Cap. 15

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Cuatro se sentó frente a ella con un balde de agua, mojó un trapo, estiró una de sus manos en su dirección; dudó unos segundos antes de tenderle sus manos. Él la tomó y con delicadeza empezó a limpiar sus nudillos ensangrentados.

Le ardía pues con el forcejeo seguramente le habrían clavado las uñas en algún momento.

—¿Viste sus caras?—, preguntó con voz trémula.

—Vi a Al...

—Oh...

Al, el mismo Al con el que Tris y Christina hablaban casi a diario. El mismo Al que inspiraba confianza. El mismo que había intentado matarla.

Pero él no era el dueño de la voz. Esa voz era menos gruesa. Era justo como la de... Peter.

—Increíble que Al...—, susurró con sus ojos fijos en el pañuelo que Cuarto pasaba por sus manos.

—Tiene miedo. Tu asciendes y él falla. Sólo tiene miedo de la clasificación final—, explicó aún concentrado en limpiar las manos de la castaña—. El miedo hace cosas impresionantes en las personas.

Ambos alzaron la vista, para encontrarse con los ojos el uno del otro. Se miraban fijamente, sintiendo un leve cosquilleo en su estómago por parte de ella. A él le brillaban los ojos.

—A ti no te paraliza. El miedo te despierta. Lo he visto—, su mirada se intensificó, inconscientemente apretando de manera gentil sus manos.

¿Qué me querrá decir? Pensó, manteniendo sus ojos fijos en los de él, intentó no desviar la mirada a sus labios pero le era muy difícil. No sabía qué responder ante eso así que sólo se limitó a quedarse callada y darle una pequeña sonrisa de gratitud.

—Intenta descansar—, dijo él poniéndose en pie, tomando el balde con una de sus manos—. Dormiré en el suelo.

Tomó su brazo para evitar que se fuera, ganándose una mirada inquisidora: —Gracias.

( . . . )

Despertó temprano en la mañana. El sol apenas empezaba a salir. Se sentó en la cama del muchacho sabiendo que aunque lo intentara no podría volver a dormir.

Mis botas. Recordó haberlas perdido después de que los hombres la hubieran tomado por la fuerza y arrastrándola al Abismo. Se deshizo de ese pensamiento, luego tendría tiempo para preocuparse por los zapatos que usaría.

Jugó con las mangas de la sudadera, le era casi imposible no pensar en lo ridículamente grande que se le debía ver. Pero era la enorme sudadera de Cuatro o su camiseta rasgada. La respuesta era obvia.

Escuchó agua correr, seguramente el sonido vendría del baño. Eso quiere decir que está despierto.

Cuatro apareció en su campo de visión, usando una camisa limpia que le ajustaba alrededor del pecho y los brazos, haciendo evidente lo bien trabajada que era su figura.

—Buenos días—, murmuró mirando a Cuatro tímidamente; pues el sólo hecho de haber irrumpido en su espacio le resultaba algo incómodo.

Este es su lugar, aquí él es libre. Y yo estoy siendo un intruso. Pensó.

—Veo que ya te levantaste—, dijo tomando una taza que reposaba sobre una mesa bastante alta. Movió su cabeza en asentimiento aún mirándolo—. ¿Qué hacías en los pasillos a esa hora?

—Nada... Yo sólo. No quería estar cerca del bullicio y de la gente, supongo que se me fue el tiempo...

El muchacho apoyó su espalda en la mesa, aún mirándola. Nuevamente el silencio reinó. Bebió de la taza y la dejó reposar nuevamente en la mesa.

Bad Guy || Tobias Eaton (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora