Pánico. Diciembre, 2018 (3)

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Narra Júlia

- Sí le haces daño a mi hija, seré capaz de todo, incluso de matarte.- Sí lo dije así. Sentía a Sofía como si fuera mi hija, desde que Sabeliña me lo comunico. La cuide, la mime y me imagine criándola. Me percate de su primera patada y como se movía cada vez que le cantaba nanas. La acepte, a pesar de ser la prueba irrefutable que me era infiel con Chus. La quise desde antes que naciera y hubiera ejercido encantada de segunda madre.

Esas palabras eran tan sinceras que cuando el agresor me hizo perder el equilibrio y caer, únicamente temí por su integridad física. Le reconocí la voz de inmediato. Era su engreído novio. El típico macho alfa que se cree propietario de su hembra. Debajo de su piel se escondía un ser débil e inseguro. Cualquier atisbo de compasión por ser un cornudo se quemo ante su irracional comportamiento. No le tembló la mano en apartarme de la puerta e insultarnos por ser unas putas bolleras.

Terminé al suelo, lateralizada hacia la derecha. El golpe fue tremendo. Me dolió de inmediato el hombro y brazo derecho. Temo habérmelo fracturado. Aún así, no hay espacio para la autocomplacencia. Oigo como maltrata la puerta para que saliera. Exploro el entorno y localizo un ánfora de arcilla, pintada de blanco y con dibujos de peces, cerca de los lavamanos. Serpenteo hacía allí. Voy escuchando sus amenazas verbales. Llego pronto y con la mano izquierda, venciendo el intenso dolor que me invade en la extremidad dañada, me agarro a la pica blanca y consigo levantarme. Cojo el objeto decorativo. Por suerte no pesa mucho y lo puedo sostener con una sola mano.

Víctor no se percata de mis acciones, esta como poseído por la rabia. Mi niña, vencida por el pánico, saca el seguro de la puerta. Para tener más puntería agarro mi arma con las dos manos. Le doy directamente a la cabeza y antes de derribarse, se voltea. Irónicamente parece sorprendido y me mira con pena. Extraña composición musical. La vida podía ser una larga carretera de varias líneas e incoherencias. Todos, en cierto modo, creemos tener la razón y tendimos a justificar nuestros actos. Dispara su arma, no sé si de forma accidental, o realmente quiere dañarme.

El proyectil me impacta en la pierna izquierda, o me roza. Entro en un extraño estado de conciencia, algo paradoxal. Choque emocional. Situación inverosímil y discordante. Me arde la piel y siento como la sangre va brotando de la herida. El cuerpo del chico parece inerte. El impacto en el cráneo le ha ocasionado una herida, no muy grande y sangraba un poco. Sofía, paralizada, observa cómo me caigo. Sus ojos se humedecen. Ha desaparecido el destello de la ira. Le sonrió. Por mucho que me dolían las heridas, mi vida no estaba en peligro. Se agacha y me agarra de la mano fuerte. Deduzco que teme por mi vida.

- Cariño, por favor sal de aquí. Ve a pedir ayuda. Estoy bien. Tengo muchos motivos por sobrevivir. - Mientras lo decía se le aproximo y le busco el pulso en su muñeca derecha.- ¿Está vivo?

- Sí.- Me informó con un hilo de voz. Dirigió su mano hasta su máscara de Superman y se la quito lentamente. Empezó a llorar más. Su rostro estaba totalmente desencajado. Me arrastré hacia ella y le acaricie la espalda. No me rechazo. Seguía oliendo a peligro y no quería entretenerme en lamentos.- ¡Qué cabrón! Es mi culpa, es mi culpa...- No cesaba de repetir.

- ¡Por favor, vete a por ayuda!- Le insistí, imprimiendo urgencia. Mi pierna seguía desangrándose. Se percato de ello. Sin pedírselo, se quito su cinturón y me lo puso para cortar la hemorragia.- Gracias.

Se giro para cumplir su misión. Vi la pistola del nuestro agresor abandonada a unos centímetros de mí. La recogí. No me fiaba de él. Una nueva voz, también muy familiar, impidió que mi ahijada saliera. La apunto con su arma de fuego y la tomo de rehén. Iba con la carita de Tintín. Paradoxal composición, un cínico con cara de ángel.

- Riquiña, en ese paso te cargaras a todos quienes te quieren.- Se burlo el asaltante.- Primero, ese pobre chico. Lo has matado con tu insensibilidad y ahora le has quitado la vida. También a mi me has arrancado el corazón, al quitarme el afecto de Jésica. ¿Qué tenéis las gallegas, que hechizáis a las chicas? Y por último, con tus palabras has dañado a tu madre. No serás a tiempo para pedirle perdón. Si no está muerta, pronto lo estará. Puede que así aprendas que tus actos no son gratuitos.

LA TERNURA QUE ME INSPIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora