Seducción en terciopelo Capítulo Tres

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Stephen Ryks bajó del avión sintiéndose miserable y torturado.
  
    Apenas puso un pie en aquella ciudad y quiso subirse de nuevo el avión y regresar.

     El calor del sur del país era infernal y Stephen odiaba el calor, es más jamás iba a lugares calurosos precisamente por esa razón además de que no había nada que lo retuviera más del tiempo necesario y esta no sería la excepción, encararía a la chica y después se iría de regreso a la ciudad que tanto quería.

    Abordó un taxi que pudiera llevarlo al hotel donde había reservado y maldijo al ver que no tenían clima.

    Sentía que desfallecería en cualquier momento o le daría un golpe de calor.

—¿Cuándo empieza la temporada de frío? —preguntó al taxista—. Esto es un infierno.

—Estamos en época de frío —respondió el hombre. Stephen abrió los ojos desmesuradamente—. En temporada de calor le van a salir escamas.

    El hombre rió poniendo de mal humor al chico que ya no dijo nada más rogando porque llegaran ya al hotel.

     Una vez arribó al hotel se apresuró a llegar a la habitación a darse una ducha. Hacía un calor de los mil demonios y él se sentía sucio y pegajoso.

    Se metió a la habitación y sin esperar nada ingresó al baño para refrescarse.

    Pensó en que hubiese sido mejor que su abogado se encargara pero por mucho que tratara de engañarse lo cierto es que le comía la curiosidad por saber quién era la chica.

    Había leído toda la sarta de mentiras en torno a su supuesta relación y no sabía si reírse, enojarse o sentirse halagado pero lo que había captado su atención aparte de sus tetas y su enorme trasero claro, pero eso jamás lo reconocería, había sido la forma en que ella lo describía.

    Había dicho que era excepcional, único, el mejor y el hombre más bueno del mundo. Por supuesto no lo conocía y le había atribuido virtudes que no tenía; sin embargo, no podía negar que su corazón se había calentado ante la lectura de la forma en que describía la relación.

    No había sido como las otras chicas que opinaban lo guapo y elegante que lucía, no había hecho alarde de sus millones y mucho menos había dicho nada de su deportivo. La chica solo había mencionado lo mucho que amaba a su novio por todas las cualidades que antes había mencionado.

    Llamó a su amigo y abogado para decirle lo que tenía que hacer.

—Hola tigre —bromeó su amigo—. ¿Ya has visto a tu gatita?

—Deja de decir estupideces y mejor dime en qué turno estudia —respondió harto de las burlas de su amigo—. Hace un calor del infierno y no pienso quedarme más de dos horas en este lugar. Hablaré con ella, la pondré en su lugar, voy a amenazarla y finalmente me iré de acá.

—Espero que todo te salga como esperas —dijo divertido—. Pareces tenerlo todo fríamente calculado.

—Lo hago —dijo orgulloso—. Esa niñata se va a enterar con quién se metió.

     Su amigo comenzó a reír antes de hablar.

—O tú te aprenderás una lección —dijo divertido—. Estoy deseando ver los resultados. Como sea te mandaré los datos en un mensaje en unos minutos.

    Ignorando las burlas de su amigo colgó la llamada con el humor más oscuro que antes y decidió que lo mejor era finiquitar el asunto cuanto antes.

    Verificó que le hubieran mandado la información, se mentalizó de nuevo usando como mantra «el calor es mental, el calor es mental» y salió de nuevo del hotel rumbo a la universidad de la chica.

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