2. Trampa.

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Cuatro años atrás...

Laura

— Eres un imbécil. — le digo, en cuanto abro la puerta de mi casa.

Ross suelta un bufido e ingresa, cierro la puerta detrás de mi y de inmediato voy a buscar el botiquín de primeros auxilios. Él está en la cocina, tomando una botella de cerveza.

— Si pensabas que me iba a quedar de brazos cruzados mientras ese imbécil alardea sobre como tú eres una fácil por estar con él cuando te trato como una puta, entonces eres una estúpida. — me dice, furioso.

Le quito la botella y lo obligo a sentarse en la silla de la cocina. Con cuidado, limpio su labio y las abolladuras que su pelea con Peter le habían dejado.

— No necesito que me defiendan... — murmuro y él está a punto de decir algo, pero lo beso con suavidad. — No lo necesito... Pero gracias por haberlo hecho. — continúo.

Ross me sienta en su regazo y sus manos acarician mi espalda.

— Lo haría otra vez, lo sabes. No solamente con Peter. Lo haría con cualquier hijo de puta que se pase contigo. — dice en voz baja.

Asiento. — No volverá a ocurrir. — le prometo.

— Muy bien... Ahora, el muy imbécil dijo que yo no era tan bueno en la cama como todos dicen. Si me permites, quiero cambiar aquella opinión.

Sonrío de lado y antes de poder decir algo, su boca ataca la mía con lujuria y pasión. Me aprisiono a su cuerpo, provocando un jadeo en él. Este era nuestro mejor lado.

Ross me toma por el trasero y me lleva a mi habitación, sin separar su boca de la mía. Habíamos hecho esto tantas veces, que se sabía el camino de memoria.

Al día siguiente, bajo a la cocina para desayunar y no me sorprende encontrarme la casa sola. Mi madre estaba con algún amante y mi padre trabajando. Suelto un suspiro y tomo mi café para irme al instituto.

Cuando salgo de casa, sonrío al ver a Ross esperándome en su motocicleta.

— No puedes estar ni dos horas sin mi, ¿eh? — le pregunto sonriendo de lado, mientras me acerco a él.

No tarda en rodearme la cintura con sus brazos y besarme, le correspondo olvidándome completamente de mi café, que cae al piso cuando rodeo su cuello con mis brazos y profundizo el beso.

— Has tirado tu café... — murmura divertido.

— Maldita sea. Ahora debemos ir a desayunar.

— Sé lo que estás haciendo. Ya he desayunado, descuida.

— Pero no como se debe. Déjame invitarte el desayuno como recompensa de la noche anterior.

— Me siento un prostituto. — dice y yo suelto una carcajada.

— Eso es porque lo eres. — afirmo, subiéndome a su moto.

Llegamos al instituto mientras hablamos entre nosotros y tomamos café. Era agradable estar así con él, además de un gran amante, también era un buen amigo y los dos teníamos vidas de mierda por lo que buscábamos consuelo mutuo sin ataduras. Funcionaba perfectamente.

Cuando ingresamos, rápidamente borro mi sonrisa e instalo una mirada de suficencia en mi rostro. Ross me toma por la cintura para besarme y luego marcharse con sus amigos.

— Gracias por el desayuno, nena... — murmura antes de irse.

Asiento sonriendo levemente y me marcho con mis amigas, quienes parecían emocionadas por un chisme.

Losing YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora