Cap. 3

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Ignoró el ardor en sus codos y rodillas, y las punzadas en su estómago y pecho para ponerse en pie y caminar hacia el grupo de gente que se había reunido alrededor de un muchacho rubio, lleno de tatuajes y perforaciones.

Para variar, no puso atención a lo que decía el hombre. De su largo discurso concluyó que era uno de los líderes, que era arrogante y un completo imbécil con delirios de grandeza. Y que básicamente, para entrar a los complejos de Osadía debían saltar al vacío, sin saber si era una muerte segura o una entrada legítima.

—¿Quién será el primero?

Uriah le golpeó las costillas, llamando su atención, le dio una mirada, o mejor dicho esa mirada. Fingió no entender al muchacho, manteniendo su mirada en Eric.

Uriah insistió.

—No te estoy entendiendo—, susurró en tono enojada.

Uriah volteó los ojos y sonrió triunfante. Algo en él le decía que ella era del tipo competitivo... Una corazonada tal vez. Y tenía razón.

Ella miraba las caras de los otros iniciados, se fijó en la estirada. Tenía intenciones de saltar primero, así que se adelantó, fue, más que nada, un impulso. Sí, era competitiva.

—Yo lo haré.

—Adelante—, Eric se alejó del borde con una sonrisa egocéntrica. Casi como si hubiera ganado una batalla que ni siquiera había empezado.

Trepó con suma facilidad al borde y miró abajo, viendo únicamente un vacío en penumbra. Se regañó a sí misma por haber abierto la boca. Sin embargo pensó casi al instante que si había escogido Osadía era porque buscaba ser ella completamente, ser libre, no se iba a reprimir nunca más. La niña de Cordialidad nunca existió, no más "Reds", solo era ella, la chica nacida en la facción incorrecta que finalmente hallaba su hogar.

—Vamos, Hippie, no tengo todo el día—, presionó Max, uno de los líderes de facción.

"Igual de mediocre. De tal palo, tal astilla. Vete de aquí, no me hagas perder el tiempo como lo hizo la zorra de tu madre".

La rabia la llenó con el solo recuerdo de su voz. No dudó un segundo más y saltó.

El ruido del viento chocando contra su cuerpo a gran velocidad, era ensordecedor, el vacío en su estómago causado por la caída le causaba un cosquilleo casi placentero... y el choque de su cuerpo contra una red al final de la caída fue... impresionante. El aire abandonó sus pulmones por un momento.

Se quedó recostada allí, mirando hacia el cielo. Una red, había una maldita red. Rió para sus adentros, llena de gozo.

Una figura tiró la red, haciendo que su cuerpo rodara por ella hasta ésta. Allí unos brazos fuertes y unas manos ásperas y firmes la rodearon por la cintura, ayudándola a bajar de la red.

Cuando sus pies tocaron el suelo, levantó la vista, hallando un par de ojos azules, calculadores y cálidos; mirándola fijamente. Era un hombre, tal vez dos años mayor que ella, de pelo castaño, piel un poco bronceada, y, a pesar de que una gran chaqueta de color negro cubriera sus hombros, notaba sus brazos marcados.

Las emociones dignas de una muchacha de dieciséis años, despertaban finalmente.

Notó que las manos del muchacho seguían alrededor de su cintura y antes de siquiera sentir vergüenza o los típicos nervios de una adolescente; sintió miedo. Miedo de que pudiera tocar alguna cicatriz.

—¿Qué? ¿Alguien te empujó?—, dijo él con un tono juguetón y una sonrisa surcando sus labios.

—No.

Bad Guy || Tobias Eaton (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora