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Molly observó con los ojos abiertos llenos de miedo, suplicando con la mirada. Pero no se resistió, camino hacia la puerta y voltio hacia sus amigos rápidamente sin dejar de caminar.
El doctor detuvo a Molly antes de salir por la puerta.

-Hoy no saldrán de la celda, las dosis se inyectaran aquí- Menciono en un tono frío y sin ganas.

Ordenó a los guardias sostener a la niña, subieron su manga derecha y estiraron su brazo, el doctor con una jeringa delgada y con un cuarto de su capacidad ocupada por el suero. Cuando me inyectaron, la jeringa, era enorme y estaba toda llena. El doctor esperando por su colega, para que terminase de pasar el algodón por la muñeca de Molly, mientras revisaba si la cantidad de suero era correcta. Su colega levantó la vista y con un movimiento de cabeza, el doctor inyectó directo en las venas de la niña. A pesar del buen comportamiento de Molly, no pudo mantenerse quieta luego de la inyección, comenzó a llorar y gritar. El doctor con un tajante "Callenla" les obligó a los guardias a golpearla y mantenerla contra el suelo, la niña se sacudía, pedía a gritos ayuda, rogaba que parasen.

No pude hacer nada, fue más por miedo que por otra cosa, ustedes tal vez no me entiendan, pero ese veneno, puede hacerte sentir dolores por todo el cuerpo y es más doloroso cuando otras personas te tocan o golpean, sientes como descargas eléctricas chocantes, dolorosas y profundas, más profunda que cualquier cuchillo u objeto afilado con el que se pueda perforar la piel.

La primera vez que me inyectaron, en este lugar, sangre por cada orificio de mí cuerpo, pero Molly no sufrió ninguna hemorragia, sin contar los golpes de parte de los gorilas, hombres que sin pudor alguno seguían las órdenes de maniáticos golpeando a un grupo de niños, que ni siquiera tiene idea de lo que sucede.

Leila se mantuvo tranquila al ser inyectada, solo mostró dolor unos minutos antes de levantarse y acostarse en su cama sin ningún problema. Cómo si ya estuviera acostumbrada, me planteó una sería curiosidad.

Los chicos no fueron para nada tranquilos, Jackson golpeó a unos guardias, Ryan suplico a gritos que pararan y Nicolás lloraba desde antes que le tocará, el niño no soportó el dolor.

Cuando esté último fue inyectado, todas las miradas callejón en mí, con los nervios a mil, se multiplicaron en un momento sumamente estresante, terrorífico e incómodo.

El doctor hizo un movimiento con la mano, un hombre desde fuera de la celda, le extendió un maletín abierto con muchas jeringas en su interior, el tomó la mas grande y completo su capacidad con del dichoso Veneno.

Paralizada en mí lugar, no di respuesta ante la señal del doctor, provocando que los gorilas tomarán riendas en el asunto, golpeé mí espalda contra la pared, al ver como se acercaban decididos, con garrotes en sus manos, un terrible susto resultó en mí, creí que sería moldeada a golpes, una fuerte sensación en mí pecho se instaló ante el amague de un golpe directo en mí cabeza, se alivió al instante, cuando el doctor intervino y el trayecto del arma se detuvo sin llega a su objetivo.

-Ella es nueva- Reprochando -Sera inyectada en el laboratorio- Ambos guardias asistieron y guardaron sus armas. El doctor salió por la puerta, pero giro sobre sus talones, apuntandome con la jeringa en la mano -Esta vez, comportate, no quiero arruinar tu bienvenida-

No pude hacer nada, la verdad estaba paralizada, confundida y sumamente pérdida. Claro, ya había entendido todo, la verdad me surgieron nuevas dudas, pero no necesariamente importantes. La verdad me pregunte si recordaba algo de mí vida antes y alegremente recuerdo todo lo ocurrido, pero los últimos días se volvieron borrosos, recuerdo pensar que me moriría. Estaba tan perdida en mis pensamientos que no noté que me encontraba siguiendo al doctor por unos largos minutos en silencio absoluto, pasabamos por unos pasillos extensos del mismo color gris en todas las paredes, y llenos de puertas de metal, o mejor conocidas como 'Celdas', estás no emitían sonido alguno pero todas las puertas estaban abiertas y en su interior se encontraban niños, adolescentes, no pude encontrar un adulto, las celdas no contenían a más de 4 o 5 menores en ellas, pero eran muchas. El pasillo se hizo eterno, me aburro del color gris en las paredes y de la espalda del doctor que no tenía una sola arruga.

-Entra- El doctor paro en seco delante de mí, casi chocando con su pecho, hice caso a sus palabras, entre sin mirar el interior, para después arrepentirme, el mismo lugar de mí primera inyección.

Un temblor intenso en mis piernas no me permitieron dar más de dos pasos, un guardia me arrastró del brazo hasta una silla, encerró mis manos entre el apoyabrazos y unas cintas negras de cuero, mis pies fueron esposados al suelo.

Los guardias se colocaron alrededor de mí, tomando posiciones de alerta.

-Esten alerta- Ordenó el doctor, inyectando el contenido de la jeringa sin antes haber pasado un algodón con alcohol, como yo esperaba.

Pude sentir, cada gota, recorrer mis venas, como si de insectos bajo la piel se tratase, estaba asustada, se sentía asqueroso. Se presentó un muy fuerte dolor en mí cabeza, no estaba preparada, parecía haber recibido un mazazo justo en la frente, como si sufriese un caso extremo de Neuralgia de trigémino. Que decir de mis piernas parecían estar corriendo a toda velocidad, sin descanso, intentando escapar, aunque no se movieran en absoluto. Mis brazos sentía punzadas o descargas eléctricas, rogando moverse, los cinturones lo intensificaron, cuando por alguna razón los ajustaron. Mí garganta ardía como el infierno, aunque no escuchará mí voz por mis oídos, por mis tímpanos, los cuales sangraban, pero sabía que estaba gritando. Mí estómago sentía mil y un sensaciones, cosquillas, cólicos, vómito, y un millón más que no se pueden explicar. Mis ojos se mantuvieron fuertemente cerrados, pero de estos se escapaban una que otra lágrima, o más bien pequeñas hemorragias de sangre. Mí naríz percibia todo tipo de olores desagradables, ese asqueroso olor a suero me daba ganas de vomitar.

EvolucionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora