Cap. 5

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El sonido de un objeto metálico chocando contra otro resonó por todo el dormitorio, las luces se encendieron y entonces todos miraron al origen del insidioso sonido. Era Cuatro, golpeando un tubo contra la baranda de las escaleras.

—Los quiero a todos en el Pozo. Dos minutos.

Y se fue.

Agradeció infinitamente no haberse quitado la ropa con la que había llegado la noche anterior, ahora solo debía ponerse las botas y estaría lista.

El grupo que siempre la acompañaba insistió en que esperara, para así ir todos juntos; específicamente fue Al quien insistió.

Se quedó sentada en la cama, con la chaqueta de Uriah en sus manos. Cuando vio que ya estaban listos, salieron.

—El entrenamiento se dividirá en dos partes. La primera es física, llevando sus cuerpos al límite. La segunda es metal, nuevamente, hasta el límite. Entrenarán separados de los nacidos en Osadía—, señaló al grupo de personas a sus espaldas, los nacidos en osadía—, pero serán clasificados juntos. La clasificación dictará qué puestos ocuparán. Si ser líder, cuidar la Valla, o ubicar peleas entre los Abandonados.

—La clasificación dictará quién se queda—, Eric intervino, por primera vez, pues en lo que llevaban escuchando a Cuatro, él no había movido ni siquiera un dedo.

Varias voces se oyeron, confundidos, molestos, con miedo.

Tiene sentido. Jeanine Matthews lo dijo, una vez hecha la elección no hay vuelta atrás. ¿Por qué razón, entonces, volveríamos a nuestros "hogares"' Si fallas, pierdes. Razonó, manteniendo la vista en alto, mirando cómo Eric se acercaba Christina.

Seguramente habría hecho un comentario fuera de lugar y eso había enojado a Eric. No se necesitaba ser un genio para saberlo.

( . . . )

—Empezarán disparando—, Cuatro pasó frente a ellos, entregándole un rifle a cada uno. Deteniéndose al final de la línea frente a Valentine—. Observen.

Cuatro tomó el arma y disparó al blanco frente a él. Hizo cinco disparos, los cinco acertando en lugares letales: la cabeza, el corazón o los pulmones.

Ella observaba bien los movimientos de Cuatro, como retener el aire, flexionar las rodillas. Y aunque le fuera extraño sostener un arma -y aún más usarla- intentó no hacerlo notar. Fingió estar segura de ello, para así creerlo y que fuera verdad al final.

Una mentira dicha mil veces, es una verdad.

Fue su turno de disparar. Imitó cada acción hecha por su instructor y cuando estuvo segura: apretó el gatillo.

Dio en el centro del pecho. Se felicitó internamente por su pequeño triunfo.

A su lado izquierdo Peter soltó un silbido de impresión, o tal vez de burla: —Bien, Hippie. Suerte de principiante, no te durará mucho.

Y disparó otra vez. Tres, cuatro, cinco veces más. Los lugares variaban, entre el pecho, cabeza y corazón. Sólo "falló" un tiro, relativamente, pues éste había ido a parar al hombro del objetivo.

—A ver si tu suerte de principiante es tan buena como la mía—, le puso el seguro a su arma mirando fijamente a Peter. Soltó una sonrisa socarrona y miró el blanco de Peter. Esta vez fue su turno de silbar—. Bien, bocazas. Ni siquiera un tiro decente.

—Cállate, Cordial.

Tic, toc. Tu nueva familia te espera. Saluda a los Abandonados de mi parte.

Y siguió disparando, disfrutando muy en su interior la cara que le había quedado a Peter.

( . . . )

Estaban en la sala de entrenamiento. Esta vez se preparaban para pelear, Cuatro hizo una demostración primero.

Todos se organizaron en parejas para practicar. Pero el grupo era impar. Ni siquiera se sorprendió no tener pareja para practicar, es más, lo esperaba. Cuatro pareció notarlo pero antes de que él siquiera pudiera acercarse a ella para ofrecerse a ser su pareja. Ella caminó a un saco de boxeo, bastante apartado del resto.

Y empezó a golpearlo.

"—Tu eres una buena niña. No sé por qué insistes en desobedecernos. A tu padre, a tu madre y a mi.

Ella no es mi madre. Es solo la repulsiva novia de mi padre. Mi madre murió hace años. ¡La asesinaron!

No grites, señorita. Un Cordial no levanta la voz, no necesita hacerlo—, dijo ella a la vez que servía un vaso con agua y la mezclaba con Suero de la Paz.

Yo no soy buena. No soy  Reds.

Creo en ti. Y en lo que puedas hacer.

Solo soy buena haciendo el mal...

Tienes doce años, no pienses en eso. Tómatelo—, le tendió el vaso y la forzó a beberlo".

Notó que sus nudillos dolían y también la parte externa de sus muñecas. Miró esas zonas y vio que estaban teñidas de tonos rojizos, algunos cortes adornaban su piel.

Fantástico.

—Primera saltadora—, gritó Eric, caminando cerca del cuadrilátero—. Última saltadora. Al cuadrilátero.

Caminó decidida al lugar señalado, no tenía miedo. Vio a su contrincante, era una chica, un poco más alta que ella y mucho más robusta.

Me lleva el diablo. Me va a matar. Pensó, tragando duro.

Subió a la zona y la chica igual, ella le preguntó a Eric cuánto duraría la pelea, ni siquiera le sorprendió su respuesta.

—Hasta que una de los dos no pueda continuar.

—O que una conceda—, intervino Cuatro; calando en los nervios de Eric.

—Nueva regla—, volvió a hablar el rubio, casi disfrutándolo—, nadie concede.

Se escucharon algunos jadeos de indignación y algunas quejas, pero nada a resaltar.

Los dos parecieron intercambiar palabras, Eric se alejó de Cuatro notoriamente enojado.

—Peleen fuerte. Se les calificará.

No dudó, como todo últimamente. Se puso en posición, miraba a la chica frente a ella de la misma forma que alguna vez la miraron a ella en Cordialidad: como un depredador mira a su presa.

Esperó a que la chica hiciera el primer movimiento pues así estaría distraída, y atacó.

Golpeó con su puño cerrado la garganta de la chica, éste quitándole el aire, dándole unos segundos de ventaja; luego golpeó una de sus rodillas, desestabilizándola. El siguiente golpe lo dio con su rodilla en el estómago, la chica aprovechó para tomar su pierna y tumbarla también al suelo. Esta vez la chica tenía la ventaja, golpeó varias veces su rostro.

Pero no le iba a ganar. Oh... no.

Un golpe al costado de su cabeza la había desubicado por unos segundos, la chica sin nombre miró a Eric un segundo, casi preguntando si debía dejar inconsciente a la pecosa, él hizo un ademán para que siguiera; tomó esos segundos de distracción para darle un golpe en el estómago y nuevamente golpearla en la garganta. Ahora ella estaba encima.

Y no dudaría en acabarla. Golpeó a la chica, la golpeó hasta que supo que estaba inconsciente, hasta que sus nudillos ardieron. Hasta que un par de brazos la apartaron de ella.

—Fue suficiente.

—Lo sé—, soltó sin emoción alguna en su voz. Miró a Cuatro fijamente a los ojos.

Ella vio a un hombre atormentado... asustado. Pero él. Oh, él, a pesar de su aspecto salvaje, vio algo en ella. Y le frustraba no saber qué era ese algo.

-V

Bad Guy || Tobias Eaton (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora