_______ fue hacia el depósito, subió las escaleras mientras todos la aplaudían y se sentó en aquel pequeño asiento mojado a esperar a que la derribaran.
Vio que Zayn le acariciaba la cabeza a Thelma antes de tomar una pelota, que decía algo a la gente y que todos se reían. Puso los ojos en blanco. Ella había conseguido que lo derribaran, y él tenía que hacer lo mismo con ella. Era una cosa de hombres, una estúpida afirmación de la masculinidad. Por ello, _______ no entendía por qué sentía cosquillas en el estómago, por qué se le tensaban los muslos, por qué se le estaba calentando el cuerpo.
Era increíble, pero aquel juego tonto la estaba excitando y, mientras él la amenazaba con la pelota, decidió que necesitaba ir a un psicólogo.
Gracias a su impecable puntería, Zayn la tiró en el primer intento. ______ cayó dando un chillido, haciéndolo sonreír de oreja a oreja. Cuando tocó fondo se impulsó hacia arriba y salió a la superficie. Se sacudió el agua de la cara y, sin mirarlo, volvió a sentarse.
Pero él sí la miró. Y la miró. Las piernas bronceadas y torneadas, la piel húmeda, el pelo…
Thelma rió y dio unas palmadas.
—¡Más!
Zayn soltó una carcajada.
—Lo que tú quieras, preciosa.
Al final del día, _______ tenía una agradable sensación de agotamiento. Con el pelo mojado, se sentó en el coche de Zayn y echó la cabeza hacia atrás.
—¿Estás cansada? —preguntó él, desplomándose en su asiento—. Porque yo estoy hecho polvo. Quién habría pensado que tirarte al agua me iba a cansar tanto.
—Ya te lo había advertido. El deporte es peligroso para los pijos como tú.
Él le lanzó una mirada cargada de intención.
—¿Me estás llamando pijo blandengue? Porque suena a eso, y, créeme, este cuerpo está en perfectas condiciones, como puedes comprobar cuando quieras.
Ella rió.
—¿Esos comentarios te funcionan con las chicas?
—Sí —reconoció él, algo avergonzado.
_______ sacudió lentamente la cabeza.
—Es una afirmación que deja muy mal parado a mi sexo.
Zayn puso el motor en marcha, y salieron del aparcamiento.
—Creo que Harry ha estado haciendo de las suyas por ahí y ha conseguido recaudar un montón de dinero.
—Entretener a los niños es mucho más cansado de lo que creía.
—Lo has hecho muy bien —afirmó él, volviéndose a mirarla un momento—. Gracias por…
________ soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—No lo hagas.
—¿Qué?
—No me des las gracias.
—¿Por qué no?
Ella se encogió de hombros.
—Porque también has hecho un gran trabajo, y no te voy a dar las gracias. Todos deberían hacer algo así por su comunidad, y me avergüenza decir que no lo hago; no realmente. Pero me gusta cómo me siento ahora, así que voy a tratar de cambiar eso.
Él la miró, pero no dijo nada hasta llegar al Wild Cherries. Entonces apagó el motor, se desabrochó el cinturón de seguridad, se giró en el asiento para poder mirar a _____ de frente y la tomó de la mano.
—Eres una chica increíble, _______. ¿No te lo habían dicho nunca?
Ella supo que su sonrisa era más soñadora de lo que habría querido.
—Para. No me conoces lo suficiente como para decir eso. No sabes la verdad.
—¿Y cuál es la verdad?
—Que soy una mandona, que no tengo pelos en la lengua y que no suelo respetar las reglas. Entre otras cosas.
—¿Y cuál es el problema?
Zayn levantó una mano, le arregló el pelo y le pasó un dedo por el cuello, lentamente, siguiendo con sus ojos miel el trayecto.
—¿Eso no te asusta?
—¿Que seas mandona, no tengas pelos en la lengua y no respetes las reglas? —preguntó, mirándola a los ojos y riendo—. Si fueras mi asesora financiera, tal vez. En ti no me asusta.
Zayn bajó la cabeza y le besó la base del cuello. Ella cerró los ojos y se dijo que el motivo por el que no le tenía miedo a él era que lo que había entre ellos no iba a ninguna parte. A ninguna parte, excepto probablemente al dormitorio, algo que ya sabían los dos.
________ se lo repitió para asegurarse de no olvidarlo. Aquello no iba a ninguna parte. Ninguno de los dos quería comprometerse afectivamente.
No obstante, por más que se lo repetía una y otra vez, no le sonaba bien, lo cual la dejaba ante un problema mayor: la posibilidad de que aquello fuera más que una aventura de verano.
No. Era algo temporal, divertido y desinhibido, pero nada más. Y, de momento, mientras Zayn le besaba el cuello y le bajaba la mano por la cadera, para ella estaba bien. De hecho, estaba muy bien.
Aun así, sospechaba que pronto iba a necesitar otra charla que le levantara la moral.
—¿Zayn?-Él le dio un mordisco y un beso en el hombro—¿Quieres entrar?
—¿A tomar otra taza de chocolate? —preguntó él, levantando la cabeza para mirarla.
—No exactamente. No sólo trabajo aquí. Vivo en el piso de arriba del café.
—¿En serio? Creí que tan solo era una planta más del café.
—No. Es que no me gusta que la gente lo sepa, porque…
—Porque podría aparecer cuando tú no quieres.
—Sí. Perdón por no habértelo dicho.
—Lo entiendo.
_______ imaginó que lo hacía, porque compartía su criterio.
—Tengo unas lociones de hierbas arriba, preparadas por una amiga que sabe lo que hace. Podría ponerte un poco en la rodilla, para aliviarte el dolor.
Él parpadeó una vez, lento como un búho. En una de las caídas se había hecho daño en la rodilla, pero su gran fortaleza no había permitido que tuviera que suspender ‘la cita’.
—Bueno, salvo que tengas otra cosa que ha… —añadió ella.
______ se sintió tonta y se volvió para abrir la puerta, pero él la detuvo y la giró para que lo mirara.
—Me encantaría entrar.