Todo está en silencio. Tes me mira con sus brillantes ojos y yo no puedo dejar de observarle. Puedo oír el latido de su corazón yendo a mil kilómetros por hora aunque su respiración no está alterada. No puedo evitar ruborizarme por su intensa mirada.
Un pitido que proviene de mi reloj de muñeca, interrumpe este incómodo silencio haciendo que cada uno se siente en el sofá mirando para la tele apagada.
Me levanto con cuidado tras apagar la alarma pero una mano me agarra por un brazo haciendo que me dé la vuelta.
-¿Qué pasa? –pregunto confusa mientras me pongo un mechón de pelo detrás de la oreja.
-¿Te acuerdas de por qué estoy aquí? No voy a dejar que te muevas ni un milímetro –dice aflojando el agarre.
-Tengo que tomarme las pastillas para que no me duela la pierna –le comunico señalando la puerta de mi cuarto.
-Dime dónde están e iré.
-En el segundo cajón de mi mesita de noche. Es un bote amarillo. No tiene pérdida –le digo a la vez que le guiño un ojo.
Puedo oír cómo rebusca en mi cajón. Espero que no encuentre nada raro. A los pocos segundos, vuelve con el bote de calmantes en la mano.
-¿Por qué ponen nombres tan raros a las medicinas? –me pregunta mientras va a la cocina y llena un vaso de agua para después dármelo a mí junto con los calmantes.
-Normalmente las medicinas se producen en Alemania.
-Los alemanes son muy raros –dice riendo a lo que yo asiento mientras me meto la pastilla en la boca-. ¿Tienes el juego del Backgammon? –pregunta mientras coge de una de las estanterías de mi salón el juego.
-Sí, pero nunca he jugado. ¿Quieres que nos divirtamos un rato? –propongo dejando el vaso de agua encima de la mesa de cristal que está en frente del sofá.
-Pensé que nunca lo dirías –dice emocionado mientras trae la caja y la pone encima de la mesa de cristal.
Ponemos las fichas tras leernos las instrucciones y Tes se pone al otro lado de la mesa, en frente de mí.
-Empecemos -dice frotándose las manos.
Le miro ensimismada ya que cada gesto que hace es realmente atrayente. Se pone de rodillas y se agacha hasta tener la cabeza a la altura de la mesa. ¿Pero qué hace? Está soplando en el tablero.
-Tes, ¿qué haces? –pregunto divertida al ver cómo la cara se le está poniendo roja como un tomate de tanto soplar.
-Jugar. Hay que intentar mover tus fichas al campo contrario.
-¿Desde cuándo? –pregunto riéndome.
-Desde siempre, lista.
-Mira las instrucciones, listo –digo divertida mientras le doy el librito que venía dentro de la caja del juego.
-Eres odiosa –dice dejando caer el pequeño libro encima de la mesa y cruzándose de brazos.
-Gracias –digo sonriente. Me encanta que me den la razón.
Pasamos la tarde jugando al Backgammon, pero como el juego original el bastante aburrido, decidimos hacer batallas soplando las fichas. Es bastante divertido aunque cuando terminas, notas la cabeza algo mareada por la falta de oxígeno. Tes me gana todas las partidas, y cuando ve que me molesta, empieza a correr por el salón gritando que él es el campeón haciendo que me ría y que no me importe que me derrote una y otra vez. En una de sus carreras por mi salón, se tropieza con la alfombra y rueda por el suelo del salón. Empiezo a reírme a carcajadas y al poco rato, empiezo a dar golpes en el posabrazos del sofá porque me falta aire de tanto reír. Tes se levanta, se coloca bien la ropa y me mira de forma seria.
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El amor a los 30 (En proceso)
HumorLana Jones, a sus 37 años, está soltera y desempleada. La locura de sus amigas le harán cometer la tontería de meterse a una web de citas. Amor, odio, sexo y humor le proporcionarán estos hombres a Lana. ¿Encontrará al hombre de sus sueños o tan só...