Jayson me ha llevado a un restaurante japonés al que, desde que éramos simples estudiantes, soñábamos con ir, Urasawa. Se encuentra en la zona más cara y pija de Los Ángeles. No suele gustarme ir por Beverly Hills. Demasiado turístico para mí con sus palmeras y casas bonitas, lo cual es bastante irónico ya que ahora mataría por conseguir ser una guía de esta zona de la ciudad. Pero a pesar de este mítico escenario, es agradable pasear junto a mi viejo amigo.
-Hace años que no voy a un restaurante japonés –comento emocionada cuando nos sentamos en unas sillas muy elegantes. De lo malo, malo, no estoy con ropa de estar por casa pues al saber que venían mis amigas a verme, me puse unos pantalones pitillo vaqueros, unas deportivas, una blusa blanca y una americana negra que tiene arremangadas las mangas. Un look bastante elegante pero sport.
Tras la segunda copa de vino, los colores rojizos comienzan a ser notables en mis mejillas. De este modo, me decanto por quitarme la americana y Jayson vuelve a observarme atentamente. Resulta intimidante.
-¿Por qué me miras así? –pregunto sonrojada sin ser capaz de mirarle a los ojos directamente.
-Porque no has cambiado nada.
-No mientas, Jay. Eso es lo que se dice siempre pero en tu cabeza estás contando cuántas arrugas me han salido en la frente.
-Por eso no me he traído las gafas –dice a modo de broma consiguiendo hacerme reír.
-¿Qué es de tu vida?
-No hay mucho que contar. Soy el director de una agencia de viajes. Tengo oficinas en casi todos los estados, lo cual es bastante increíble.
-Y sin embargo, en la universidad siempre suspendías la asignatura de Empresa. Quién te ha visto y quién te ve, Jayson Seyfried –comento divertida al recordar ciertos momentos del pasado.
-Ha sido suerte, nada más –él siempre tan modesto-. ¿Y tú qué, querida Lana Steel? ¿Te trata bien la vida?
-No sé ni por dónde empezar –río mientras me acaricio lentamente los brazos, nerviosa-. Estoy en paro, tengo pareja y su madre ha venido a quedarse unos días con nosotros. Es una bruja. Y para colmo, una amiga me ha encasquetado a su hijo pequeño.
-Veo que todo te va de maravilla –se ríe a carcajadas y yo le tiro la servilleta para que se calle-. Aunque me extraña que todavía no estés casada.
-Tengo 37 años, tampoco soy tan vieja.
-Cierto, pero, no sé. Siempre pensé que te casarías antes de los treinta.
-¿Acaso tú estás casado?
-Divorciado y sin hijos –responde recolocando los palillos y limpiándolos con una toallita varias veces. Repite esta acción unas cuantas veces más hasta que se convence a sí mismo de que puede comer con ellos. Después comienza a restregar con nerviosismo el paño por la copa de cristal.
-Qué curioso, nunca pensé que te casarías.
-La vida da muchas vueltas, señorita Steel.
-Y tanto, mi posible suegra me está poniendo la vida patas arriba.
-Hablando de eso, ¿por qué no estás en casa?
-Me agobia demasiado todo ese panorama. Necesitaba tomar un poco de aire fresco.
-¿Así que soy un especie de héroe para ti? –pregunta alzando una ceja haciéndome reír.
La cena transcurre con rapidez, por desgracia. Por lo que intento alargar nuestra velada todo lo posible. Al salir del carísimo restaurante (menos mal que pagó él), vamos a un escondido parque cerca de la costa. Nos sentamos en un banco y charlamos. Hablamos y reímos durante horas sin importarnos que pueda incluso empezar a salir de nuevo el sol sobre el horizonte. Es como si no hubiese pasado más de una década, parece que hemos retomado viejas conversaciones que dejamos a medias. Criticamos a profesores y compañeros, y nos reímos de todas esas veces que nos ayudamos a copiar en los exámenes.
![](https://img.wattpad.com/cover/12670957-288-k135161.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El amor a los 30 (En proceso)
HumorLana Jones, a sus 37 años, está soltera y desempleada. La locura de sus amigas le harán cometer la tontería de meterse a una web de citas. Amor, odio, sexo y humor le proporcionarán estos hombres a Lana. ¿Encontrará al hombre de sus sueños o tan só...