VIII

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-Junta más las piernas, y no te muevas tanto o tu oponente solo tendrá que mantener la espada alzada y tú le harás todo el trabajo.-Brienne caminaba por el campo de entrenamiento aconsejando a sus aprendices. Pasó tras una chiquilla de unos 14 años y corrigió su postura con el lomo de la espada.-Sigue así.

-Habéis hecho maravillas en estos días, la mayoría nunca habían empuñado un arma de verdad y ahora se baten en duelo como si llevaran meses de entrenamiento.

-Hola Ser.-Jaime tenía los ojos entrecerrados debido al sol bajo del atardecer, extrañamente brillante para estar tan entrados en el invierno.-Vos también les habéis enseñado mucho.

-Yo solo les hago practicar, vos sabéis instruir, veis sus errores y sabéis cómo ayudarles a corregirlos.-Brienne sintió como el pecho se le llenaba de orgullo al contemplar los progresos de los norteños y se concedió aquel mérito.-Hace mucho tiempo desde nuestro último duelo, me vendría bien vuestro ojo experto para que los muertos no encuentren mis puntos débiles.

Brienne lo miró incrédula, no esperaba que Jaime le pidiera ayuda, su habilidad para el combate con la mano izquierda ya era totalmente natural y quien no lo conociera pensaría que había sido zurdo toda la vida. Tras pensarlo unos segundos aceptó y adoptó posición defensiva. Jaime sonrió. La intensa mirada de Brienne cuando encaraba un enfrentamiento le hizo plantearse cómo podían sus enemigos subestimarla, era una mirada feroz y entraba directamente a sus pupilas como un rayo que te quemaba por dentro. Lo había sentido aquel día, cuando se batieron en mitad del puente siendo él su prisionero camino a Desembarco del Rey. La había enfrentado con una sonrisa altanera en los labios, pero lo había sentido.

Al principio sus espadas danzaron creando un sonido tan melodioso que muchos cesaron su entrenamiento para observarlos. Ninguno de los dos lo notó, se miraban a los ojos y no eran conscientes de nada más. Estaban completamente igualados y apenas se desplazaban del círculo invisible que dibujaban sus pies con cada estocada.

Jaime sonreía, pero esta vez no era pretencioso ni despectivo, era una sonrisa sincera, disfrutaba. Brienne seguía pareciendo impasible hacia fuera, pero se sorprendió a si misma divirtiéndose, tanto que deseó que el combate siguiera así, empatados hasta que ambos agotaran sus fuerzas. Pero, tras varios minutos en que sus espadas era lo único que se oía en el campo de entrenamiento, Jaime vaciló durante medio segundo y ella lo golpeó en el pecho con su brazo izquierdo, haciéndolo caer. Con un movimiento rápido puso la espada a unos centímetros de su garganta y Jaime soltó la suya en señal de rendición, invadiéndolo ahora una sonrisa aún más amplia, tras haberla perdido con el sobresalto.

Ella le tendió la mano para ayudarlo a levantarse, ablandando el gesto de su rostro. Ambos asintieron con complicidad y tras recoger su espada Jaime hizo un gesto para que Brienne caminara a su lado, separándose del grupo.

Durante unos segundos caminaron en silencio, era un silencio cómodo para ambos, natural, pero de pronto ese silencio fue interrumpido en la mente de Brienne, que no pudo evitar pensar que aquello era demasiado fácil, demasiado bonito.

Estaba acostumbrada a vivir solo para servir, a que todas las satisfacciones que obtenía en la vida estuvieran relacionadas con el honor y los juramentos; disfrutar de un combate y de la compañía de otra persona de una forma tan fluida le resultaba extraño. No es que no se permitiera descansar, pero el deber era lo único que conocía y no terminaba de creerse que podía tener algo más.

-No os lo tomáis en serio. Jugáis.

-¿Qué?

-Ese ha sido vuestro error.-Las mejillas de Jaime se enrojecieron levemente.-No me enfrentáis como a un enemigo que intenta mataros.

-No lo sois.

-Si subestimáis al enemigo

-No sois mi enemigo-La interrumpió.

-Si queréis entrenar para batallas reales debéis imaginar que el entrenamiento lo es.

Brienne había ido endureciendo el tono a cada respuesta.

-Aún no estamos en guerra.

-Con esa actitud no lucharéis bajo mi mando.

Jaime frenó y se quedó callado mirándola con expresión de confusión, no sabía qué pensar, la veía seria y sus palabras eran estrictas, pero no podía evitar pensar que todo era una coraza, quería creer que ella había disfrutado tanto como él con aquel combate, pero por supuesto sabía que no lo diría abiertamente.

Brienne también frenó y, sin saber por qué, continuó-en nuestro último duelo me subestimasteis, luchabais por vuestra vida y aún así era un juego para vos, por eso os derribé. Si no hubierais empezado esa estúpida pelea Vargo Hoat no nos habría capturado y vos...-Brienne se detuvo de golpe.

"Aún tendría la mano de la espada" pensó Jaime.

Jaime creía que ya nada podía dañarle. Había abandonado a su hermana y su posición privilegiada, aceptándose a sí mismo como un ser miserable que lo único bueno que había hecho en su vida era lo mismo que lo había condenado. Creía que nadie podía herirle más allá de físicamente. Se encontraba frente a aquellos ojos azules, casi siempre tristes, indomables cuando luchaban por lo que creían, asustados en aquel momento, tan vulnerables como él mismo, y no podía enfadarse. Estaba sorprendido, creía que habían superado todas sus asperezas, creía que podían hablar... así que esperó a que ella hablara.

Brienne bajó la mirada al suelo y temió no poder volver a levantarla nunca más. "Vos aún seríais un extraño para mi, ese idiota Lannister fácil de odiar." pensó, tras apartar caóticamente de su mente el final que realmente iba a tener esa frase. Ya había estado pensando en su atracción por Jaime. En cómo lo físico, que parecía tan obvio, era tan insignificante al lado de lo personal, pero hasta ese momento no era consciente de cuánto la abrumaba ese sentimiento, le resultaba muy difícil manejarlo. Por un lado, vivía con la duda constante de que fuera correspondido. Casi siempre se inclinaba al pesimismo, pero a veces se sorprendía a sí misma pensando que existía una posibilidad. Por otro lado, temía convertirse en eso, una mujer enamorada, y ser solo eso, perder su identidad si se dejaba llevar.

Finalmente cogió aire y volvió a mirarlo, se lo debía.

-Perdonadme

-Perdonadme vos.-La interrumpió rápido, ella se sorprendió.-Para vos es importante, debería tomármelo en serio.

-No tenéis que disculparos, yo... yo he sido cruel y... no creo que... no debería haber dicho nada...

-Todos estamos nerviosos, se avecina la batalla más dura de nuestras vidas.

FUCK LOYALTYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora