

-Pues que así sea.- le contestó ella.

Lo que se les avecinaba no sería bonito y ambos los sabían.

Y aún así, no pudieron evitar sonreír.

Porque sí, se habían enamorado de la persona equivocada, en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

Y aún así, aquello que había entre ellos, a pesar de todos los problemas que vendrían, de todo el dolor, la tristezas, la angustia...

A pesar de todo ello, se tendrían el uno al otro para consolarse, para hacerse reír, para llorar.

Y con eso era más que suficiente.

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Hola!
Me llamo Victoria Pazos y soy un proyecto de escritora que lleva varios años rondando por aquí en un continuo ensayo error con el fin de poder mejorar en mi forma de escribir y así lograr entretener y distraer a la gente.
Suelo escribir novela histórico, la más famosa es Lady Habladora, que es el primer libro de una saga de cuatro. Actualmente estoy publicando el libro número tres de ella, los dos anteriores ya están completos.
¡Espero que les haya gustado!

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