~ Libertad ~

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Hoy Tes se ha cogido el día libre para acompañarme al médico. Por fin me quitan la dichosa escayola que ya casi se había convertido en parte de mi cuerpo.

Camino con las muletas por los largos y blancos pasillos del hospital con Tesifonte a mi lado. Como en todos los hospitales, huele a guantes de látex y medicamentos. Este olor me agobia enormemente aun sabiendo que no me va a pasar nada malo, al contrario, voy a volver a ser libre. Aunque no del todo porque ahora tengo la puñetera rehabilitación.

Cuando llegamos a una sala en la que hay un montón de sillas de plástico, una enfermera nos invita a sentarnos ya que tenemos que esperar a que el doctor termine con su paciente actual. 

-Señorita Lana, puede pasar –me indica una enfermera vestida de rosa claro que acompaña a la salida al paciente que acaba de estar con el doctor.

Tes me ayuda a ponerme de pie e insiste en entrar conmigo. Nada más ver quién es la persona que me va a quitar la escayola, agradezco la presencia de mi amigo.

-Lana, cuánto tiempo sin vernos –dice sin un atisbo de felicidad mientras me hace un gesto para que me siente en la camilla.

El doctor Jared Anderson sigue tan simpático como siempre. Me dan ganas de darle con la escayola en la cabeza por amargado.

-¿Qué haces con eso? –pregunto algo asustada al ver un cúter en la mano del doctor.

-Cortar la escayola. Es una de las formas más fáciles.

-¿Y si me cortas?

-Estás en un hospital, no te pasará nada –dice con voz burlona.

Mientras corta la escayola, miro a Tes de reojo para distraerme. El policía se percata de mi mirada y me sonríe transmitiéndome una calma absoluta. Sus ojos rasgados brillan y no puedo evitar apartar la mirada.

¡Ah! –grito al notar cómo Jared abre la escayola toda de golpe haciendo que sienta un profundo dolor incesante.

-Comenzarás rehabilitación mañana mismo –dice seriamente sin mirarme a la cara.

-Lo tuyo no es tratar a los pacientes con tacto, está claro –comento acariciándome la pierna para que cese el dolor.

-Y lo tuyo no es dar segundas oportunidades –responde molesto mientras me da una hoja con la fecha, hora y lugar en el que debo hacer la rehabilitación.

-¿Sigues con ese tema? –pregunto enfadada por su falta de madurez por no aceptar un no.

-No me diste ninguna explicación, simplemente te fuiste.

-No eres la clase de hombre con el que quiero estar. Puedes operar a corazón abierto pero te pones malo de sólo mirar una montaña rusa.

-Soy así, acéptame tal y como soy –responde furioso.

-Lo acepto y por eso no quiero tener nada más contigo. Pero ahora acepta tú que entre nosotros jamás habrá nada –no me he dado cuenta de que mi tono de voz cada vez se ha ido alzando más y más hasta llegar a un punto en el que le estoy gritando como una verdadera energúmena.

-Lana, relájate –me dice Tes poniendo una mano en mi hombro. Ya no me acordaba de que él estaba allí presenciando todo aquello.

-Será mejor que os vayáis, tengo más pacientes a los que atender –comenta Jared abriendo la puerta de su consulta.

Caminamos de vuelta (yo aún con las muletas) por el mismo pasillo de hospital. Muchas enfermeras vestidas todas de la misma forma, van de aquí para allá con gasas, vacunas y muchas de esas cosas que me revuelven el estómago con tan solo oír su nombre.

El amor a los 30 (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora