La noche anterior, tuve que conducir yo, ya que Jared estaba muy mareado. Aunque al conducir yo, creo que se mareó más, ya sabéis que conducir no es mi punto fuerte, por lo que iba con la cabeza gacha y una bolsa de plástico entre las manos por si volvía a vomitar. Tras dejarle en su casa, fui andando hacia la mía. En cuanto llegué, me quité los zapatos y los dejé de cualquier forma en el suelo de mi habitación. Me quité el vestido y me metí en la ducha para quitarme de encima el olor a vómito. Tras darme una caliente ducha, me metí en la cama.
Me despierto por culpa del sonido que suelta mi móvil. Me están llamando. Lo cojo aún sin abrir los ojos y contesto.
-Hola guapísima, soy Andrew. Hoy tengo que trabajar hasta tarde y estaré solo. Me preguntaba si te gustaría venir a ver cómo trabajo.
-Claro. ¿Sobre qué hora voy?
-Iré a recogerte sobre las diez.
Cuelgo y es justo en ese momento en el que me pregunto cómo ha conseguido mi número y cómo sabe dónde vivo. Pero al instante, me viene un nombre a la cabeza, Molly.
-¿Cómo se te ocurre darle mis datos personales al chico del bar? –le pregunto enfadada mientras me siento en mi sofá.
-Porque sabía que si no, no quedarías con él. Hablando de citas, ¿qué tal te fue ayer?
-Me vomitó encima.
-¿Tan fea ibas? –me pregunta divertida a lo que la fulmino con la mirada.
-Se mareó en la montaña rusa.
-¡Qué nenaza! –exclama sin poder dejar de reírse a carcajadas.
Le cuento toda la cita con pelos y señales, y acabo riéndome yo también al contar lo sucedido tras la montaña rusa.
-Eso es lo que pasa cuando un hombre le pide a Lana que le enseñe a divertirse –grita entre risas Molly.
-Qué tonta eres –le digo en tono cariñoso.
Molly se levanta y va a la cocina por lo que yo la sigo.
-La presión de grupo funciona –murmura divertida al ver que la sigo.
-¿Presión de grupo?
-Surge cuando una persona que compone un grupo se va y los demás le siguen.
-¿Cómo si siguiéramos al líder?
-Si yo soy la flautista, vosotros sois mis ratones –dice divertida.
Molly siempre tiene algo nuevo que enseñarme. Normalmente son tonterías pero al final, todas acabamos usando sus teorías o sus manías, o incluso, pensando como ella. La verdad es, que estamos bastante compenetradas y que muchas veces, comenzamos a tararear una canción a la vez, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo.
Son las nueve, estoy sola en mi piso y sólo queda una hora para que Andrew venga a buscarme. Estoy emocionada, siempre he querido ver una empresa como esa. Me pregunto si congeniaremos.
Me pongo unos pantalones pitillos negros y una camiseta blanca que tiene una pequeña abertura en la espalda cerrada con un lazo negro. Busco en mi armario unos zapatos negros con tacón de cuña. Por último, me maquillo ligeramente, me dejo el pelo suelto pero con volumen, y cojo una americana negra que le da un toque formal a mi vestimenta.
Nada más las agujas del reloj dan las diez, el timbre de mi casa suena. Cuando bajo, le veo apoyado en una moto de color rojo metálico. Nada más verme, esboza una enorme sonrisa que le ocupa gran parte del rostro. Sus ojos marrones me miran de arriba abajo y yo no puedo evitar ruborizarme, por lo que intento taparme la cara con el pelo.
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El amor a los 30 (En proceso)
HumorLana Jones, a sus 37 años, está soltera y desempleada. La locura de sus amigas le harán cometer la tontería de meterse a una web de citas. Amor, odio, sexo y humor le proporcionarán estos hombres a Lana. ¿Encontrará al hombre de sus sueños o tan só...