Siempre se ha dicho que después de la tormenta, llega la calma. Pero esa calma parece no llegar nunca a mi vida.
Cuando pensaba que mi realidad no podía empeorar, Tes me ha dado una noticia. Una noticia que he tardado en aceptar y procesar en mi mente.
-Por favor, repítelo –le pido para comprobar si le he escuchado bien.
-Mi madre me ha llamado. Quiere venir a verme para saber cómo estoy. Y como le he hablado de ti, también quiere conocerte.
-¿Cuándo? –pregunto más nerviosa que emocionada.
-Este viernes para celebrar el puente del cuatro de julio con nosotros.
-Pensaba que íbamos a tener tiempo para nosotros... -comento entristecida por este cambio de planes.
-Mi madre es muy cabezota y no se le puede decir que no a algo que ya ha decidido –responde. De tal palo, tal astilla. ¡Vaya vacaciones que me van a hacer pasar!-. Espero que no te importe que se vaya a quedar aquí con nosotros.
-¿Aquí? ¿En nuestro piso? –pregunto sin entender nada. No puede decidir todo eso sin consultarme primero.
-Sé que te lo tenía que haber contado antes pero, prácticamente, ella lo ha planeado todo sin siquiera pedir mi opinión. Me ha llamado más que nada para avisarme.
-Ya me cae bien –digo irónicamente. Tes me acaricia la mejilla para tranquilizarme pero me pone de los nervios que esa mujer decida por su cuenta. Me recuerda a mi madre, cabezona como ella sola.
-Tranquila, ya verás cómo todo va bien –me asegura antes de darme un beso en la frente para después sentarse en el suelo a jugar con el pequeño Noah.
Sin embargo, tengo un montón de preguntas cuyas respuestas aún no han llegado a mí. ¿Y si no le caigo bien? ¿Qué pensará si ve a Noah? ¿Y si estas vacaciones se alargan? ¿Y si es una mujer horrible? Ni siquiera sé cómo se llama. Tes nunca me ha enseñado una foto de su madre y eso me causa una enorme curiosidad.
Intento dejar de pensar en ello para disfrutar de la efímera tranquilidad que me rodea. Dentro de poco, una mujer alterará mi rutina puede que para bien, pero que pasen cosas buenas en mi vida es bastante improbable.
Por la tarde, Noah y yo nos sentamos en el sofá del salón y pongo el ordenador portátil encima de la mesita que hay enfrente. Así, podemos tener una videollamada con Anastasia. Quería decirme algo importante, esperemos que sea para decirme que vuelve y que se lleva a Noah consigo. No es que el crío me esté dando problemas pero no me apetece en absoluto que conviva con mi posible futura suegra.
No tardamos mucho en conseguir una imagen nítida de una Anastasia totalmente irreconocible. Su pelo rubio ha crecido notablemente pero, sabiendo lo mucho que cuida su apariencia, seguramente lleve extensiones. Tiene un color de piel más oscuro, un bronceado perfecto. Sus ojos brillan por la emoción de ver a su hijo después de estar tantas semanas fuera.
Como suponía, Nickolas, el marido de mi queridísima amiga, no aparece en ningún momento. Cada vez tengo más claro que el matrimonio para él fue como firmar otro buen contrato de trabajo, un buen negocio. No sé cómo se comportará con Anastasia pero que no dé la cara cuando su hijo le idolatra, dice mucho de él. Cobarde.
Después de hablar con Noah y de mandarle cientos de besos a través de la pantalla de mi ordenador, el pequeño se despide y se pone a jugar con sus coches de plástico. Así, Anastasia puede contarme la "gran noticia".
-Nick tiene que atender varios negocios en diversos países de Europa, por lo que hemos decidido aprovechar esta oportunidad para ver mundo –comenta emocionada sin dejar de tocarse el pelo.

ESTÁS LEYENDO
El amor a los 30 (En proceso)
HumorLana Jones, a sus 37 años, está soltera y desempleada. La locura de sus amigas le harán cometer la tontería de meterse a una web de citas. Amor, odio, sexo y humor le proporcionarán estos hombres a Lana. ¿Encontrará al hombre de sus sueños o tan só...